La última noche en Viña

Siempre me causó envidia la vida social del culiao de mi hermano. Lo conocían todos como el Gonza, un cabro bueno, amigo de sus amigos, de pocas pololas, pero fiel (al parecer) Como entró a estudiar derecho, era el favorito de la familia, todos lo creían tan perfecto, y de cierto modo lo era, pero yo sabía que este hueón tenía sus secretos, en especial cuando se juntaba con sus amigos, las que se armaban cuando eso pasaba.

Todos los veranos, junto a sus amigos, arrendaba un departamento en Viña por varias semanas, pero este año fue distinto. Uno de sus más cercanos se bajó a última hora, así que me invitaron a mí (supongo que solo para cubrir la cuota). La dude harto fíjate, no conocía mucho a sus amigos, pero era eso o quedarme en la casa aburrido.

Mis amigos se habían ido de vacaciones y no es que tuviera muchos, era un loser o así me sentía, siempre en segundo plano, siempre a la sombra del Gonza, no es que me cayera mal, teníamos una buena relación, pero tampoco lo sentía como un hermano mayor al que podía contarle todo, en especial mi secreto. De chico incluso sentí que ser gay era una forma de castigo, quería ser “normal”, como mi hermano, tan equivocado.

Mi vieja me prestó plata, supongo que tampoco me quería de vago todo el verano.

Ese mismo día partimos al terminal, allí nos juntamos con su polola, la María José, una niña más simpática que linda. Ya llevaban como un año y medio, iba sería la cosa, yo la amaba porque era seca, creo que fue una de las razones porque terminé yendo, siempre podía terminar hablando con ella sobre música, cine, series o cualquier cosa.

Pasaron los minutos y llegaron los demás. Primero el Nacho con su polola, la nueva, ni recuerdo su nombre, luego apareció el Pepé con una mochilita súper chica, era gracioso este tipo, en especial cuando se curaba, súper jugoso. Después el Rodri, el mejor amigo de mi hermano con su polola y al final el Javier. ¿Cómo te describo al Javier? Era como un hippie zorrón, pero sin ser zorrón (usaba un manbund), de cara tosca le adornaban los ojos verdosos más comunes que he visto, pero combinaban tan bien con su pelo castaño. Era de los que saluda de “hola perro”, pero te juro que no era zorrón, todo lo contrario, llegó con short de buzo, aunque hacía frío esa tarde.

Nos subimos al bus y a mi, por suerte, me tocó con el Javier, aunque en ese momento no lo creía así, te explico: soy más tímido que la chucha, me produce ansiedad terrible hablar con gente que no conozco mucho, ¿pero don Javier? oh hueón, después lo agradecí. Me senté a su lado y me puse los audífonos, a modo de barrera, a los 5 minutos me preguntó que escuchaba, le mostré la pantalla de mi celular, era “Los Bikers” de Dënver, me comentó que no los conocía y le ofrecí un audífono, escuchamos juntos por largo rato.

“Su cuerpo era gigante sobre mi…”

Era tan agradable y aunque hablaba puras hueás que no me interesaban, lograba cautivarme con su labia. Me conversaba de cosas políticas, qué “piñera culiao”, qué había que votar por la Bea, la verdad no le prestaba mucha atención al contenido, solo lo observaba y decía “sí, hueón, toda la razón”. Amé que fuera tan apasionado con todo, porque la verdad, yo no sentía esa pasión por nada, solo por el porno, la paja y el pico, muy monotemático, lo sé.

Llegamos al depa como a las 10 de la noche, luego de caminar unas cuadras de la estación. Estábamos en el tercer piso. Habían cuatro piezas, tres de ellas fueron ocupadas por las “parejas” y nos dejaron una para los tres: Yo, el Javier y este loco del Pepé. Por suerte había un camarote y un sofá cama de esos de esponja, yo me quede con la cama de abajo, el Javier arriba y el Pepe en el sofá cama.  

Fuimos a la botillería con el Javier para comprar las cosas para la noche. Hablábamos sobre la vida y era maravilloso, porque te hacía sentir especial, como que sentía que le contaba puras hueás fomes, pero para él, en ese momento era lo máximo. Me contó que estudiaba periodismo, pero tuvo que congelar, al menos por un año, así que por mientras trabajaba. Piola. No tenía polola, había terminado una relación de 6 años hace poco. O sea solo había pololeado una vez, creo que Javier tenía unos 23 cuando lo conocí, así que el pobre no había estado con nadie más desde que eran un adolescente.

