Circulo de Miedo
El 2017 fue un año extraño, muy raro. El 7 de mayo de ese año, hubiéramos cumplido 15 años de casados con la Jime. Pero no.
Con la Jime nos conocimos de chicos, vecinos de condominio, nuestras mamás eran amigas así que nos veíamos seguido. Ella tenía una personalidad muy especial, era muy dura, mandona y creo que eso me encantaba, no me importaba estar a sus órdenes, aunque mis amigos se rieran y me llamaran macabeo. Se parecía a mi madre homofóbica y mandona.
Comenzamos a pololear muy temprano y sobrevivimos la U sin separarnos, claro, me tenía súper controlado, aunque fue difícil. Apenas nos graduamos, nos casamos. En mi imaginación, ella era el amor de mi vida, no había nadie más, no había nadie más.
Estaba tan a la merced de la Jime que accedí a no tener hijos, ella no los queria, y acepté, aunque en el fondo, sabía que me pesaba la decisión. Quería una familia más grande y ella… no. Resentía de su mamá y familia, ni siquiera la íbamos a visitar, yo con suerte veía a la mía, a la Jime tampoco le gustaba.
Nuestro matrimonio se veía sólido, al menos de apariencia. Cada año en mi brotaban unas ganas de hacer cosas distintas, jamás pensé en dejar a la Jime, pero esas fantasías con hombres no se me iban de la mente. Comenzaron muy temprano, como a los 15 años, pensé que sería una etapa, pero no.
Había cumplido 36 años y seguía imaginándome chicos. Iba seguido al gimnasio para botar mis energías frustradas, veía otros chicos en las duchas y me pasaban demasiadas cosas. Una vez en las duchas me topé con dos cabros que estaban besándose desnudos, bajo el agua de las duchas y rozando sus penes, uno de ellos me miraba, como invitandome, salí corriendo con el corazón en la mano, llegue a la casa y tuve que masturbarme. Termine y lloré un poco. Era infeliz, pero no lo reconocía. No me atrevía a romper mi vida, tuvieron que romperla para recién comenzar a vivir.
Veía porno a escondidas y con mucho miedo, nunca gay, siempre hetero, pero no apartaba mis ojos del protagonista y su pene siempre erecto, sus músculos, sus pelos, su masculinidad, no sé.
No es que nuestro matrimonio estuviera tan bien desde el comienzo, pero ya el último año se volvió insoportable. Nada complacía a Jime, se volvió un castigo, sus estados de ánimo, su clasismo, siempre quería más, tener mejores cosas, cambiar el auto, vivir en Las Condes, cosas que no me importaban, pero me estresaba para poder conseguir esas cosas por ella. Pasaba más tiempo en la oficina y en el gimnasio para no llegar temprano. Para que hablar de nuestra vida sexual, solo lo haciamos cuando ella quería, en la pose que ella quería, no bajaba y no le gustaba que yo bajara, era todo muy monótono y fome.
Ese año llegaron unos colombianos en el departamento del lado, era una pareja muy simpática, con un hijo que iba a comenzar a estudiar en la Universidad dentro de poco, el Juan José. Un cabro negro como la noche, hermoso, de risa fácil y bueno para las fiestas, al menos eso escuchaba, se había criado prácticamente en Chile y tenía todas las muletillas, hablaba con “cachai”, “huea”, pero agradable.
A Juan José me lo topaba siempre en el ascensor y me metía conversa, en unos de esos días, noté que el cabro estudiaba cerca de donde trabajaba, así que me ofrecí en llevarlo, le gustó la idea. Me iba a buscar temprano a la oficina, para que lo acarreará de vuelta y no me molestaba para nada, me gustaba pasar tiempo con él, era un rayo de luz en la rutina diaria. Creo que él también me usaba para escapar de algún problema en casa. Sea como sea, fue genial toparnos frecuentemente.
En cambio en casa, la frialdad de la Jime llegó a un punto culmine. Una de esas tardes, llegué y ella tenía sus cosas empacadas, muchas de ellas ya se las había llevado. Me dijo que ya no aguantaba vivir con un mediocre que no creía en avanzar para tener una mejor vida, me gritó muchas cosas, yo no entendía lo que pasaba, me dijo que había conocido a alguien y me puse en modo automático. No le respondí nada, ella quería que le respondiera, pero no podía, no podía hablar, físicamente imposible. Cerró la puerta con fuerza, y se mandó a cambiar.
