Sega Genesis: Primera Parte

Jamás me habían despreciado tanto como ese día, un 20 de julio, un día que todavía guardo en lo más oscuro de mis recuerdos. Suena exagerado, aunque es cierto y qué paja. No quiero ni recordar, pero siento que quizás sea hasta sanador, tratar de encontrar puntos de conexión, intentar dar con alguna explicación razonable a lo que pasó. Ese día, Felipe no me miro igual, ya creo que nunca lo hará y para serte franco, no creo merecerlo, no creo merecer su odio, solo intente ayudarlo, solo intente ayudarlo…

Con felipe nos conocimos de chicos, re chicos, vivía a dos cuadras de mi casa, era un cabro chascón, moreno, disperso, enérgico y divertido, vivía junto a su mamá y su hermana, su papá no era tema, siempre pensé que simplemente lo había abandonado. En el pasaje éramos los dos no más, no habían muchos niños, la mayoría de las parejas de esa villa eran recién casados, habían muchas guaguas eso sí.

Así que nos divertíamos los dos, me pasaba a buscar a la casa, jugábamos a la pelota, con unos camiones de metal que me regaló mi abuela. Lo que más nos unió en un principio fue que ambos teníamos un Sega Génesis, nos compartimos juegos y hacíamos competencias en el Sonic 2. También jugábamos a las luchas, creo que lo vimos en un programa de tv, “luchas greco romanas”, nos cansábamos más que la chucha, pero terminamos cagados de la risa. Siempre me ganaba, me obligaba a rendirme.

Fue pasando el tiempo y comenzamos a descubrir nuevos intereses. Recuerdo que del Felipe escuché por primera vez la palabra “gay”, tomábamos once en su casa, la hermana chica veía Mekano y no dejaba que nadie cambiará la tele, allí apareció él Fabrizio, el que se ganó el calificativo despectivo de gay por parte de un inmaduro Felipe. Yo no lo entendía bien, solo me quede pegado viendo a ese hombre musculoso, sin polera y aceitado bailando, moviendo sus caderas, creo que ese fue mi momento Rafa Gorgory de “ya me gustan los hombres”. Quede para la cagá. Con Felipe hablamos de la pops y sus medios cachetes, para pasar piola.

Pronto descubriría que ser gay era ser marginado. En mi casa escuchaba hablar a mi papá de “fletos”, “maracos”, y otros improperios que me calaban hondo, no tenía cómo defenderme, no tenía herramientas para hacerle frente, así que comencé a odiarme a tratar de combatir mis sentimientos, a tratar de ocultarlo, a no pensar en ello.

Todo empeoró cuando nos instalaron internet en la casa, así ya no tenía que ir al cyber. Con Felipe esperábamos a que mi mamá saliera a hacer compras y nos pegábamos al compu, buscando en Yahoo! “fotos de pops desnuda” o “mujeres sin ropa” como púberes tratando de entender que pasaba por nuestros cuerpos. Yo me hacía el gil no más y tiraba comentarios como “tremendas gomas” o hueás así de idiotas. Curioso como caímos en montajes de famosos en pelota tan fácilmente.  Inocentes.

Más adelante descubrimos un sitio de porno más hardcore, ahí fue cuando vi mi primer pene, fue desconcertante, porque era muchísimo más grande de lo que yo tenía en las piernas ¿era normal? ¿era deforme? me hizo cuestionar muchas cosas, pero más que eso, me dejaba con el corazón a dos manos. Claro, el Pipe pegado con las tetas y la vagina y yo pegado con  el muchacho pilucho. Eramos tan hueones que nos turnábamos el baño para pajearnos luego de ver 3 minutos una porno. Hablamos de las minas como si fueran cosas, tetas, culos y vaginas como si superamos tanto. 

Crecimos súper rápido y nos fuimos convirtiendo en personas muy distintas. Eso no significó que no nos seguíamos viendo con la misma frecuencia. El se dirigió al fútbol completamente y yo en mi vola depresiva emo-jodida. Baje mucho de peso durante esa época, él ganó harto, pero maceteado, le gustaba ir al gimnasio y todo. Yo entré a estudiar publicidad y el Pipe siguió probando suerte en el fútbol, era muy bueno. 

