El pololo de la Pancha
La Pancha era mi mejor amiga desde primero medio, éramos inseparables.Compartimos todo, menos los pololos, al menos eso pensábamos.
Cuando cumplimos 20 nos fuimos de viaje al sur, a acampar. Se suponía que iríamos con nuestras parejas, pero mi pololo me pateó unos 3 días antes, no tenía ganas de ir, pero me motive igual al final ¿por qué? por el Gabriel.
Gabriel y pancha llevaban menos de dos meses. El tenía unos 4 años más, estudiaba educación física, era un ex gordito, bien maseteado, barbón y peludo de ojitos claros medios verdosos. Si tenía una oportunidad de verlo en pelota en vivo, la iba a aprovechar, la Pancha alimentaba mi morbo mostrándome las nudes que le enviaba, ¡tremendo pico! hasta pedí que me las enviará.
El cabro no era para nada tímido. Pasaba los fines de semana enseñando a señoras de la tercera edad a bailar zumba, mientras pasaba las noches carreteando y tomando mucho, según la Pancha. A ella no le parecía molestar ya que “tiraba muy rico”, de esa forma lo justificaba.
Nos juntamos en el terminal en la noche, el hueón venía con unos short a pesar del frío, filo. Ellos viajaron en los asientos en frente mío, fue un viaje largo y extraño. Desperté cómo a las 3AM escuchando unos ruidos raros, era obvio lo que estaba pasando… Se la estaba chupando en el bus, no me sorprendía de ella, era muy loca. pero sí me prendía pensar que solo al frente mío estaba este hueón con el pico al aire ¡oh dios!
Llegamos al camping en la tarde. Estábamos hediondos y cansados. Teníamos solo una carpa. El Gabriel se encargo de levantarla, actuaba como macho alfa. El sabía que era gay, así que no le daba color, menos compartir la carpa.
Como viajamos en temporada baja, no nos acompañaban muchos turistas, solitos prácticamente. Nos metimos a la carpa para escapar del frío. Allí nos bajamos una botella de pisco entera, ni siquiera teníamos bebida, así que fue a puros cortitos puritanos.
Muy fiel a su estilo, Gabriel nos bailó muy sensualmente al ritmo de un tibio reggeaton que sonaba desde celular de la Pancha. Yo lo iluminaba con la linterna de mi celular, las risas se escuchaban más fuertes que el reggeaton. Era todo un jugueteo muy inofensivo, quizás para ellos, pero para mi no, estaba con el corazón a dos manos, en especial cuando se sacó la polera, el short y quedó en zunga, como se notaba el hermoso paquete que se gastaba, se pasaba las manos muy seguido por allí o se daba vueltas y nos hacía un twerk.
– No te emocioní cabrito – Me decía jugueteando, se agarró el paquete y continuó – que esta es solo de mi panchita.
Nos quedamos dormidos no sé a qué hora, el Gabriel al medio. Fui el primero en despertar, estaba ahí tirado, a su lado, sintiendo su rodilla, su pie, junto a mi pie. Cada vez que se movía rezaba para que se me pegara un poquito más, no me atrevía a más, menos ahí con la Pancha solo al otro lado. Se destapó y se acostó de guata y siguió durmiendo, el potito se le veía como una hermosa montaña.
La Pancha se despertó al rato, nos mandó a ducharnos rápido para tener el día para salir a pasear. Así que partimos, yo feliz de la vida, si tenía una oportunidad de ver lo que hay detrás de la zunga. Se puso solo el short y partimos.
Nos fuimos hablando de cualquier hueá, cuando llegamos cachamos que aparecieron todos los hueones, las duchas estaban llenas.
Cada cubículo tenía su ducha, una puerta y pestillo, había mucho espacio dentro para dejar la ropa y todo. Cachamos que otras personas estaban pasando de a dos para ahorrar tiempo, así que nos metimos apenas se desocupó una.