Me acosté en la cama y ¿me habré quedado ahí un día entero?, no fui a trabajar, ni avise, estaba seguro que ya me habían echado, no me importaba. Mi vida como la conocía se había acabado, no era la mejor vida, por eso no entendía porque me dolía tanto, se supone que era libre, era libre de hacer lo que quisiera, ahí entendí que le tenía miedo a eso, le tenía miedo a ser libre, tenía miedo.
Finalmente pedí vacaciones, me quede en casa en los siguientes días, no me afeité, no comía. Me sentía horrendo. Sonaba el teléfono, no contestaba, sentía la puerta, no pescaba, hasta que escuché la voz del Juan José, fue lo único que me hizo recapacitar, me peine un poco y le abrí la puerta.
-Oiga ¿qué le ha pasado? me tiene preocupado, días que no lo veo.
– Sí, nada, estoy con licencia, creo que me agripe, no sé…
– No me mienta, a mi no me mienta oiga…
Lo hice pasar y le conté todo, me quebré un poco, pero se me acercó y me dio un abrazo. Una parte de mi hizo un clic tremendo con ese abrazo, era sincero, era real, sus manos estaban calmando parte de mi alma quebrada, suena cuático, pero cuando no has recibido ternura sincera en años, un simple gesto te puede arreglar completamente.
-Ya, basta de tanto llanto, te vas a arreglar y vamos a ir almorzar, me vas a invitar ¿ya? – Me sacó una risa y literalmente me sacó de la cama.
Fui hasta mi pieza para vestirme y me retó.
-Usted se va a bañar, ¿qué? ¿pretende salir así? yo lo espero – el se quedo en la cama, muy patudo prendió la tele y se quedó ahí.
Me duché y el agua caliente, casi hirviendo se sentía como limpia alma, me hacía tanta falta. Caché que no tenía toalla, hasta eso se había llevado, salí como pude, me sequé con la polera sucia y salí a ver si tenía otra en el closet. Juan José seguía en la cama, pero algo cambió en el, me quedo mirando, como de reojo, con algo de miedo y pudor. Tome una toalla y me comencé a secar ahí mismo, sentía la mirada del cabro, su silencio y sus palabras torpes mientras me vestía lo delataban. Fue otra inyección de energía, sentirse deseado era algo que no experimentaba hace mucho tiempo. Me puse el bóxer lentamente y me terminé de vestir.
Salimos a comer a un restaurante que estaba lejos, fuimos en mi auto, él puso la música, claro, puro reggeaton que no conocía, pero lo disfrutaba tanto que era contagioso.
Comimos y luego tomamos mucho, muchos margaritas. Me sacó varias verdades el pendejo, todavía no sé si era un experto o yo estaba tan apretado que solté todo de una. Le conté que mi esposa se había mandado a cambiar. Me preguntó si tenía que ver con que yo era gay y quedé frío, lo negué, no me quiso seguir presionando, porque cachó que era un tema sensible.
De todas formas la pasamos tan bien. Me sentía tan libre. Cuando salimos al estacionamiento del restaurante, el José, me tomó de la cara y me chanto un beso tan caliente, tan húmedo, tan rico, tan uff, no sé cómo describirlo, imaginate que no has tomado agua por años y de pronto tienes una fuente solo para ti. Se me paró de una, el lo notó y me empezó a frotar los genitales, estábamos que nos empolotabamos ahí mismo, pero nos controlamos. Nos subimos al auto y nos seguimos besando, comiendo era el término más preciso, si continuamos así no quedaría nada de nuestros cuerpos.
Debíamos volver al edificio, debíamos continuar esto con más libertad. Mientras manejaba algo curado (irresponsable), él puso “Escápate conmigo” en al radio y me rozaba el pene con su manito, la gozaba tanto, maneje tan rápido ese día, esperando volver rápido para que pasara lo que tenía que pasar.