Regresamos al depa y comenzamos a tomar de una, bendito vodka que me ayuda a sacar algo de personalidad. Pero, no duré, me bajó el sueño terrible brigido como a las 2 am, no quería irme acostar, en especial porque ya el Pepé se había quitado los pantalones y se paseaba en slip por todo el depa, se notaba que le gustaba lucir el bulto, sobresalía.

A pesar de la linda escena, me fui a acostar. Caché que estos weones siguieron como hasta las 5am, Pepé ni durmió en la pieza, se quedó acostado en el sofá del living. Sentí llegar al Javier apenas, le costó subir, y al menos sus pies quedaron colgando, se acostó con ropa y todo. Fue gracioso verlo así, primero tan compuesto, tan maduro y ahora tan ebrio y tirado.

Obvio que también fui el primero en despertar, me duche, ordené un poco y fui a comprar para hacer el desayuno. Llegué y toda la tropa seguía durmiendo, cuando tosté el pan y freí los huevos, fueron llegando de a una. Pepé seguía en sus slip, nadie le dice nada, mejor. Javier fue el último en llegar, apenas se podía los ojos, le serví jugo y solo me sonrió.

Después que terminamos el desayuno, me fui a acostar un rato, así aprovechaba de cargar el celu. El Pepé se quedo lavando la loza y el Javier se fue a duchar. No pasó mucho rato y este gil apareció en toalla, con su pecho humeante recién duchado. Cerró la puerta y comenzó a buscar ropa entre su mochila.

Te podís imaginar lo incómodo ahí, pegado mirando mi celular, intentando mirar sin que se diera cuenta, cualquier cosa no sé, un cachete. Se quitó la toalla y se secó el pelo por harto rato, tenía mucho pelo, ocasión perfecta para que me sacudiera el pico en la cara, no directamente obvio, pero dios, que hermoso pedazo tenía este hueón, no eran tan peludo, se nota que se hacía el rebaje. Era bien promedio, pero promedio lindo, con bolas bien marcadas, le saqué toda la imagen mental de una, por un momento se me pasó por la cabeza tomarle una foto, pero no me atreví.

Luego y todavía en pelota, siguió buscando algo en su mochila, y ahí su poto era majestuosamente gordito. Pensé en salir corriendo al baño a correrme la media paja, pero no comporté. Entre que se vestía me hablaba, pero me encontraba en modo automático “sí, claro, obvio, no te creo… ah mira tu”. no me salía nada más coherente por el nerviosismo.

Ese día fuimos a la playa y me costaba mantener el pico flácido, cada vez que cerraba los ojos podía recordar su pico y era súper poco conveniente, íbamos en la micro, pegados, con un calor de mierda, sentía que sudaba como un cerdo y junto a él. Pasamos toda la tarde en el agua, ya parecía una pasa. Me acosté un rato en mi toalla, al lado se me puso el Javier, nos reímos toda la tarde.

Ya cuando nos íbamos, Javier me pidió ayuda para que le sostuviera la toalla mientras se cambiaba. Lo hice sin pensar. Escuché varias risas de los otros giles, así como “uuy no vayai a ver, te podís enamorar”, y claro, demasiado tarde amigos.

No vi nada está vez, pero sentirlo tan cerca, desnudo, vulnerable me hizo sentir como tan caliente. Una vez que se puso los pantalones dijo algo como “puta, quede a lo gringo” CTM. Se quedó harto rato sin polera, guachito rico, mientras el pepé se cambió de una, pilucho, sin taparse nada, los pololos taparon los ojos de sus novias webiando, pero era obvio que era por otras razones, Pepe culiao pichulon, le gustaba que lo vieran, tenía el tremendo miembro, imagino que debaja a todos los demás en vergüenza. Típico de heteros pensé. Igual es gracioso, porque a pesar de que Pepé tenía el pico más grande, no me pasaba nada, era un payaso y me caía la raja, pero no me pasaba lo mismo que con Javier.

Esa noche noche nos visitaron unas amigas viñamarinas de Pepé, que eran igual de locas que él. La rutina era similar a la de los otros días: tomar, tomar, tomar, fumarase uno, tomar.  Estas chicas se pusieron a bailar bien sexy al medio del living. Las pololas se veían algo inquietas, las amigas de Pépé eran bien voluptuosas, ebrias y calentonas, ¿temían que sus pololos se fijarán en ellas? claramente ¿los pololos estaban arrepentidos de llevar a sus pololas de vacaciones con ellos? era demasiado notorio que sí.

