Tío del Taxi II

Agotado, adolorido, pero con ganas de más. Estas oportunidades no se dan a menudo, así que tenía que sacarle ventaja a este reencuentro del destino, tan absurdo, tan loco, tan necesario.  

El hueón volvió de la ducha a la cama rápidamente, me encontró tirado, mirando el techo, con la pilchula ladeada, lleno de semen y sin ninguna gana de limpiarme. Se puso al lado mío y me hizo una pregunta que me dejó marcando ocupado, fue demasiado obvio que no le fue para nada fácil de formularla.

“Oye… y ¿por qué no, no sé, por qué no me pasaí la lengua tu, ahora?, así un rato por el chico… ¿no?”

Shock. Mi compadre tenía su buen potito, y no le hago asco a nada. Además ya había actuado de activo varias veces con mis ex y ¿ahora con él? no le podía decir que no. Así que me creí el cuento, le dije “date vuelta” y se acostó en toda la cama, ni se puso en cuatro, solo se tiro de guata, así que con mi lengua tuvimos que meternos de una, me acomode, estiré y apunté. El hueón estaba limpiecito, así que me la jugué no más. Creo que lo hice bien, ya que el hueón se pasó las manos por la cabeza, gemía despacito, incluso levantó una patita para que se le abriera más el hoyo.

Ahí fue dónde agarré papa, le abrí los cachetes, un escupito travieso que le llegó directo al hoyo, y un dedo juguetón comenzó a sobarle el perímetro. Se dio cuenta de mi intención, trató de mirar para atrás como para frenarme, pero ya no había vuelta atrás, él lo sabía, así que no puso mucha resistencia.

Pero fui gentil, primero un dedo hasta el fondo esperando que sus carnes se relajaran y luego de a poco el segundo. Me abría el paso abriendo su raja y me sentía como desvirginandolo. Más atrás lo esperaba un pico que ya no aguantaba más, necesitaba penetrar algo y qué mejor que el culo de un treintón que pasó gran parte de su vida partiéndose el lomo trabajando al sol, compartiendo duchas calientes con hombres heteros, siendo tentado sin poder comer, tocar, vivir, amar con ninguno.

Mi cabeza iba a mil por hora, pero tenía claro que quería más de él. Con un dedo en su culo, me acerque hasta su hombro y le susurre: “¿lo querís?”. Asintió moviendo la cabeza sin decir nada. Así que con la luz verde, lo primero que hice fue enseñarle que debía ponerse en cuatro y lo hizo, pero mal, puso toda su espalda arqueada. Le comenté que tenía que ser como yo lo hacia, echado completamente, tirando la raja pa’ atrás. Le costaba, pero se esforzaba.

Una vez que dimos con su culito en la mejor pose, lo penetre. Gracias a dios lo dilate harto antes. Costo que entrara, pero cuando lo hizo… fue de otro mundo. Apretado, caliente, húmedo. Rico, lento, suave, un poquito más intenso y luego calma para volver a lo duro.  

Algo me molesto: se tapaba la cabeza con las manos como si sintiera vergüenza. Me enojé, se las quite, lo tiré para atrás y le dije: “Disfrutalo, no pensí”. Después de eso sentí que se relajó más, se volvió a tirar y ya gemía más fuerte, sin tantas aprensiones, nadie lo iba a juzgar por tener un pico en el hoyo, nadie lo iba a juzgar en esas cuatro paredes. Aquí podía ser libre para ser culeado, lejos de cualquier prejuicio.

Sentía como si le estuviera inyectando un néctar o un elixir de la felicidad que brotaba justo de mi pichula. La gozaba y yo amaba que lo gozara conmigo ya sin culpa.

Pero por mucho que lo disfrutará, al parecer le comenzó a doler, se quitó de una. Me cortó la inspiración. Se dio vuelta retorciendo el cuerpo, tapándose la cara, como riendo nervioso. Me acostó a su lado para besarle el cuello, creo que eso lo volvió a prender. Así que se la puse cucharita. Creo que así le gustó más, porque se podía tocar sin problemas mientras lo recibía. Nos quedamos harto rato así. Despacito, le acariciaba la espalda, le daba unas palmaditas suaves, lo tomaba de las caderas para encajarlo mejor. Esos gritos ahogados, tan de hombre, tan tensos y a la vez libres. Cada vez que los recuerdos, se me para de una, da lo mismo dónde este.

Necesitaba acabar de forma urgente, quería puro llenarlo de leche, quería hacer justicia. Pero mi lado buen quería que él se fuera primero con el pico adentro, onda buscaba que perdiera el conocimiento en el orgasmo. Así que lo acosté, le tome los muslos, le tiré bien las patas para atrás para verle ese hoyo abierto, rojo, con una gran O al medio. Estaba tan rico. El me miraba como perrito.

Me sentía como un profe, no sé, el hecho de los roles se habían intercambiado me dejo pal pico. Paso de ser un hueón que me culió una vez en una construcción a ser el pasivo más rico que me he comido, todo en un plazo de varios años, pero aún así, extraño sin duda, hermoso sin arte, puro pico y poto, semen y sudor.

