Los Espartanos III



Se transformó en una meta encontrar a los otros hetero-hueviados del grupo. Me calentaba caleta pensar que uno de esos culiaos se dejaba chupar la pichula estando curados. ¿Quién más?.

¿Podría ser el Michael? Era el más masculín y “varonil” del grupo, pasaba gran parte del día en el GYM, brazos llenos de tatuajes genéricos y uno en todo su pecho, de tez morena. Las minas siempre pensaban que era brasileño, hasta que se le salía lo chileno. Michael era de pico grueso, aunque corto, quizás por los esteroides que presumiblemente consumía. Se depilaba completamente, imagino que para que se le viera más grande. En las duchas nunca fue tímido mostrando sus cosas. Nunca le conocimos polola, porque la cambiaba por mes, aunque siempre eran culonas, de esas típicas famosas de Instagram. Era como uno de esos flaitecitos que no quieren serlo, pero inevitablemente se les nota. Me parecía tan tierno. Una de sus frases más usadas era el “esa huea es de maraco hueón”. Machito heteronormado típico.

¿Sería el Roro? Era el que más hueviaba todo el tiempo, en las duchas le gustaba subirse el slip hasta arriba, simulando un colaless, tenía el poto más blanco que he visto. El Roro era un flaco, moreno, siempre lo encontrabas con un buzo del colo, orgulloso, un payaso inofensivo, un hueón alegre, el alma de la fiesta. Tenía una polola eterna, la Marse, una chica media gordita, pero amorosa a morir, le aguantaba todo a este pelotas, tenía una paciencia digna de María la Virgen. Roro no le tenía miedo a la intimidad, le gustaba abrazar y era de los que más toqueteaba en el camerino, siempre con la talla a flor de piel.

¿O quizás era el Nitro? Nunca supe su verdadero nombre, solo lo conocían por Nitro. Le gustaban los autos, siempre hablaba de ellos, incluso aburría un poco. Era bien reservado, de esos que se ducha con ropa interior, pero que demostraba tener un buen paquete. No lo conocíamos mina, lo molestaban que su auto era su polola, y era muy probable, gastaba mucho en él, lo arreglababa, enchulaba y todo. Era el más mino de todos, no porque tuviera un cuerpo increíble, sino que tenía una carita angelical, era medio rubio, hablaba bien, algo flaco para mi gusto, pero simpático y buen amigo.

Pero estaba en una encrucijada ¿cómo lograría darme notar cual de los hueones era? Se me ocurrieron varias ideas. La primera la puse en práctica a la semana.

Resulta que jugamos un partido con unos amigos del Mario. Jugué pésimo, no me lograba concentrar pensando en qué haría en las duchas. La cosa es que perdimos, me culparon, pero filo, partimos a las duchas, aunque noté el Roro no venía, se quedó hablando con polola un rato, lo bueno es que apenas terminó el partido comenzó a tomar al tiro unas chelas. Así que alargue el tiempo en el camerino, así como que revisaba mi teléfono o conversaba algo importante con alguien. Nadie me prestó mucha atención.

Michael mientras, se bañó rápido porque tenía un compromiso con su familia, así que lo había descartado. La mayoría ya se había ido, así que filo, me rendí. Pensé que este hueón se había ido todo hediondo con su polola. En fin, decepción. Me desvestí, agarré mi toalla y me fui a las duchas, estaba solo, así que comencé a pajearme, estaba tan caliente, miraba para atrás a cada rato pa’ ver si alguien venía. Estaba en eso cuando escuchó al Roro gritar. “Wenaaaaaaaa, me esperaste”. Oh el culiao casi me mata de un susto.

El hueón se empelotó de una y se paró al lado mío. Yo trataba de no mirarlo fijamente porque tenía todavía la pichula parada po. Me pidió prestado shampoo, le dije que sacará no más. Me hablaba de cualquier hueá al mismo tiempo que se comenzó a jabonera y yo así, frío, mirando para adelante. Luego, me di cuenta de algo. Si quiero cachar quién es el otro hueón curioso del grupo, ¿debo tomar ciertos riesgos no? Me pare firme, y en vez de ocultar la erección, la mostré más, total tengo harto que mostrar. No la notó al principio este hueón, así que fue paciente.

-Shaaa, ¿está emocionado compadrito?

-Un poco – le respondí coquetamente

– Oye, como lo hacía para depilarte ahí? Tenís algún truco pa que no pique la huea?

Le dije que iba a un lugar dónde lo hacían de una, era más fácil y no picaba tanto. Ahí fue cuando me dijo: “Permiso”, y me agarró el pico de una, quede frío “hueón, dame el dato, te quedo suavecita la penca”. Todavía no lograba determinar si estaba siendo el Roro, o quería algo más. Así que le agarré la suya también, total, pico por pico. Saltó un poco, me asustes. Se río y me calme.