Pepé ya agarraba con una de las chicas en la terraza y otra se le pegó a Javier. Mientras la María José me hablaba indignada sobre lo que había hecho Pepé, pero feliz, porque Javier podía por un momento olvidar a su ex. Solo asentí, sentía una pena muy rara, todos esos rollos, eran eso: rollos, nada más. Me deprimí tanto, que de nuevo me fui a acostar temprano. Me tiré sobre la cama, el mundo me daba vueltas por lo ebrio y traté de dormir a pesar de la música.

Me despertó el golpe de la puerta, era dos personas entrando y subiendo al camarote, me hice el dormido. Era Javier y una de las amigas de Pepé. Mi mente iba a mil ¿qué están haciendo ahí? ¿sabrán que estoy abajo? ¿me estaí hueando?

Supongo que cuando estas ebrio, podís tirar donde sea ¿no?

Como no podía ver nada, trataba de imaginar qué pasaba. Primero se iban a manosear caleta, luego él le iba a meter los dedos y ella lo iba a pajear, luego ella le chupará el pico y el, cómo es hippie, le chupará la zorra.

Cada ruido me hacía imaginar cada acto específico. La mina era tan ruidosa. Javier con suerte se escuchaba. Luego, cuando la cama ya se comenzó a mover más fuerte, caché que estaban culeando, imagino que a lo misionero ya que no tenían mucho espacio. ¿Conocen esa sensación de calentura y tristeza extrema de una? fue brutal, tenía un nudo en la garganta y una mano en el pico. Me sentía culpable al pajearme con esto, pero no podía evitarlo. Arriba estaba un chico que me derretía, culiando con una aparecida.

Ahora, lo que pasó después fue un poco trágico-cómico, le escuché decir a la hueona: “¿no se te para?” y Javier solo balbuceaba pretextos incoherentes, después de un rato, la chica bajo media molesta, creo que se vistió y se fue. El tipo ni la busco, ni nada, se quedó acostado allí, creo que se quedó dormido y también mi pico.

Desperté al otro día en completo silencio. Pepé seguía durmiendo en el living, pero con una chiquilla desnuda, los pille y no se alarmaron para nada.

Javier en cambio, no salió a tomar desayuno, ni para ducharse, nada. Fui a ver cómo se encontraba. Lo pille acostado, mirando su celular, le pregunté qué pasaba, me dio puras evasivas, pero noté que no se sentía bien, quizás el imprevisto de anoche le afectó.

Se suponía que las chicas esas volverían al día siguiente, pero las pololas se negaron. Incluso, la polola del Nacho se terminó volviendo a Santiago sola, terminaron ahí mismo, pensamos que era por las chiquillas esas, luego nos enteramos que había sido otra la razón.

Verlo despertar cada día era una maravilla, como se vestía en la pieza, cada vez que lo hacía, me pillaba tomando posición para chequearlo de pies a cabeza, ya era muy obvio lo que hacía, así que aborte misión al día siguiente, eso sí que hice algo feo. Mientras se duchaba, le hurgue la ropa sucia, buscando algún slip usado, así de desesperado me veía, oliendo sus slips manchados con gotitas de semen seco (porque además si había semen ahí, es porque se pajeaba en algún momento ¿no? esa era mi lógica), el olor a hombre era embriagante y lo absurdo y peligroso era el mejor condimento. Mis duchas eran largas estancias de paja pensando en el Javier.

Durante los próximos días, las cosas no cambiaron mucho, salíamos después de almuerzo, bajábamos a la playa o a la ciudad, tomábamos fotos y regresamos para alcoholizarnos más y más.

Una de esas noches no quise tomar. Decidí hacer algo y para lograrlo no podía estar curado, temía achuncharme, pero es algo que debía hacer. Quería contarle a Javier que era gay y que me pasaban cosas con él. Algo en mí sabía que no iba a lograr nada, pero al menos podría sacarme esa presión del pecho. Le pedí que me acompañara a comprar algo, me siguió de una. Sentía que me iba a desmayar del miedo, sabía que el tipo era abierto de mente y todo, pero no sabía cómo podía reaccionar, al final decidí que le contaría que era gay y no que me gustaba.

-¿Sabes? hay algo que quiero contarte… algo que ni mi hermano sabe

-¿Qué eres gay?

-…

-Si po, ¿eso eso?

-Sí, pero… ¿cómo supiste?

-Es bastante obvio, no eres un saco hueá como el Pepé jaja

– Chuta… ¿bien entonces?

-Súper po, hasta tu hermano sabe

-¡¿Qué?!