Puse sus patas en mis hombros y filo, todo pa’ adentro y con fuerza, sus bolas rebotan y su pico erecto estaba rojito, Acabó sin tocarse mucho. se inundó con su propia leche. A esa altura de la noche, mi amigo constructor, mi tío taxista no guardaba pudo. Pegó el medio grito mientras el alma se le sabía por la boca. Luz verde para acabarle, y vaya que explote con fuerza. Me tumbé sobre él y nos quedamos dormidos, cansados, jadeando, mojados, pegotes y felices.

Ni nos tapamos y despertamos como ese día en el departamento sin terminar.

Se despertó temprano. Se fue a duchar de nuevo. Volvió a la cama, me despertó y nos comenzamos a pajear, uno al lado del otro, solo nos mirabamos, hablamos sobre tamaños, sobre lo que había pasado, pusimos un porno y acabamo de nuevo.

Fue un domingo raro, almorzamos juntos. Vimos tele, fuimos a comprar unas cosas para picar. Nos divertíamos hasta cuando no culeabamos, lo que me asustó un poco.

Buscaba una forma de que esto se repitiera en el futuro, pero no me daba muchas esperanzas, primero porque ya cachaba que todo esto era demasiado fortuito, siempre lo fue. El no buscaba nada serio, ni tampoco se esforzaba en que se repitiera. Se lo mencioné, “Podríamos juntarnos así lueguito para repetir, onda me podrias pasar tu whatsapp”, y ¿su respuesta? se reía, me decía que luego y me cambiaba el tema. Así que filo, será como tenga que ser no más.

La jornada de sexo caliente llegaba a su fin. El hueón se dio cuenta como a las 20:00 hrs que había “perdido” todo el domingo conmigo y no había trabajado nada.

A eso como a las 3AM de la noche anterior, le había recomendado que entrará el auto, tenía un estacionamiento disponible en el subterráneo, así que me hizo caso y lo entro. El asunto es que tenía que bajar con él para dejarlo salir. Llegamos al -2, me baje primero, salí con unos short cortitos y abajo de ellos, unos jocks, a ver si me salía una última po.

Ese subterráneo tenía muchos pasillos, dónde se alojaban las bodegas de los residentes. Era todo muy oscuro, no le deje que prendiera la luz y creo que notó para dónde iba la cosa. Nos fuimos a uno de los pasillos del fondo y nos comenzamos a besar como condenados. A tocarnos como si fuera la primera vez. Le agarré el pico y se lo chupe, ahí, muerto de miedo, pero filo, este sujeto sacaba lo “mejor” de mi, lo más atrevido.

Esto había tomado otro rumbo, algo más equitativo. Sin pedírselo, me levanto y me la chupo bien chupa. Jugaba desde mis huevos hasta la punta del pico para comersela entera nuevamente y repetía. Incluso me pajeaba con la puntita adentro y con su lengua frotando el glande. Mucho porno, pero le daba resultados.

No pasó mucho rato, y mi compadre ya quería ponerla. Mejor. Sin perder tiempo. Me bajo los short, me lubrico el hoyo, y empezó con la hueá. Cada centímetro me dolía mucho más, pero lo resistía. Me acomode y me apoye en una de las bodegas, así le dejaba todo el poto paradito, todo para él, así como la primera vez en la contru. Ese sonido de su pico chocando con las paredes de mi culo era una melodía con eco allá abajo. Tratamos de bajar el volumen y la intensidad porque escuchamos que alguien se bajaba del ascensor, lo sentimos caminar, pero este hueón ni paro, solo me la metió más despacio y me tapó la boca, escuchábamos los pasos acercándose, pero ni así páramos. Por suerte el sujeto misterioso solo estuvo menos de 30 segundos.

La huea lo calentó más porque me agarro de las caderas y me empujo toda la hueá pa’ dentro, con tanta fuerza que me dolió toda la semana. Acabó con el pico afuera y yo a los cinco segundos. Me saltó tan a la chucha que ni caché dónde quedó, intente limpiar para no dejar pistas, pero no hubo caso, muy “loco por mary” la situación e incluso me urgí “los conserjes van a cachar”.

“Vai a tener que aprender a caminar de nuevo”, bromeaba el Rodri, “sí, claro” le respondía bien serio. El solo se reía como un cabro chico.

Me subió los shorts y todo, tenía la media cagá, porque este hueón no me acabó adentro, la sacó justo al final y me tiró el moco fuera del hoyo y como no andaba con boxer (solo el jock), se me mojó todo el short.

Lo acompañé hasta el auto. Nos dimos un abrazo bien apretado y me dejó un papel en los bolsillos. Se subió a su taxi, le abrí el portón y se fue.

Me subí al ascensor y recordé que tenía ese papel, lo saqué y para mi sorpresa era su whatsapp, sonreí y se abrió la puerta en el piso uno, se subió mucha gente, y yo estaba pasado a pico y con el poto lleno de semen, ¿se había traspasado del pantalón? sí y fue horrible. Porque era el primero salir en el piso 4 y tuve que darle la espalda a todos esos vecinos, me fui corriendo con las manos atrás, pero feliz, porque ahora sí podría poner la bati señal y llamar al caballero cuando quisiera para repetir o eso creía… Luego caché que no había sacado las llaves.

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