Fue en esta época en la que tuve mis primeras interacciones con otros hombres, en Manhunt y otros sitios, nada de mal, solo que ninguno era muy interesante, creo que me forcé mucho tener que perder mi virginidad, claro, como para no quedar tan atrás comparado con el Pipe, que ya la había perdido hace rato.

Su mamá y su hermana se fueron a vivir al sur durante unos meses para cuidar a su abuela, él se quedó a cargo de la casa y durante ese tiempo, había carrete seguro casi todos los días. Invitaba a sus amigos futboleros y algunas de sus amigas, por alguna extra razón, congeniamos súper bien, al menos me distraía de mis problemas con esos chiquillos, eran tan prendidos, divertidos. Quizás suene patético, pero me alegraba caleta llegar y que hubiera gente que se alegrará y se acordará de mi nombre. Eso sí, yo era el único que se quedaba hasta el otro dia, lo ayudaba  ordenar y todo, aunque él no tenía ningún interés en llevar un orden. 

Fue en esta época que le confesé ser gay, no daba más, tenía que contárselo a alguien y ¿por qué no a él? lo mejor de todo es que no le dio mucha importancia, fue más bien como un “¿en serio? sí, igual se nota que erís medio pasivo ¿no?”, me sentí tan aliviado, la talla fue mala, pero al menos no le daba color con eso. 

Cada carrete parecía más brutal que el anterior. La primera vez, como me rehusaba a bailar, me agarró con fuerza hasta el living, donde estaban todos y me hizo bailar con el, perreando reggaeton del viejo hasta abajo, sentía algo duro que me chocaba y que salía de su pantalón, pensé que era su teléfono, pero luego cache que era otra hueá, tonto de mierda.

En cada carrete las indirectas comenzaron a aumentar o eso creía yo. La siguiente noche, tomamos tanto ron que termine apagando tele. Antes de eso, salimos al patio a solas con el Pipe. Me contó que la Pilar se le insinuaba,  era la polola del Jerry, un hueón que justo esa noche no había ido, y que no sabía qué hacer. Porque según él, el Jerry tenía fama de tener el manso pico, al menos de lo que se veía en las duchas, y este Pipe se mostraba inseguro de poder llenar “sus zapatos”. Heteros. La cosa es que este hueón me preguntó sobre cómo yo lo veía. No supé responder

– ¿A qué te referís hueón? – le pregunté confundido.

– Mira, toca… – apuntando a sus genitales

– Taí más hueón – le dije riendo.

– pa qué cachís po, pa que me des tu opinión po

Su insistencia, el copete, todo conspiró para que terminará accediendo. Así que le toque por encima. La cosa es que se sentía grande el bulto, onda, bastante grande por encima del jeans. Lo toqué como por 2 minutos y me preguntó “¿qué tal po?”. Puta y me puse coqueto y le comenté que no podía determinarlo así ¿y podís creer que este hueón se desabrochó el pantalón y se lo bajó hasta la rodilla, “ahora sí po” y le sentí el pico por encima del boxer.  Blandito, pero de a poco se fue endureciendo, lo tenía tan cerca me encontraba que hasta el sentía el aroma. Era bien grandota, y sin darme cuenta ya lo sobajeaba. Ahí me paró riendo, “hasta ahí no más po compadre”. Me sentí mal, pero me reí no mas, “tu quisiste”. Se puso los pantalones de nuevo me dio las gracias y se fue a buscar a la Pilar. Los escuché culiar en la pieza y una parte de mí se quebró, onda ¿Celoso? ¿sí? ¿por qué me dolía tanto saber que estaba culiando? ¿Por qué me excitaba tanto escuchar los gemidos de la chica? ¿quería ser yo esa? en vez de enfrentar la realidad, me terminé la botella de ron.

Fue la peor caña del mundo. Desperté en el living, vomité un rato en el baño, salí y me pille a este hueón en el pasillo, esperando su turno, en boxer, con la media erección. Me preguntó si tenía un condón, le dije apenas que no. “puta la hueá, ya filo” y se volvió a la pieza. Me acosté en el sofa y el sonido de este hueón culiando nuevamente ya me tenía enfermo. Me pajié ahí mismo, onda, con pena, con rabia y mucha calentura, acabé y me quedé raja de nuevo, ni me limpie. La media plancha cuando el Felipe me encontró después tumbado ahí, con el pico afuera y llenó de semen. Se cagó de la risa. 