-Hace tiempo me contó que había pillado porno gay en el compu de la casa y asumió que eras tu.

– ¿Y por qué chucha no dijo nada?

-Porque no quería presionarte a salir del closet hasta que estuvieras listo.

El mundo se sintió tan ligero después de eso. Jamás pensé que mi hermano podría ser tan tierno. Fue tanta información que me puse a llorar ahí mismo, en la calle. Él, con toda su sabiduría me abrazó y me consoló durante unos minutos.Regresamos al depa y seguimos hueviando toda esa noche. Miré a mi hermano ya con orgullo, pero no le conté nada, esperaría volver a Santiago mejor.

Javier me copió y no siguió tomando. Nacho, al parecer seguía algo triste por haber terminado con su novia y se curó raja esa noche. Pepé lo acompañó y se fue con él a la pieza, tenían una cama más grande y al parecer más cómoda que el sofa-cama. Mi hermano con la Cote se fueron al rato, el cansancio acumulado ya era evidente.

Nos quedamos solos con el Javier y mi cabeza comenzó a girar y a girar con ideas imposibles. Lavamos la loza, ordenamos y nos fuimos para la pieza. Se comenzó a desvestir, esa noche era la más calurosa de las que nos tocó. Se quedó en slip, sin polera  y se acostó esta vez en el sofa-cama, al lado. Quería imitarlo, así que también me quede en boxer, apague la luz y me acosté en la cama.

-¿Te molesta si fumo? – me preguntó

– Dale no más

Teníamos las cortinas abiertas y aunque oscura la noche, la luz de la luna le llegaba directamente, tal como un filtro azulado, mientras el humo salía de su boca. Era poesía el nene.

-Y ¿cómo estoy yo?

-¿A qué te referís? le contra pregunté nervioso

-No sé po, así como ¿soy de tu gusto o qué? porque entonces no cacho como siempre me quedaí mirando cuando me cambio de ropa po

Se me cayó la cara. Me reí nervioso no más, y traté de cambiar el tema, pero no hubo caso, quería una respuesta.

-Sí… o sea, estai bien, supongo.

– Ah puta, suena feo si lo decís así

-Jaja, no, no, es que me da algo de plancha esto, recuerda que soy nuevo.

– Sí, creo que yo también.

– ¿Có-mo? ¿cómo?

Se levantó, acostó al lado mío, mirando hacia arriba, mientras le hacia un espacio. Me quedé helado mirando la cama de arriba. Se volteó y me dijo:

-Que yo también creo que soy nuevo en estas cosas po.

Allí entendí todo. No quise decir nada más, solo me acerque lentamente y nos besamos, fue extraño, para nada lo imaginé así en mis fantasías, la realidad era mejor. Éramos dos brutos intentando entender qué hacer y aunque comenzamos despacio, unos minutos más tarde nuestras bocas chocaban como en guerra. Sentía como su pico dentro de su slip hacía presión hacia el mío.

A pesar de tanto beso no me atrevía a tocarlo, mi timidez al límite en acción. Por suerte él tomó una de mis manos y la guió directamente a su pico, lo masajee harto antes de quitárselo y tomarlo a pura piel, nunca había sostenido un pico así, lo agarré fuerte y lo masturbé tan rico sin despegarme de sus labios. Él hizo lo mismo. Nos despegamos por unos minutos para masturbarnos mutuamente, mirándonos a los ojos, con fuerza, con inexperiencia, con alivio.

Ya no aguantaba, me baje de la cama ya desnudo, puse una almohada en mis rodillas, y lo moví a la orilla, para chuparle el pico mejor. Me hizo caso y no perdí el tiempo. Su sabor era superior, sus olores, sus cocos, sus pelos, su guatita por sobre todo era magnético, como si no pudiera físicamente salir de allí. Tampoco quería.

Sí, chupé muchos pico antes, pero en este caso, lo estaba bendiciendo, no puedo explicar muy bien lo que sentía mientras hacía desaparecer su pichula en mi boca, completamente erecta. Sentí que triunfé, dónde esa chica del otro día falló (aunque no haya sido su culpa).  Lo miraba, y aunque la oscuridad no nos dejaba ver mucho, sus tiritones y gemidos me daban la mejor perspectiva de lo que ocurría.

