El Tío de la Contru III
El Rodrigo era muy hermético y súper difícil de descifrar. Quería saber todo de él, pero no me pescaba mucho, me tiraba respuestas cortas, ni siquiera se dignaba a cambiar de tema, simplemente me cortaba de raíz.
Nos quedamos viendo tele un rato tirados en la cama y yo bien caliente la verdad, pero se puso a ver fútbol hueón, fútbol, “así se deben sentir las minas” pensé. Una vez que terminó el partido y ya como a la quinta chela recién empezó a soltarse, pero quizás se soltó demasiado.
Me contó que vivía en Pedro Aguirres Cerda, que tenía una señora y unos hijos repartidos por allí. Estuvo tiempo en “cana”, por algo que no era culpa de él, pero que pagó el pato y después de eso era difícil encontrar pega. Al principio quede como en shock, pero luego no me importó.
Era un bruto, no le gustaba el cariño y su único lenguaje era el: te muevo la cola, me culiai duro. Entretenido pensé, total era solo para eso.
Se largó a los 20 minutos después, tenía que volver y me sentí decepcionado. Quería seguir culeando po. Nos despedimos de un apretón de manos, súper frío en la puerta, hasta que me empujó hacia él y con la otra mano me dio la media agarrá de poto, onda, no sé qué tenía de distinto, quizás la confianza, la masculinidad, la fuerza, lo bruto, lo posesivo, no sé qué era, pero me dejo viendo estrellas. “Me lo cuida si”, refiriéndose a mi culo. Yo atine a decirle: “es tuyo”. Me sentí tan re hueón, pero como que le gustó la huea, me lanzó una sonrisa coqueta y se fue.
Pasaron los días y no lo vi, me sentaba todas las tardes a ver si lo encontraba, si aparecía, en cambio veía a sus otros compañeros paseándose, ninguno ya me llamaba la atención. Solo quería verlo a él.
Un domingo en la tarde tarde de casualidad me lo encontré. Estaba en una de esas duchas improvisadas que ya habían desmontado porque estaban terminando la construcción. Me reconoció y me saludó brevemente. Se quitó la polera y se puso debajo del agua, muy sexy. Arrancó la parte de arriba y uso la manguera para manguerearse, se sacó el pantalón y quedo en slip. Se estaba yendo el sol rapidamente. Yo solo pensaba “oye hueón, te van a ver otros”. Era tan gracioso, porque no le importaba darme un show así y que otros vieran y a esa altura del momento, ya no me importaba nada. Me hizo un gesto de cómo: “ven”.
Agarré lo que quedaba del lubricador y partí, le dije a mi mamá que me juntaría con un amigo y chao.
Toque la puerta de lata y apareció este hueón de una. “que te hacis de rogar oye…”, me sacó en cara. Parece que estaba algo volado, de seguro se había fumado algo, me hizo pasar y me chantó el medio beso. Culiao malo para besar, me quería comer la cara, me escupió y sigo besando y yo así como: “oye tranquilo”. Lo empuje un poco para atrás para contemplarlo, llegamos hasta una sala de ventas, no había ya nadie en la contru.
Se pasó las manos por el pelo, seguía en el slip mojado, olía a macho asqueroso. ahora me acerque yo, y le pegue en los cocos, no tan despacio, pero como para que cachara que no podía seguir así conmigo. El hueón como que entendió, se los agarré fuerte, no me reclamó, en cambio me tomó de la cara y me agarró el poto nuevamente.
Fuimos como una oficina, de esas donde venden estos departamentos. Se bajó el slip, se sentó en una silla con rueditas negras con todo el pico parado, estaba más peludo que la última vez. Me hizo un gesto, agarré un cojín que había en otra de las sillas, lo puse en el suelo y me arrodille ante su poderoso pedazo de pico.
Se lo mamé tan fuerte, algo me decía que era la última vez, así que tenía que aprovechar, hasta se lo mordía lentamente, le pasaba la lengua por los cocos incluso intentando llegar a su hoyo. “chupame to’ el pico hueón, chupame las bolas culiao, quédate ahí… quédate ahí”
El la gozaba más que las otras veces, quizás porque se liberó más, ya no se quejaba tan ronco, ahora habían matices, ¿estaba doblegando su mal entendida masculinidad ante mi? aproveche de de probar, me pare y me quedé de pie mirándolo cerca con el pico apuntando.
“Te toca po hueón”. Me la quedo mirando, le dio unos golpecitos a la pichula y luego se la zampo, de una, fue de a poco, así como saboreando, probando, intentando. Noté que su intención era noble, me agarraba los cocos, intentando tragarsela completa. No era un maestro, pero tenía talento el cabro. El seguía sentado, me pidió que lo montará “como el otro día”, le quedo gustando parece.
No me demoré nada, prácticamente me tiré arriba de ese pico, con un poco de lubricante rondando en el culito y baje hasta el final, de una, ya era todo un experto. Quedamos justo mirándonos, el hueón jadeaba tan intenso, le sentía todo su aliento. Lo mataba cuando le movía las cadera despacio, cuando me movía de arriba hacia abajo, jugando con su tronco. “Muévete lentito maraco, así, despacito, calentito” .Amaba que con sus manos me tomará del poto para intentar penetrarme más adentro o simplemente me terminaba abrazando, juntos, mojados, calientes y pegajosos.