Ese día limpiamos a fondo su casa, no porque él o yo quisiera, sino porque la culpa me obligo a hacer algo bueno. Idiota.

La siguiente semana fue extraña. Me pajeaba todos los días a cada rato, imaginándolo culiar en su pieza, todavía palpaba su pico en mi mano. Demasiados estímulos, demasiados recuerdos. Esos días no nos vimos tanto, porque al parecer la Pili se quedó allá, era obvio que lo ocupada. Por eso me llamó la atención que me viniera a buscar un día de la semana. Salí de mi casa y lo primero que veo es este gil con un ojo morado.

-¿Qué te pasó hueón? – le dije preocupado.

-Digamos que el pololo de la Pili cachó…

-Jaja, eso te pasa por caliente hueón

-Supongo… jaja ¿acompáñame en la noche? haré algo en la casa.

-Ya po ¿quién va?

– Nadie

-Ah… ok ¿por qué?

– Nah, me tiene chato tener que ordenar siempre después

– Hueón, tú no limpias nada, soy yo

– Bueno, eso mismo jaja además encontré mi Sega, podrías traer el Sonic po, me eché el mío.

– Manitos de hacha culiao, ya…

Y así quedamos, noche a solas, como antes. No me quise pasar ningún rollo, pero algo había cambiado bruscamente, esa comodidad que antes me brindaba desapareció, en ese minuto no lo sabía con certeza, pero me estaban pasando cosas con él, partieron como pajas, ya creo que me gustaba. Su cara tosca, su nariz , esos pelos chascones duros, sus tatuajes de futbolistas, sus piernas gruesas y esa sonrisa estampada de idiota, de idiota bueno.

Llegué pasadito las 7, me recibió muy feliz, partimos al súper a comprar algo para picar, unas chelas, pero terminamos comprando pisco. Súper. Llegamos, prendimos la tele, y la hueá del Sega Genesis ya no funcionaba, no quiso nada, muy viejo supongo. Así que nos quedamos conversando sobre nuestros recuerdos, sobre la vida, sobre qué queríamos hacer con nuestra vida, echados en la alfombra del living, junto a unos cojines, fue como volver al pasado, mucha risa, cero preocupaciones. 

-¿Te acordaí cuando jugabamos a las luchas? – me preguntó

– jajaja la huea estúpida

-Decís eso solo porque te sacaba la chucha

-A dónde la viste hueón-  le pregunté como haciéndole burla, no le gustó que lo desafiara, se levantó me tomó de los brazos y comenzó a luchar.

-¡Pa que aprendaí a respetar a tus superiores! – me gritó algo curado, apenas aguantando la risa.

Comenzamos a forcejear, no se venía con roderos, luchaba como si fuera en serio, como queriendo dominar, yo aplicaba un 10% de resistencia, tenerlo tan cerca, con sus piernas rodeando, sus brazos aplicando fuerza contra mi cuello, como que me calentó de una, pero traté de controlarme, que no se notará. Igual se dio cuenta que no me resistía tanto.

– Ya culiao, ni estai jugando bien po, como antes, con fuerza po, te tiraste.

El hueón comenzó a quitarme la ropa y ahí sí que me resistí, pero con suerte, la risa no me dejaba actuar bien. Mi buzo voló y la polera la rasgó con fuerza. El se sacó los pantalones y seguimos luchando, esta vez iba en serio, aunque era poco lo que podía hacer contra esta bestia. Sus brazos fuertes me inmovilizaban súper rápido y para serte sincero, solo intentaba acomodarme para sentir su bulto en mi cuerpo, en un momento me puse en cuatro para poder zafarse, se dio vuelta y quedó justo por detrás mío, simulando que me estaba culiando, fue maravilloso pensar que una telita de boxer me separaba de sentir su pico en mi poto. Luego me hizo una llave no sé cómo, sus piernas me rodeaban el cuello y su cara se instaló cerca de cadera. Ahí fue cuando mi pico no aguanto más y se comenzó a levantar, el se dio cuenta y le empezó a pegar palmaditas despacio para que se controlará, no sabía que lo empeoraba todo, hasta me pajió riendo por encima del boxer. 