Sentía que lo tenía listo, pero no, no podía parar ahora. Me detuve y volví a la cama dónde nos seguimos tocando, me agarró el poto de una forma tan dura que lo ame, me intentaba separar los cachetes mientras nos besábamos, se escupió la mano y siguió masajeando mi hoyo. 0 miedo, solo quería sentirlo. Se preocupó de dilatarme durante mucho rato antes de hacer algo. Teníamos poco espacio, sí, pero también era  un desafío. Me acomode y acosté, sujete mis piernas con mis manos y levanté el poto, dejando listo el camino, el se puso en posición, se escupió los dedos y me los metió, primero uno y luego dos, ni me dolía, solo quería su pico ya, no se hizo esperar, se abalanzó sobre mí, me dolió un poco sentir su pico y todo su peso, pero me aguante, preguntó si iba todo bien, le mentí, sabía que me acostumbraría y así fue, todo el dolor se disipó al minuto.

Ahora, con todo su cuerpo sobre mi, ni ganas de pajear me daban, solo con su pico en el hoyo hasta el fondo bastaba, tan caliente, tan húmedo, tan extraño a la vez. A veces se salía, pero me la ponía de vuelta rápidamente. Sus gotas de sudor caían de su cara, hasta la mía, sus labios se sentían mucho más sabrosos en el acto. Nos cansamos rápidamente y nos fuimos al sofa-cama.

Me puse en cuatro y tiré la cabeza para adelante, tenía todo mi culo para él, lo abrí con mis manos y sin advertencia volví a ser penetrado. En cuatro fue cuando agarró papa, le tuve que decir que bajara las revoluciones porque nos podían escuchar, pero no le importó mucho, se notaba lo ebrio, pero no de alcohol, de sexo y era mi hoyo lo que lo satisfacía. Me agarraba del pelo, me tiraba hacia atrás solo para besarme en el pelo, para recorrer mi pecho con sus manos gruesas, yo intentaba encorvarme completamente para que ese pico sintiera toda mi estrechez de culo.

Sentía su cariño, sentía que quería que la pasara tan bien como él lo pasaba y funcionaba de maravilla, sentía mi poto ser tiernamente golpeado y aunque no fue la última vez que lo hicimos, por ser la primera siempre tuvo esa carga especial, ese miedo también a que nos pillaran, esas ansias a hacer las cosas, sin importar que nos equivocaremos.

Paramos un rato, nos reímos despacito. “La media volaíta…”

Retomamos a los segundos, me acosté como la primera vez, levanté las patitas, él las puso en sus hombros y siguió cavándome duro, tan duro. Sentí que se iba a ir luego, así que me apuré, me pajié tan duro y terminé primero, con su pico haciendo estragos dentro, ¿Cachaí esos orgasmos que te retuercen completamente?¿esos que te cambian la vida? así quede, embarrado de mi semen también, en el pecho, hasta la cara, se calentó más mi compadre, la sacó y me dejó toda su leche encima, en el pico, los cocos, era una sarta de residuos masculinos. Respiraba tan fuerte que tuvimos que descansar antes de poder hacer cualquier otra cosa.

Se tiró a mi lado, y quedó bajo mi brazo, le hice cariño, yo quería ir al baño a limpiarme, pero no lo hice, me quede a su lado, haciéndole cariño hasta que se quedó dormido en mis brazos. Despertamos como a las 6 de la mañana, nos vestimos y seguimos durmiendo, esta vez cada uno en su cama, por miedo a que el Pepé llegará de imprevisto, pero con nuestros manitos tomadas.

El día siguiente fue igual que los anteriores en cuanto a rutina, pero con algunos cambios, cuando el Javier se cambió de ropa en la pieza después de la ducha, aproveché de chuparle el pico, hasta le mordí un cachete. Le gustaba y se ponía súper caliente saber que podrían descubrirnos.  Lamentablemente habíamos descubierto nuestras ganas y atracción en la penúltima noche. Decepción, pero al menos nos quedaba una noche más para hacernos cagar.

Comenzamos a tomar temprano ese día, dejamos un ron especial para esa noche, uno bien potente. Noté que el Gonza tomaba más de lo habitual, no lo pesqué, salió a la terraza a fumarse uno con la polola, mi hermano se veía feliz, todos nos veíamos muy felices para ser la última noche. Era temprano todavía, me dieron ganas de mear, fui al baño y allí escuché un grito horrendo, salí casi con la pichula afuera, noté que la puerta principal estaba abierta, el Pepé, el Javier y el Nacho habían salido corriendo, no entendía nada. Pillé a la Cote en la terraza en estado de shock, siendo consolada por la otra chica. No entendía nada. Me acerqué a la baranda, miré hacia abajo y caché que mi hermano se había caído del tercer piso. No hubo una última noche en viña.

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