Tío I
Todos tenemos un tío cola en la familia. Ese que ya tiene más de 30 años, no se le conoce polola, se cuida mucho, va el gimnasio, va a la playa en zunga, tiene muchos amigos y viaja por el mundo. Ese que la abuela siempre protege: “No hay mujer suficientemente buena para ricardito, que pololee harto no más”.
Mi familia no era la excepción. Teníamos a Ricardito, mi tío y primer crush de la vida. Era el menor de todos los hermanos y a pesar de que los más grandes sabían, les gustaba hacerse los hueones. Un morenazo bien rico, de lindo pelo, linda sonrisa, ojos verdes, cuerpo de gimnasio, era muy alto, de piernas gruesas y con algunos tatuajes en el pecho y en los brazos.
De chico era mi tío favorito, no lo veíamos muy a menudo ya que vivía en Valparaíso, así que los veranos lo visitábamos. Me gustaba estar con él, porque primero era el más joven y el más bacán, tenía una play y una decena de juegos. Era gracioso, siempre se buscaba panoramas choris y fue el primero que me compró una chela en la vida. Gracias a el tuve mi primera borrachera también, tuvimos que ocultárselo a mi mamá.
Mi vieja me dejaba con él algunos fines de fines de semana, cuando se iba a ver a mi abuela que vivía en Villa Alemana, yo feliz. Íbamos a la playa, jugábamos a la pelota y en las noches me pegaba las terribles pajas pensando en él, lo recordaba en traje de baño, pensando que me culeaba ahí mismo, lo imaginaba en la ducha. Tenía 15 años, así que comprenderán que me mataba el pico cada vez que podía.
Quería contarle que yo también era fleto, pero me daba tanta cosa, en ese tiempo tampoco sabía si era gay, al menos no en un 100%. Ahora que estoy más viejo, claramente las señales eran claras, clarísimas.
Uno de esos fines de semana con el Ricardito, nos levantamos temprano para ir de viaje a Laguna Verde a juntarnos con unos de sus amigos y otros primos a hacer un asado. Me dijo que se iba a bañar y que después me tocaba a mi. Bien.
Sentí que comenzó a correr el agua y me vino la calentura, solo de imaginarlo ahí pilucho bajo el agua caliente. Me levanté piolamente, fui a su pieza a ver si encontraba algún boxer sucio o algo similar (no me juzguen, era chico), abrí su closet y vi algo mejor.
su armario colindaba con el baño y en la pared había un pequeño agujero, no tan pequeño que se podía ver. Mi corazón se detuvo un momento. Ahí estaba, arreglándose la barba frente al espejo mientras el agua se calentaba, estaba en boxer. El pico se me paró de una, lo sobajaba por fuera para que se tranquilizara. Se los sacó y pude ver el suyo. Siempre pensé que lo tenía grande, porque cuando usaba esos buzos plomos, se le podía apreciar algo gigante y estaba en lo cierto. Era un pedazo de pico, el más grande que había visto (hasta ese momento).
Se lo comenzó a rebajar con una máquina. Yo ya tenía el pico afuera corriendome la media paja. Estaba que acababa con cada movimiento. Luego se fue a la ducha y gracias a dios tenía una de esas puertas de vidrio corredizas, así que lo ví todo, como se esparcía ese jabón por los cachetes, como se limpiaba las presas, como el agua con jabón le recorría todo el cuerpo.
Incluso noté que se comenzó a pajear y dios mío, esa fue la gota que rebasó el vaso. Te juro que fue prácticamente involuntario: acabé ahí mismo. Estaba tan excitado que me saltó a la chucha, me llegó hasta en la cara y en toda la ropa, me asuste, en menos de un segundo perdí el equilibrio y me fui para atrás, choqué con la puerta del closet, la que se cayó brutalmente a su cama generando un gran ruido. Me di el medio costalazo, incluso pensé que había perdido la conciencia o eso hubiese querido “¡tragame tierra!”.
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Lo siguiente que veo es mi tío entrando a la pieza pilucho con algo de jabón tratando de entender lo que estaba viendo: su sobrino, tirado en el piso, con el pico afuera, lleno de semen y la puerta del closet en el suelo.
Me tomo la cabeza y me preguntó si estaba bien, se notaba muy preocupado, y yo “Sí, claro, todo bien, fue el ruido… no más”. Aguantándome el dolor, aunque a esa altura era más bien al vergüenza.
Me paré algo mareado, me metí el pene el pantalón y me limpie la cara. Ricardo, en cambio levantó la puerta. Seguía pilucho, pero no quería verlo directamente, estaba muy humillado. Cuando cachó que estaba bien, se largó a reír, cosa que no me tranquilizo.
– Sabía que eras cola, nunca quise apurarte a que me lo dijeras, pero ¡qué manera de salir del closet! jaja y ¿te gustó lo que viste al menos?