No esperó nada, se sacó la zunga de una y abrió el agua caliente. Me quede helado y no por el frío, su pico era más de lo que podía soñar, calculaba matemáticamente si incluso podía meterlo en mi boca. Calculé unos 20 cm aproximadamente, unas bolas gordas y bien apretaditas (por el frío), bien peludo, bien hombre de leñador. Tenía un cuerpo trabajado y se notaba.
–Apúrate po’ hueón, si no te voy a comer- me dijo
Me desnudé rápidamente y lo acompañé. La ducha comenzó con un chorro potente y abundante, pero después de un minuto y de golpe se transformó en solo un hilo de agua caliente, así que nos tuvimos que acercar bien para que nos llegará, tan cerca que nuestros picos chocaron, el se rió y solo dijo “chita”y siguió aplicando jabón.
No me movía mucho, el en cambio iba para allá, se ponía shampoo, se pasaba las manos por las presas, se enjabonaba. Se limpiaba el poto. Te juro que solo quería manosearlo, juntar nuestros cuerpos jabonosos. El cachó que ni siquiera me había puesto shampoo, solo me cubría el pico, por miedo a que se parará.
- Ya po, sino después nos va a retar la Pancha– me retó
Tomó el shampoo, me puso mucho en el pelo y empezó con sus manos a refregarlo como si fuera un papá, muerto de la risa. Con la espuma bajó limpiando, llegó hasta pico y no paró ahí, me manoseó diciendo “ya, tula limpia”. En ese punto, no sabía que quería, ¿estaba coquetando? ¿Quería que respondiera? ¿así son los heteros todo el tiempo? ¿Qué chucha estaba pasando?
La cosa es que ya no aguante más, se me paró y la forma de tomar la iniciativa fue no ocultando la erección. El hueón la vio y se rió, me sentí pésimo.
-Compita, no soy gay, sorry– me trató de calmar.
-Sí sé, sorry, es que… no sé – Le respondí avergonzado
-No se preocupé, si me da igual, mira toca… no me pasa nada – y se apuntó al pico.
¿Ahora el hueón quería que lo tocará? de a poco fui cachando su volá rancia. El hueón no era gay, pero le gustaba que lo vieran como un objeto sexual, independiente si excitaba a hombres o mujeres.
Me negué, pero insistió. Se la agarre con una mano y me sobraba mucha tula, era muy gruesa, la más grande que había tenido en la mano, su cabeza era gigante. Le encantaba que le dijera que tenía una pichula gruesa. “¿Te gusta?, ¿te gusta no?”, me lo habrá repetido unas cinco veces. Jugaba con sus cocos, y luego le agarre los cachetes caré raja, ni se incomodó. El agua seguía corriendo.
Ya tenía las bolas azules, quería puro pajearme allí, quería chupársela, pero ahí me paró en seco.
“Ponte allá” me retóy apuntó el borde de la ducha, me moví y me dijo “pajéate”. El se quedó allí no más, terminando de ducharse, mostrándome el poto, jugando como un pendejo. Estaba al borde de eyacular cuando se acercó de nuevo y me puso su mano fuertemente contra el cuello y me obligó a que terminará: “acaba culiao”, y dios, creo que lo ensucié, creo que saltó para todos lados, no pude ver bien porque me tenía bien agarrado, fue la acabada más intensa de mi vida, sin huear, sentía que me iba a escapar el alma por el pico. Me soltó, volvió a la ducha, apagó el agua y se vistió en silencio.
Luego de la paja, la culpa. Lo miraba en el camino de vuelta tratando de buscar una respuesta en el, cualquier cosa. Le hablé por miedo “no le digamos nada a la Pancha de lo que pasó por fa” le pedí como suplicando, “¿qué hueá? si no pasó nada po jaja” y me tranquilice.
Llegamos, la Pancha ya se había duchado, salimos a recorrer y olvidamos todos, la pasamos muy bien. El Gabriel no se cansaba, nosotros íbamos para la cagá recorriendo el borde del lago. A la vuelta nos metimos a la carpa temprano, cansados nuevamente pero con ganas de huear un rato.