Llegamos, le pregunté si quería pasar, accedió. Llegamos hasta el living, nos volvimos a pegar, nuestras bocas calientes, con una mano le tocaba su pecho oscuro, su vientre marcado, se quitó la polera, me quito la mía, caminamos hasta mi cama, se sacó el pantalón y andaba con un jockstrap, el hueón sabía que esto pasaría, me encantó. Me sentí cosechado.
Todavía de pie me sacó el pantalón, el boxer y el pico y se lo zampó de una. Este tragasables tenía talento, lo tomaba de la base y se lo comía todo, impresionado porque mi pico igual es grandote y pesado, pero él no tenía problemas, ninguno, hasta por los testículos me pasaba la lengua, yo rendido, aceptaba todo lo que me diera. Con una mano lo guiaba directo a mi pico, sin saber mucho qué hacer, el lo hacia desaparecer como magia.
De pronto sentí la necesidad casi primitiva e instantánea de ponerlo en cuatro, lo levanté, le di un besito y lo tiré sobre la cama, le termine de sacar el pantalón y me estiró el culo bien al aire, ese culo negro, hermoso, redondo, perfecto, esa necesidad primitiva me hizo irme directo a su entrada, le pase un poco la toalla, le escupí sin saber mucho que hacía y le comí el hoyo, mucho escupo, mucha lengua, el pendejo se pegó la media gemida, me sentía validado, así que seguí mamándole el culo durante harto rato, mientras le masajeaba el pico con una mano.
Paramos por un segundo, fue a buscar algo en su chaqueta, me pasé un condón y lubricante, esto venía en serio. Me dio vergüenza un poco, porque no sabía como ponerme un codón, la Jime me había obligado a hacerme la vasectomía así que no había necesidad. El se dio cuenta y en vez de reirse me ayudó con una paciencia tan tierna. Se lubricó el poto, yo el pene y lo fui penetrando de a poco. Qué bien se sentía sus cavidades, cuando llegue hasta el fondo sentí campanas en el cielo, jamás sentí esto por la Jime, no era amor, era sexo, y lo sentía, por fin sentía algo.
De pronto las inseguridades y la tristeza por haber perdido tanto el tiempo se esfumaron, este chocolito hermoso me dejó entrar en su cuerpo y quizás era solo calentura para él, pero para mi era algo más, le seguí dando, y entre más mambo, más cerca del orgasmo me encontraba.
Lo tomaba de sus caderas y con cada penetrada agarraba más confianza, más duro le daba, más fuerte, más lo gritaba, más lo gozamos. El se tocaba por abajo y me encantaba, ambos disfrutamos por igual. Menos mal que me paró por un momento, casi me iba solo a minutos de empezar y no señor. Se paró encima mío y se sentó arriba de mi pene. Vi cómo desaparecía mi pene en su ano.
No tenía idea que fuera posible hacerlo de ese modo, pero qué equivocado estaba. Se movía tan rico, sus caderas eran una herencia de Shakira, estoy seguro. Se acomodaba el pene para que le entraba más profundo mientras yo con mi mano lo masturbaba, entre más se movía más fuerte lo masturbaba. Sentir su poto rebotando en mi pico era poesía, verlo disfrutar, gozar, vivir con mi pene adentro, era lo mejor de todo.
Cambiamos nuevamente, yo iba a penas, quería que lo penetrara a lo misionero, y así lo hicimos, el se acostó, se tiró las piernas para atrás para descubrir su orificio, apenas lo detecté, se lo metí, ya estaba completamente dilatado y lubricado, le entraba con una facilidad maravillosa, lo tomaba de su pecho, le acariciaba su rostro, le metía un dedo en su boquita, en esos labios tan ricos y carnosos, lo tocaba de todos lados, masajeando sus bolas, no aguantó mucho el cabro, lleno de sudor, acabó pegando un gemido tan delicado, tan femenino que me prendió caleta, me iba también, se la saqué, me saqué el condón y le tiré todo mi semen encima, el contraste con su pecho negro, con mis gotas de semen y las suyas eran un Pollock maravilloso.
Le deje el pico encima del suyo, era más grande claramente, los dos mojados, hediondos y llenos de semen por todos lados. Le observaba su miembro, lo tocaba, lo movía para todos lados, como explorando la novedad, era hermoso, lampiño, oscuro, cabezón, delicioso. El se reía ya, me tiré al lado de él y me acompañó abrazándome fuerte, dormimos así, en pelota, sucios.