Le dije que sí. Me tranquilizó que se lo tomará tan relajadamente. Nos quedamos mirando, el seguía desnudo y no se tapaba.
– Mira Nico (Así me llamo), si alguna vez no tienes a alguien con quien conversar sobre esto o qué sé yo, tú sabes que siempre puedes contar conmigo. Yo sé que a veces puede ser difícil.
Me sentí muy aliviado, como nunca la verdad. Le dije gracias y le mire el pico nuevamente, a ver si con eso… pasaba algo.
– Estas muy chico hueón, te esperaí hasta los 18. Sigue con el porno.
Oh y la decepción, pero Ricardo era picaro.
– Ya, pero mira… tocalo un poco pa que no te quedís con las ganas y no le digai nada a tu mamá.
Y le toque el pico por 10 segundos, era tan grueso, tan suave, tan depilado. No duró mucho, se rió y se fue a poner ropa. Ese recuerdo que acompañó durante mucho tiempo. Las medias pajas solo recordando su pico. Fuimos al asado y no hablamos del tema en los próximos días.
Me fui a Santiago y no podía sacarlo de la cabeza ¿qué esperará a los 18? ¿qué esperará qué? ¿A el? Así lo interprete. Eran tres años, y fui paciente. No pololeaba, me mantuve virgen, pero instruido, revise muchos artículos sobre el sexo anal, tenía muy planeado todo, limpieza, lubricación, etc. (siempre fui algo mateo).
Recordaba cuando se levantaba en las mañanas, con una clara semi erección, solo como un slip al baño. Estábamos en confianza. Yo solo le tomaba fotos mentales a ese gran bulto.
En esos años, igual íbamos pa’ su casa. A veces me agarraba para el hueveo con lo que pasó en su pieza, pero nunca en público, pero nunca pasó nada más, siempre me decía: “cuando cumplai 18 hueón, vas a saber lo que es bueno”.
Pasó el tiempo, cumplí 18 años y lo primero que hice fue pegarme un viaje a Valparaíso. Sabía que salía a las 6 de la pega. Así que llegue a las 7 puntualmente a su departamento. Toque el timbre, abrió la puerta, me miro confundido y antes de que me pudiera decir hola le dije: ya tengo 18.
Me quedo mirando con cara de “te voy a culear”.
En estos años, no había cambiado nada, solo se había dejado una barba bien frondosa.
Me hizo pasar rápidamente, cerró la puerta de un portazo y nos comenzamos a besar brigidamente. Tenía su lengua hasta en la garganta, y si eso era un adelanto de lo que se vendría: ayayayai.
Se sentó en el sofa y me tiré encima. Besándolo. ¿Han estado algo por mucho tiempo? ¿Saben lo que se siente cuando lo consiguen? Pues es una de las mejores sensaciones del universo.
Movía mis caderas para sentir su pico. Demasiado exquisito. Paré y me arrodille ante el. Todavía tenía ropa de trabajo, así que tuve que sacarle el cinturón y abrir de a poco, llegue hasta su boxer y me detuvo.
-¿Estás seguro que lo quieres?
– Sí, por favor
– Entonces dale.
Le baje el boxer y se la empecé a mamar. Era el primer pico que chupaba, pero no quería que me viera como un pendejo que no sabía lo que hacía. Le puse bueno, intente tragármela toda, pero era imposible. El gemía y yo aprovechaba los intervalos para tocarle su torso marcadito, hasta sus pezones, mientras mi lengua quería bajar más abajo de sus cocos depilados y suavecitos. La gozaba, yo lo sabía.
Ahora era mi turno, se paró y me siguió comiendo la boca.
– ¿Te la han mamado alguna vez?
– No…
No perdió el tiempo, Andaba en short, desaparecieron al tiro. No tengo un pico tan grande, pero pareció no molestarle, lo hizo desaparecer de una. Era un seco. No podía dejar de pensar en qué me la estaba chupando el hermano de mi mamá, pero pico. Quería más y más.
Me pajeaba y me miraba con esos ojos tan penetrantes. Paso por debajo y me dieron unas cosquillas que me hicieron levantar, nos reímos. Fuimos a su pieza. Se desnudó completamente. Me sacó la polera tiernamente, luego los calcetines. Se puso en frente, me miró, llevó sus manos a mi cara y me dio un beso en la frente.
Nos acostamos desnudos encima de la cama. Nuestros cuerpos chocaban, nuestros vergüenza batallaban. Ese roce de picos duros eran pequeños mini infartos, cada uno me acercaba más al cielo. Con sus manos, recorría todo mi cuerpo apenas legal.