No dijimos nada más, nos quedamos manoseándonos los picos bajo el agua. Como que ni nos pajeabamos, solo nos hacíamos “cariño”, mirándonos las pichulas. Levantamos la vista como al mismo tiempo y entendimos con la mirada lo que estaba pasando.

El hueón me hizo un gesto para que me agachara, lo hice con gusto, pero antes de poder chuparsela, me dijo: “¿te han meado alguna vez?” Y lo hizo en mi cara, pasando por mi pecho y hasta más abajo, me encantó, hasta ese momento jamás me lo habían hecho, pero por alguna extraña razón lo ame, me calentó más que la chucha y se la chupe apenas termino. Me la trague de una, como desesperado, hasta los cocos me quería tragar. Quería mamarsela mejor que su polola, sabía que lo hacía, lo veía en su cara y en esos tiritones que se mandaba cuando jugaba con mi lengua en su cabecita

El agua seguía corriendo. Me recordaba mucho a la otra escena con mi primo y el Mario. Locos de mierda. Ahí estaba chupandole el pico a otro de los hueones, tan heteros que se ven, sin embargo con el mínimo esfuerzo se sueltan, al menos estos.

Roro me tenía sorprendido, se la chupe solo un rato cuando me soltó, me hizo parar y comenzó a chuparla como si fuera no sé, la única oportunidad en la vida, casi me la rompe, no tenía idea de cómo hacerlo, así que lo paré al minuto. Hice que se parara y le corrí la paja más rica de su vida, mientras le besaba el cuello. No duró mucho más.

Cuando ya lo tenía listo, agarré ambos picos y comencé a frotarlos, el hueón acabo encima del mío y yo acabe encima del suyo, que hueá más rica, nuestros jugos nos servían para refregarnos ese lío que teníamos, el hueón jadeaba como si hubiese corrido 30 kilómetros. Tenía un rostro de satisfecho, de aliviado.

Yo en cambio, quedé con la pichula adolorida eso sí.

El hueón apenas acabó como que le vino la culpa encima.

-Oye, que esto quede entre nosotros, por fa no le contí nada a la Marce – me pidió afligido mientras se secaba.

-Cómo se te ocurre que le voy a decir a la Marce hueón, no, tranquilo amigo, esto muere aquí, aunque tenís que aprender a chupar pico hueón – se lo dije como para que se relajará en tono de broma, pero seguía afligido.

Me acerque de nuevo y le di un abrazo (seguimos piluchos eso si), el me respondió de la misma forma, muy apretado, sentía que tenía una carga muy rara, le dije que cualquier cosa podía confiar en mi. Asintió y nos vestimos. No hablamos de nuevo del asunto.

Bueno, supongo que estaba conforme. Había encontrado al último curioso del grupo. Así que mi meta estaba cumplida ¿cierto?

Pasaron los días y recordé que me quedaban pocos días en Viña. Para despedirlo, mi primo y el Mario armaron un carrete improvisado en la casa. Fue un sábado, llegaron casi todos los hueones, sus pololas y como siempre, otras que no había visto en la vida.

Ni el Roro, ni el nitro pudieron ir. Me dio lata lo del Roro, pensé que podía ser por lo qué pasó el otro día, según el tenía un compromiso en la casa de su polola, así que filo. Mario estaba hecho pico, demasiado temprano la verdad, fue el primero en caer, pobre.

El Michael llegó de los últimos, súper tarde. Estaba algo ido. Bailo un rato con las chiquillas. Se salió al rato y se me acercó para pedirme una chela.

-Estai matando – le comenté

-Como siempre no más perro, pero necesito sentarme hueón, estoy hecho pico- le mencioné que arriba había un sofá, abajo estaba todo lleno de chaquetas, carteras, mochilas.

Agarramos un par de chelas y nos fuimos para arriba. 0 mala intención. Lo juro, ni se me pasaba por la cabeza nada.

-Así que te vas el lunes me contó el Mario – me preguntó

-Sí, ya se me acabaron las vacaciones, nada qué hacer- le respondí.

Igual estaba mega incómodo, si no tenía mucho en común con el grupo, con el Michael, menos, éramos completamente distintos. Él, un altar de la heterosexualidad y yo, el primo cola y de su amigo.

-Al menos la pasaste bien ¿no?

-Sí, estuvo entretenido…

-Sí po, si supe… que la has estado pasado de lo lindo – quedé helado.

No dije nada, solo risa nerviosa y mirando para todos lados. Le ofrecí otra chela para cambiarle de tema, aceptó, se la tomó al seco, y luego otra en menos de un minuto. ¿Qué estaba haciendo?

-Oye hueón, ¿por qué no me chupai el pico un rato? – me lo dijo tan agresivamente qué pensé que estaba enojado, me paré para irme, y me tomó la mano. Me miró y cache que no estaba hueviando.