Ahí nos separamos, nos sentamos riendo y algo excitados, al borde del sofa. Nos quedamos en silencio por un momento, solo se podía escuchar la estática de la tele y nuestros jadeos por el esfuerzo físico. Tomamos un último sorbo de pisco y un poco de valor. Nos quedamos mirando, como sabiendo que algo iba a pasar, nos reímos un poco y no pude evitar cortar esto con un beso, le tomé su cara y la guié a mis labios, no se resistió, me acompañó.

Nos separamos un segundo, nos vimos las caras medias borrachas en la oscuridad, medias calientes y confundidas. Volví al ataque, pero esta vez él se echó para atrás, rechazándome. Entendí tan claro el mensaje que solo pude pararme y tratar de salir rápido, qué vergüenza. Me puse la ropa de nuevo, un poleron y cuando llegué a la puerta, me detuvo, solo con una mano en la puerta, sin decir nada lo volví a mirar, esta vez ya se veía determinado, me chantó un beso, me tomó de las caderas y me levantó por sobre la puerta con fuerza, mis piernas le rodeaban mientras nos besamos un buen rato. Me llevó a su pieza en brazos. 

Nos tumbamos en la cama, el encima mío, besándome tan apasionadamente que pensé que se trataba de un sueño y ni eso, en mis fantasías lo único que lograba era chuparle el pico curado y sería, esto era mejor. Me quitó el poleron, los pantalones de nuevo, y nos quedamos ahí en boxers, con los picos parados, sin saber mucho qué hacer, pero buscando más hasta averiguarlo. 

Nos frotábamos los cuerpos esperando pasar a la siguiente etapa, su pecho junto al mío, nuestras espadas cubiertas, intentando no matarse mutuamente. Hasta que me tomó el boxer con rabia. Me descubrió el poto y todo, hice lo mismo, y pude ver ese pico que antes había palmado, ahora ya erectó, tremendo, imponente, algo descuidado ya que era una maraña de pelo, al igual que sus bolas gruesas. 

Mi primer instinto fue bajar y chupársela, él lo entendió y se acomodó colocando una almohada por debajo de su cabeza. Se la agarré fuerte y sin quitarle la mirada, comencé a tragármela, su primer instituto fue cerrar los ojos y  tomar mi cabeza con sus manos controlando mis movimientos. Sus gemidos eran los mejores indicadores de calidad. Le encantaba que le chupara las bolas y un poquito más abajo, supongo que su “Pili” no se lo hacía, porque se retorcia del placer. 

Quizás por el copete, le lance una frase muy cursi: “Pídeme todo lo que ella no te da”. Aún me da algo de plancha, aunque al menos dio resultados, se levantó en la cama, me agarró de la cabeza y empezó a empujar con fuerza, me atragantaba. No me importaba dejar de respirar si podía alojar su pico en mi garganta. Eso lo prendía mucho. Me daba nalgadas re fuertes, motivación extra para seguir así.

De un momento, paramos y seguimos besándonos, ya no tan tiernamente, sino con pura violencia. Me gustaba que no le diera color luego de chuparle el pico, es más, creo que eso lo excitaba más, fue el beso más baboso, caliente y rico que me han dado.

Luego entendió que era su turno, bajó y le costó harto, pero se esforzó el cabro, la chupaba, se atoraba y continuaba, me reí tanto que se hizo el ofendido. 

-¿Te parece chistoso hueón? ¿ah? ¿te parece chistoso? – me gritaba entre bromas, mientras se me tiraba encima para seguir las luchas, ahora desnudos, algo sudados y con olor a pico. Sentir su piel sobre la mía, sus fuerza contra la mía,  como animales, como hombres, como bestias buscando quien era el alpha, como idiotas felices. Terminamos revueltos, una pata para allá, otra para acá, no sabía dónde pillarlo, solo le agarraba todo lo que podía, en una termine con mi cara en su poto e intenté comérselo, saltó como asustado, pero seguí hasta que se relajó y se dejó llevar, le encantó.

Y así como animales, nos aprovechamos. Me puse en cuatro para acelerar el proceso, no podía seguir aguantando sin sentirlo dentro. Él con una cara de desconcierto se fue directo a mi poto. Me estiré para dejarlo lo más parado posible, esperándolo. Se le veía entusiasmado, con sus dedos comenzó a penetrarme, a ver hasta dónde llegaba, se reía un poco, y seguía.  