Cuando desperté, ya no estaba. Recordé que no tenía ni su número para escribirle, así que decidí esperar, tampoco es que podía ir a su depa y preguntar por él, se vería raro.
Vino más tarde ese mismo día a tomar once y a buscar más lechita, y así durante mucho tiempo, teníamos sexo casi todas las noches durante varias semanas, pero más que eso nos acompañamos mutuamente, él tampoco la pasaba bien durante esa época, su viejo se había ido de la casa y su mamá hacía esfuerzos sobrehumanos para mantener la casa. Así que le ofrecí mi ayuda monetaria, ahora sin la Jime, me sobraba mucha plata. Me lo agradeció casi llorando el Juan José.
Pasaron muchos meses, casi un año. Prácticamente estábamos pololeando con el cabro, tuvimos altos y bajos durante un tiempo, ya que la diferencia de edad era muy notoria, el quería carretear y pasarlo bien y yo, bueno, estaba descubriendo mi propio nuevo mundo, me empezaron a atraer otros chicos, más de mi edad, pero todavía me sentía ligado a Juan José. Al parecer seguía en el mismo círculo del miedo y la culpa, pero sabía que era diferente esta vez o así me engañé al principio.
En ese año supe muy poco de la Jime, solo por temas de divorcio, ella no quería hablar, yo no estaba interesado ya. Así que bien, pero me entró una curiosidad extraña, así que la busqué en Facebook, para ver en que estaba, sabía que cualquier cosa que viera me dolería caleta, no sé porqué lo hice, de puro masoquista, y así fue. Encontré una foto de ella en Facebook… con su hijo. Sí, en menos de un año ya se había conseguido a alguien para hacer lo que jamás quiso hacer conmigo y ¿saben con quién? con el Papá del Juan José.
Debíamos volver al edificio, debíamos continuar esto con más libertad. Mientras manejaba algo curado (irresponsable), él puso “Escápate conmigo” en al radio y me rozaba el pene con su manito, la gozaba tanto, maneje tan rápido ese día, esperando volver rápido para que pasara lo que tenía que pasar.
Llegamos, le pregunté si quería pasar, accedió. Llegamos hasta el living, nos volvimos a pegar, nuestras bocas calientes, con una mano le tocaba su pecho oscuro, su vientre marcado, se quitó la polera, me quito la mía, caminamos hasta mi cama, se sacó el pantalón y andaba con un jockstrap, el hueón sabía que esto pasaría, me encantó. Me sentí cosechado.
Todavía de pie me sacó el pantalón, el boxer y el pico y se lo zampó de una. Este tragasables tenía talento, lo tomaba de la base y se lo comía todo, impresionado porque mi pico igual es grandote y pesado, pero él no tenía problemas, ninguno, hasta por los testículos me pasaba la lengua, yo rendido, aceptaba todo lo que me diera. Con una mano lo guiaba directo a mi pico, sin saber mucho qué hacer, el lo hacia desaparecer como magia.
De pronto sentí la necesidad casi primitiva e instantánea de ponerlo en cuatro, lo levanté, le di un besito y lo tiré sobre la cama, le termine de sacar el pantalón y me estiró el culo bien al aire, ese culo negro, hermoso, redondo, perfecto, esa necesidad primitiva me hizo irme directo a su entrada, le pase un poco la toalla, le escupí sin saber mucho que hacía y le comí el hoyo, mucho escupo, mucha lengua, el pendejo se pegó la media gemida, me sentía validado, así que seguí mamándole el culo durante harto rato, mientras le masajeaba el pico con una mano.
Paramos por un segundo, fue a buscar algo en su chaqueta, me pasé un condón y lubricante, esto venía en serio. Me dio vergüenza un poco, porque no sabía como ponerme un codón, la Jime me había obligado a hacerme la vasectomía así que no había necesidad. El se dio cuenta y en vez de reirse me ayudó con una paciencia tan tierna. Se lubricó el poto, yo el pene y lo fui penetrando de a poco. Qué bien se sentía sus cavidades, cuando llegue hasta el fondo sentí campanas en el cielo, jamás sentí esto por la Jime, no era amor, era sexo, y lo sentía, por fin sentía algo.