Prácticamente estaba encima de él, mientras con sus dedos buscaba mi ano, se los pasaba por la boca y luego me metía uno sin piedad, luego intentaba con dos, aunque dolía, le gemía despacito, al oído, rico. Los besos mojados no paraban y las puntas de los picos estaban aún más mojadas. Queremos más, pero ¿nos atrevíamos?
Me tomó con sus brazos fuertes y me acostó en la cama. Me quedo mirando un buen rato, como si quisiera decir algo, pero se abstuvo. Se acostó atrás, me dijo que subiera las piernas, no entendía muy bien lo que quería, hasta que sentí su lengua en mi poto. Fue extraño, mis piernas se desvanecían, tenía electricidad propia, pero no duró mucho. Se levantó y me dijo que lo esperará. Fue al baño.
Me asusté, pensé “qué hice”, me senté en la cama… pero volvió rápidamente con un consolador pequeño y lubricante.
– Date vuelta y quédate acostadito de guatita
Obedecí sin reclamar. Me acosté expectante. Sentí algo helado en el poto, y luego algo quería entrar. Costó, pero se preocupó todo el rato “¿estás bien?”, solo le respondía con un “sí, tu dale no más”. Al principio dolía mucho, pero luego me fui acostumbrando, hasta que le encontré el placer y justo cuando ya me tenía listo, lo sacó y me mandó a guardar otro que tenía, uno mucho más grande. Me estaba dilatando, me estaba preparando para lo bueno.
Se acercó a mi oído y me empezó a decir cosas sucias mientras metía y sacaba el dildo de mi culo. Cosa que me excito aún más.
Sacó un condón, se lo pusó, aplicó un poco de lubricante y me preguntó por última vez:
-¿Estás seguro?
– Sí… espere mucho ya.
-¿De verdad es tu primera vez?
-Sí
– Tendré cuidado
Y me besó nuevamente en la frente. Me preparé, el se puso encima y de a poco sentí como su pico me abría por dentro, no dejo de mirarme a los ojos mientras lo hacía, esa mirada inolvidable se volvía cada vez más caliente con cada centímetro que entraba. Lo agarre con mis manos del cuello, lo acerque y pegue un pequeño gemido.
Me la metió hasta el fondo y comenzó el baile. Levantó su torso y empezó a moverse rápidamente, entraba con bastante facilidad. Comenzamos a sudar de a poquito. No se cansaba y duraba muchísimo. No sentía nada de dolor, solo un placer y felicidad extrema
La sacó y me puso a lo perrito, con todo el torso en la cama, me tomó las manos y me las dejó atrás, mientras empujaba su verga, rompiendo mi poto.
Luego tomó mi cabeza, me tiró para atrás y con su mano me acarició todo el cuello, pasando por mi pecho, hasta llegar al pico, el que estaba a punto de estallar en cualquier momento. Sentía toda su intensidad, pero también algo más: cariño, complicidad, preocupación.
Fue todo un caballero.
Le dije que ya estaba listo, no aguantaba más, quería acabar. Paró y de nuevo me dio vuelta, ya parecía un pollo asado.
Lo quede mirando acostado, se puso por debajo, me levanté levemente, solo para sentarme en su pico. El se puso sentó también, nos quedamos mirando fijamente, con los cuerpos bien juntitos, sudados. Su pico estaba en todo mi hoyo, empujando cada fibra de placer. Nos besamos un buen rato, entre tanto roce de mi pico con su cuerpo, tantos fluidos, termine acabando sin tocarme. Como la vez que me masturbé en su pieza, me saltó leche por todos lados, él abrió la boca para que le llegará, lo demás cayó por su pecho. Casi se me apagó la tele.
Se levantó, se sacó el forro, lo tiró lejos y me ordenó que me pusiera en cuatro.
-Te quiero marcar
Nuevamente no me negué, me puse en cuatro y se masturbó hasta acabar fuera de mi poto, terminó en todos mis cachetes, mucho semen por todos lados. Era difícil creer que era verdad todo esto que estaba pasando. Solo en mis sueños había ocurrido, pero no, esto era real.
Me tiré rendido, el me acompañó y nos abrazamos. A pesar de lo caliente y de las ganas que nos teníamos, esa fue la única vez de la noche. Nos quedamos dormidos ahí, bien asquerosos.
Despertamos al otro día, nos miramos, nos reímos y tomamos desayuno, hablamos toda la mañana de algunas anécdotas cuando éramos más chicos y seguimos culeando todo el fin de semana. Fueron dos días inolvidables. No quería volver a Santiago.
Me fue a dejar al terminal de buses, me dio abrazo y me dijo nos vemos luego y que no le dijera nada a mi mamá. Nos reímos. Como si fuera posible que le contará algo así. Mamá, tu hermano chico me rompió el hoyo. Lo cierto y triste, es que más adelante, no solo me rompió el hoyo.
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