Sentí que observaba, me separaba los cachetes y se sorteaba los labios, le dije que le tirará un escupo y me hizo caso, me lo paso por todo el hoyo, y luego se escupió la tula, o al menos eso escuché. De pronto sentí su cabeza en las puertas de mi entrada más íntima, sentía como intentaba hacerse el camino, lento, seguro, cada gemido era un centímetro más de profundidad. El dolor era real, pero sabía que se dispararía si continuabamos. Me sorprendí a mí mismo con mi capacidad de aguante. Llegó hasta el fondo a los minutos, ya era su esclavo, su pasivo, su penetrado. 

La sacó despacito y continuó hasta aumentar la velocidad, sentía que me hacia cariño directamente a la próstata, la que hacía que mi pico goteará tanto.  Estuvimos un buen rato así, le pedí que me tomara de las caderas y me rompiera, era obediente. Yo en tanto solo me concentraba en escucharlo disfrutar, escuchar el sonido de mi poto siendo destrozado. No había nada mejor que ser penetrado así, a lo bestia.

Paramos un rato, nos echamos un rato, agitados, con ganas de más. Ya no me sentía un marginado, ya no sentía el peso de ser distinto, tenía a alguien cercano que, en ese momento, pensé era igual. No te puedo explicar lo feliz que me sentía.

-¿Te duele?- me preguntó

-No, démosle – insistí, pero antes me tomó la cabeza con una de sus manos y me dio un beso tierno. Le agradecí de la mejor forma.

Me subí encima, acomode su pico para que entrara y me senté en él, despacito,  quedó impresionado, más aún cuando me comencé a mover, para adelante, para atrás. “Muévete, más rápido, muévete…” le escuchaba, así que ahora le rebotaba en su pichula, hasta que un movimiento en falso, se le salió y la doble sin querer, le dolió mucho, así que paramos un rato.  

Fue al baño y volvió con el pico parado, le pregunté qué quería hacer y me dijo “te quiero llenar de moco”. Volvimos al ataque, esta vez a la misionero, me esforcé mucho en esta pose,  según él, no sabía que se podía hacer así (qué chucha). La cosa es que fue mágico, lo veía, sus gotas de sudor terminaban en mi cuerpo, la estaba gozando y yo era el responsable. Entre tanto jadeo, me tiró bien las piernas y el cuerpo para atrás, así entraba mejor, mientras le rodeaba las piernas por su poto, mis brazos por su espalda, le dije otra hueá que me da vergüenza repetir ahora: “preñame por fa”, la hueá es que funcionó súper bien, el hueón acabó a los 15 segundos después, me avisó, le tomé su cara y le dije quería ver sus ojos cuando acabará y así fue, vi como se le escapaba la vida, como me vaciaba entero su espíritu por el poto, se abalanzó y quedó como un bulto, todo su peso encima, todo su semen dentro, nos quedamos así un rato. Ni siquiera pude acabar, no me importó.

Despertamos como a las 12, nos vestimos en silencio. Hice unos panes con paté, tomamos desayuno en silencio también. Comenzamos a hablar de porque el Sega no había prendido, quedamos en ir al Persa para ver si encontrábamos uno

No hablamos mucho de lo qué pasó.

Ya eran las 18 hrs cuando me fui. Llegamos a la puerta de su casa, nos dimos un abrazo nervioso y risitas.

-Lo de ayer que quede en eso no más ¿ok? no… no – me comentó

-Claro, obvio, si fue una huéa de curaos – intente justificarlo

-Sí, eso… el pisco estaba fuerte jaja

Nos despedimos y quedamos en que haríamos algo con los cabros el sábado y domingo al Persa. La caminada por el pasaje fue humillante, me puse a llorar antes de llegar a mi casa, llanto con una pena y confusión tremenda, me dolía el culo, debería haber estado feliz, pero no. Llegue a mi cama, me tumbé con algo de caña, pena, dolor. Me pajié para tranquilizarme, recordando esa noche, su pico, sus bolas chocando contra mi poto, su leche  tibia recorriéndome el cuerpo, yo sintiéndome completo. 

El sábado llegó, pero esa noche no hubo carrete. Es más, no había Felipe. Desapareció un par de días y ya me preocupaba. Al día siguiente recibí un mensaje de texto que decía: “deje la caga wn, ayudame”

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