De pronto las inseguridades y la tristeza por haber perdido tanto el tiempo se esfumaron, este chocolito hermoso me dejó entrar en su cuerpo y quizás era solo calentura para él, pero para mi era algo más, le seguí dando, y entre más mambo, más cerca del orgasmo me encontraba.
Lo tomaba de sus caderas y con cada penetrada agarraba más confianza, más duro le daba, más fuerte, más lo gritaba, más lo gozamos. El se tocaba por abajo y me encantaba, ambos disfrutamos por igual. Menos mal que me paró por un momento, casi me iba solo a minutos de empezar y no señor. Se paró encima mío y se sentó arriba de mi pene. Vi cómo desaparecía mi pene en su ano.
No tenía idea que fuera posible hacerlo de ese modo, pero qué equivocado estaba. Se movía tan rico, sus caderas eran una herencia de Shakira, estoy seguro. Se acomodaba el pene para que le entraba más profundo mientras yo con mi mano lo masturbaba, entre más se movía más fuerte lo masturbaba. Sentir su poto rebotando en mi pico era poesía, verlo disfrutar, gozar, vivir con mi pene adentro, era lo mejor de todo.
Cambiamos nuevamente, yo iba a penas, quería que lo penetrara a lo misionero, y así lo hicimos, el se acostó, se tiró las piernas para atrás para descubrir su orificio, apenas lo detecté, se lo metí, ya estaba completamente dilatado y lubricado, le entraba con una facilidad maravillosa, lo tomaba de su pecho, le acariciaba su rostro, le metía un dedo en su boquita, en esos labios tan ricos y carnosos, lo tocaba de todos lados, masajeando sus bolas, no aguantó mucho el cabro, lleno de sudor, acabó pegando un gemido tan delicado, tan femenino que me prendió caleta, me iba también, se la saqué, me saqué el condón y le tiré todo mi semen encima, el contraste con su pecho negro, con mis gotas de semen y las suyas eran un Pollock maravilloso.
Le deje el pico encima del suyo, era más grande claramente, los dos mojados, hediondos y llenos de semen por todos lados. Le observaba su miembro, lo tocaba, lo movía para todos lados, como explorando la novedad, era hermoso, lampiño, oscuro, cabezón, delicioso. El se reía ya, me tiré al lado de él y me acompañó abrazándome fuerte, dormimos así, en pelota, sucios.
Cuando desperté, ya no estaba. Recordé que no tenía ni su número para escribirle, así que decidí esperar, tampoco es que podía ir a su depa y preguntar por él, se vería raro.
Vino más tarde ese mismo día a tomar once y a buscar más lechita, y así durante mucho tiempo, teníamos sexo casi todas las noches durante varias semanas, pero más que eso nos acompañamos mutuamente, él tampoco la pasaba bien durante esa época, su viejo se había ido de la casa y su mamá hacía esfuerzos sobrehumanos para mantener la casa. Así que le ofrecí mi ayuda monetaria, ahora sin la Jime, me sobraba mucha plata. Me lo agradeció casi llorando el Juan José.
Pasaron muchos meses, casi un año. Prácticamente estábamos pololeando con el cabro, tuvimos altos y bajos durante un tiempo, ya que la diferencia de edad era muy notoria, el quería carretear y pasarlo bien y yo, bueno, estaba descubriendo mi propio nuevo mundo, me empezaron a atraer otros chicos, más de mi edad, pero todavía me sentía ligado a Juan José. Al parecer seguía en el mismo círculo del miedo y la culpa, pero sabía que era diferente esta vez o así me engañé al principio.
En ese año supe muy poco de la Jime, solo por temas de divorcio, ella no quería hablar, yo no estaba interesado ya. Así que bien, pero me entró una curiosidad extraña, así que la busqué en Facebook, para ver en que estaba, sabía que cualquier cosa que viera me dolería caleta, no sé porqué lo hice, de puro masoquista, y así fue. Encontré una foto de ella en Facebook… con su hijo. Sí, en menos de un año ya se había conseguido a alguien para hacer lo que jamás quiso hacer conmigo y ¿saben con quién? con el Papá del Juan José.
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