Chuta, estábamos en el segundo piso, no había nadie, qué mierda, filo. Andaba con unos jeans más apretado. Lo desabroche, y ya la tenía algo parada. Y se la mame ahí mismo. Me acomodé, no me costó para nada tragármela de una. El me decía cosas como “eso, así, despacito hueón, así…”

Escuchamos que alguien venía así que paré, se alcanzó a tapar, era una loca que estaba perdida y media curá, le eché rápido, me volví a el y me esperaba con su pico depilado ahí. Le ofrecí que fuéramos a la pieza. Se paró con los pantalones abajo, llegó a la cama sin decir ni una hueá y se tiró. Se terminó de bajar los pantalones y el bóxer, se puso las manos encima de la cabeza y me dijo: “siga”.

Me tiré de una, estaba tan marcadito este conchesumadre. Siempre lo imaginé fome en la cama, pero ahí estaba, como si eso importará ahora.

Me agarraba la cabeza y me guiaba a su pico lentamente, me calentaba eso, pero prefería tener el control, así que le quite las manos y comencé a chupársela más fuerte y profundo. El hueón se quejaba rico, tenía una voz grave. Sus gemidos eran el mejor índice de satisfacción al cliente.



“Chupame los huevos”, hueón, se lo comí todo, pasaba la lengua cada vez más abajo, hasta arriba. Quería saber hasta dónde estaba dispuesto a recibir. Le pase la lengua por el hoyo hasta arriba y sentí como su cuerpo lo recibió, le encantó. Me pidió que lo hiciera de nuevo, así que no me hice de rogar. Mientras le pasaba la lengua por el hoyo lampiño, lo pajeaba.

Lo que pasó después, todavía no lo entiendo. El hueón se dio vuelta, dejándome el poto enteró para mi. No me hice de rogar y le hundí la cara ahí. Con una mano intentaba llegar a mi cabeza como para que me quedara allí. Amigo, no tenía planes de salir de ahí por un buen rato. Con mis dos manos separaba sus cachetes, los manoseaba, lo abrazaba, lo escupía y jugaba con el.

Musculín culiao, hasta su culo estaba paradito y durito. No me aguante, le tiré un escupo y le metí un dedo ¿total qué podía perder a estas alturas?. Se quejó, pero no me pidió que lo sacará, así que seguí metiéndole un dedo, luego dos, costó, se estiraba sobre la cama, se quitó la polera sin mangas que tenía y me dijo: “metemela hueón”. Le dije que no tenía condón, me contesto que así no más.

El hueón estaba en cuatro, con la espalda encorvada, con el culo dilatado ya, listo y dispuesto. Me desvestí en un tres por tres. Me escupí la pichula, y se la metí despacito, pero no quería despacito.

“Ya po culiao, culeame duro po conchetumadre, no seai maricon hueón”

Estaba confundido, pero no menos caliente. Le dí lo que tanto pedía, me lo culié con tanta fuerza, igual este bólido jamás le hubiese causado real daño. Pero cache que le estaba gustando porque gemía cada vez más fuerte, como una bestia en celo. Le dije que se calmará un poco, que nos podían escuchar.

Dato divertido: Nunca se quito las zapatillas.

Me mandó a callar con improperios y filo, la música fuerte disimulaba todo. Quise darlo vuelta para probar otra pose, pero no quería, solo quería ser culiao así, en cuatro, tampoco me queje. Tampoco se movía, solo recibía el pico, tampoco se pajeaba. Fue un follón muy raro. Pero no me quejo. Me paré encima y puta, me sentía como un chihuahua culiando un pitbull.

La hueá estaba muy rica, el huéon estaba apretadito, sudaba rico, su espalda dura se veía hermosa rebotando en mi pico. Pero puta, paso lo inevitable: después de unos minutos, ya no podía resistir más. Le grite que me estaba yendo.

“Acabame en el hoyo, culiao”

Shoooooo, quise parar, ser cortés y echárselo en la espalda, pero no pude, le acabe en todo el poto. Ni me contuve, le grite toda la hueá mientras de mi pico salía el néctar que tanto quería directamente inyectado en sus nalgas de acero.


Me desparrame encima de el, eso fue una buena, se paró, se dio vuelta, me dio vuelta y me acabo en la cara, le abrí toda la boca para recibir su semen, me lo trague ahí mismo, el hueón le calentó esa huéa, como que me dio un beso súper brusco, onda el tipo animal. Se paró al baño, estuvo un rato, salió como si nada, se vistió sin decir nada y se fue a bailar. Parece que jaló en el baño o no entiendo su energía.

Me vestí, fui al baño, me limpie. Este hueón me había succionado la energía, por eso lo hacía, estaba seguro que era como una especie de vampiro maraco que succionaba la energía de sus víctimas por el chico. En fin, me acosté un rato para descansar, pero ya no me levanté hasta el otro día.

Definitivamente estas vacaciones necesitaban un final así de sórdido y así fue. El lunes regresé a Santiago, lleno de recuerdos extraños, pero que me acompañaron en innumerables pajas.

Volví en unos meses a Viña, pero el panorama fue distinto… se había quebrado la hermandad. Al parecer había sido mi culpa.

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