Con este hueón cada vez que tenía el control, era una gozadera asegurada.
Le dije que no me pajeará, porque sino le iba a acabar ahí mismo con lo caliente que estaba. Cuando sentí que se estaba por ir, me paré y descansamos. Tenía que alargar el chicle.
El hueón seguía sentado, tirado, todo sudado sin decir nada, un reggeaton tenue sonaba de fondo en una de las radios abandonadas en toda la contru. Ahí fue cuando me dijo: “tengo una idea, sigueme…” y partimos en pelota para arriba, subimos unos cuantos pisos del edificio, dejamos todo abajo, solo subió una colchoneta que ni idea de dónde salió.
Cachando que esto se iba a alargar, llame a mi vieja, le dije que me iría donde un amigo, así que llegaría más tarde, me creyó.
Llegamos a uno de los departamentos, todos sin puertas, a medio terminar, cemento por todos lados y ese olor a material de construcción. El sol se estaba acostando. Tiró la colchoneta y entendí de inmediato, la acomode para que mirara hacia afuera y me acosté en cuatro, esperando, pero no reaccionó, me miraba como un cazador acecha su presa, me excito más. Deslice mi cuerpo hacia el piso, dejando mi cara justo en la punta de la colchoneta y con mis manos me abría los cachetes. Solo escuchaba su respiración cada vez más exagerada y sus “uuuh no sabí lo que te espera, no tení idea hueón”.
Supongo que al ver la tremenda escena que le estaba dando, se ánimo, se instaló y comenzó el largo camino a la inseminación. Me calentaba imaginar que era la primera vez que lo veía, que era un desconocido, que no sabía nada de este guacho y que mañana no sabría nada de él, como la primera vez.
De fondo sonaba “El Ritmo No Perdona” de Daddy Yankee. Mi amigo se sincronizó de inmediato con la canción, cada “prende, prende”, era una metida en seco, era una partitura para el sexo y la estaba siguiendo al pie de la letra. No cachaba ese talento, esa movida de caderas y esas metidas tan cortitas e intensas. Mi próstata no iba a aguantar tanto, se notaba como mojaba.
Pero este quería más. Se levantó, me arrojó todo el cuerpo encima, todavía me tenía el pico adentro y con ese movimiento siento que me terminó de penetrar completamente. Me tomaba del pelo, duro y “prende, prende, prende” pa’ adentro. Cómo sonaba mete y saca, irrepetible, nuestros cuerpos estaban componiendo la mejor canción, piel contra piel, pico contra poto, hermosa melodía hija de la calentura.
Pero sobre todo, era todo muy romántico-sórdido, levantaba la mirada para ver esa hermosa puesta de sol, mientras me rellenaban como un peluche, planteandome todo, si esta era mi vida, no era tan terrible.
Era maravilloso y aunque el viento frío comenzó a aparecer, no me importaba nada en el mundo, mientras tuviera ese pico dentro mío. Se acostó y me obligó a ponernos en cucharita, me levantó una de las piernas y no tuvo piedad, con su otra mano la pasó por debajo para agarrarme la cadera.
¿Nos habremos quedado así unos 10 minutos más? solo cambiaba el ritmo, me empujaba hacia adelante para que le parará más el poto y sería. Ya me dolía, así que me apuré en terminar, me agarro de la cara, me pasó la lengua intentando rozar mis labios mientras acababa. Sentí que había bautizado de leche ese departamento, el hilito de semen llegó hasta casi un metro. El no tardó mucho más, terminó con una gran estocada y varias metidas cortitas, hasta la última gota se encargó de dejarme adentro.
Terminamos realmente agotados y allí, como si nada, nos quedamos dormidos, piluchos, cucharita. Despertamos al otro día gracias al sol y los pájaros. me senté en la colchoneta y conversamos sobre cualquier huea por mucho rato, creo que me sentía muy cómodo a pesar de que que no teníamos muchas cosas en común.
En una le dije que estaba súper hediondo. se río y me invitó a una ducha. Bajamos y llegamos a uno de los containers que funcionaba como baño, echó a correr el agua caliente y nos mojamos. Me preguntó si todavía me quedaba leche adentro, me tomó el poto y me metió un dedito por afuera para comprobar, yo solté un gemido y me pegue abrazándolo. Nos dimos un rico beso bajo el agua.
Nos vestimos y hasta tomamos desayuno juntos. Nos despedimos a eso de las 12 del día, se tenía que ir y ya iba a llegar su reemplazante.
Nos abrazamos antes de abrir la puerta de lata, me dijo “nos vemos pronto po”, pero algo me decía que no sería pronto y no me equivoqué. Nunca más lo vi en esa construcción, entendía a veces desaparecía por semanas, pero ya eran meses. Inauguraron ese edificio incluso, pero él no apareció. No sabía sentir, no sabía si era pena, no sabía si lo extrañaba.
Pasaron años antes de que me lo encontrará nuevamente, pero ya no era el tío de la contru, era el tío del taxi.
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