Todavía nos quedaban provisiones de alcohol y las usamos. A los minutos ya estábamos jugando a verdad o penitencia. Todo muy bien, hasta que le tocó el turno al Gabriel, el hueón pidió penitencia y la cabra mala le dijo: “Ok, bésate con el Cristián (yo), pero… debe ser un beso largo, no un piquito po’”. Mi risa nerviosa no pasa piola, para nada, el el sujeto se movió del otro lado de la carpa y prácticamente me comió la boca al frente de su polola, nos interrumpieron las risas de la Pancha, Gabriel al parecer se calentó y comenzó a besarla y luego la Pancha se agarro conmigo a besos. La carpa fue agarrando calor.
La Pancha se comenzó a sacar la ropa. Me quedé con el Gabriel al medio, hincados y besándonos, me sacó la polera, y me apretó fuerte de las caderas. Ahora el era el turno de la chiquilla, estaba solo en su tanga. El hueón se bajo el buzo y nos agarro las cabezas y nos dirigió a su pico. Los dos atacando al mismo tiempo, el solo se dedicaba a gozar viéndonos a los dos devorando su pichula, y es que era el trabajo perfecto para dos personas.
A pesar de que ya había visto a mi amiga en pelota, esta era la primera vez que la veía, de esa forma. se puso en cuatro esperando que su hombre la penetrara, me quede acostado y la chiquilla me agarró el pico y lo puso en su boca. Ahora si estaba completamente perturbado. Pero no iba a parar, si este era el precio de acercarme más a su hombre, lo iba a pagar. Me concentre en escuchar los gemidos del hueón, estaba tan oscuro.
Luego cambiamos, quedamos los tres en pelota, tirados, tocándonos los cuerpos, sudando, ya no sabía de quién era qué. De pronto una barba se cruzo con la mía y un susurro me advirtió “te la voy a meter”. No me hice de rogar, me puso en cuatro, me tiro un escupo y empezó a introducirlo lentamente, dolía a cagar, la Pancha se puso frente a mío, besándome, dándome apoyo, “Tu puedes, sé valiente, aguanta ese pico”, como si la situación no era bastante extraña.
El hueón era una bestia, no le importaba que estuviera sufriendo, estaba demasiado concentrado en el mismo. Sentía que me iba a desgarrar, me acosté para sacarla de mi hoyo, pero el insistió, me la metió allí tirado sin anestesia, el dolor todavía hoy me asusta, puso su brazo fuerte junto a mi cuello y sentía que me iba a desmayar. Sentía que me estaba castigando, pero a la vez ese dolor se iba convirtiendo en placer, me relaje y de ahí pura ganancia.Gabriel gemía como una bestia herida, a punto de estallar.
Me dio vuelta y la empezó a meter nuevamente, con mi pico al aire la Pancha aprovecho de ponerme su choro en la cara, estaba tan caliente que comencé a chupársela mientras su pololo intentaba preñarme. Fue una hueá muy loca.
Todo paró cuando el hueón grito “Me voy”, nos paramos rápido, y nos hincamos, esperando su leche, fue muy amable de compartirla con ambos, le saltó como una bestia, nos besamos con las bocas llenas de su semen. La Pancha me agarró el pico y me empezó a pajear fuerte, El Gabriel la ayudó, y si la acabada en la ducha fue frenética, esta se gana una medalla olímpica por salto largo, nos reímos, nos echamos y nos dormimos. Al otro día, el olor a pico y choro era horrendo, pero rico recordar el porque. Amanecí al medio, con este par de enfermos abrazándome, pegajosos y satisfechos.
Al día siguiente yo estaba pa’ la cagá, no me sentía cómodo con lo que había pasado. Ellos no le dieron color, todo siguió en los siguientes días como si nada. Regresamos a Santiago y con la Pancha nos distanciamos en las semanas siguientes.
Ella lo notó y nos juntamos a conversar, allí me confesó que estaba enamorada de mi hace muchos años, todo esto del viaje era una forma de poder estar conmigo, su pololo era más bien un amigo rico y hueviado que me hiciera caer en la trampa. No hablamos desde ese día. A veces la extraño y me gustaría llamarla… solo para preguntarle el contacto del Gabriel.
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