El colega de mi viejo I

¡Como odiaba los paseos de fin de año de la empresa de mi papá! Nada peor que pasar un día de verano rodeado de puros viejos aburridos. Las mamás se juntaban a un lado a preparar las ensaladas y cahuinear, mientras los hombres rodeaban el asado junto a unas chelas de mala calidad.



Era horrendo, porque tenía 18 y miles de otros lados mejores en dónde estar, como por ejemplo: mi cama, viendo porno, pajeandome hasta dejarme las bolas secas, ¡pero nooo! me sentía atrapado en una especie de parque hasta dios sabe qué hora.

Para colmo, no había gente de mi edad, era el único torturado allí, todos los demás eran pendejos de la edad de mi hermana, así que o estaban en la piscina tratando de matarse los unos a los otros o corrían como desesperado por todo el complejo hasta sacarse la chucha.

Por suerte, no todo podía ser tan malo. Cuando fui al camerino a cambiarme el traje de baño, noté a varios papitos mientras se cambian. La mayoría hecho mierda, así que tampoco fue muy lindo. Bolas caídas, picos inexistentes, mucho pelo. Ay por dios.

Además me encontraba justo en mi etapa media ridícula. Llevé un libro y me senté a un lado de la piscina, no tenía ni la más mínima intensión de refrescarme en una mezcla de cloro y orina, no, hasta que apareció el Rubén.

¿Cómo te explico a Rubén? Era uno de los colegas de mi viejo; el wuasho más rico de por allí (aunque eso no era decir mucho la verdad). Creo que tenía unos 35 años por ese tiempo, era un moreno, barbón, muy barbón, medio maseteado y con pancita, se notaba por sus brazos que era muy peludo. Usaba unos lentes gruesos que ocultaban unos ojos cansados, verdosos como para morirse. Muy oso el cabro, tanto que me daba algo de vibra, pero claro, tenía una polola y embarazada la hueona fue, hasta en traje de baño.

El hueón me pilló a la orilla haciéndome el interesante con un libro de Isabel Allende.

–¿La Ciudad de las Bestias? ¡buena! lo terminé la semana pasada, muy bueno– me comentó y yo así como “¿por qué me estás hablando?”.

–Sí, es bueno, ya quiero leer el segundo, dicen que es mejor – le repliqué

–No sé si mejor, pero está entretenido hasta el momento– comentó.

Yo asentía así como “claro…”, pero en mi mente pensaba: “Quítate la polera, quítate la polera, quítate la polera”. Me preguntó porque no me bañaba en la piscina, y le dije cualquier chiva.

Insistió en que aprovechará, total era una piscina y había que aprovechar. Le dije que iría más rato. “Bacán” me dijo y se fue corriendo a la piscina junto a su pololita, se saco la polera y se tiró un piquero.

A Rubén lo conocí unos meses antes, en un carrete en la empresa, como era el más joven del grupo, era el único colega de mi viejo con el que me entendía, aunque sea un poco. Era el único al que le podía decir Pokémon y sabría que no lo confundiría con Digimon, ese nivel de entendimiento.

El tipo tenía fama de ser así, amistoso. Mi viejo siempre llegaba contando alguna anécdota de este tipo. A veces ni podía terminar porque se reía mucho. Era muy simpático y además buen compañero, al parecer.

Me quede un rato mirándolo, observándolo. Como se movía, era lento, era como un Snorlax sexy, no es que fuera gordo tampoco. Hasta ese momento solo me gustaban hueones musculosos o flacos lampiños, muy estereotipo, muy porno normado. Pero este hueón me hacia cuestionar todo esto (para bien).

Pensaba ¿cómo sería ser culeado por alguien como Rubén? y la respuesta me calentaba demasiado. Imaginaba montando su pico grueso y peludo, rebotando rico, agarrando con fuerza sus pezones o en cuatro, siendo penetrado, el hueón se tiraría encima de mi dejándome casi sin aire, pero muy caliente. O se la chupaba por debajo de una mesa, hasta que me acabará en toda la cara. Imaginaba que sabía comer bien, así que también podría hacer milagros con esa lenguita, mi hoyo llegaba a reaccionar con tantas ganas. Todas esas visiones me pasaban mientras lo miraba sumergiéndose por la piscina.

Que envidia me daba su polola. Ella podía disfrutar de su pico y además reírse de sus chistes.

La inspiración se me cortó rápidamente. Mi vieja me llamaba con un grito certero, me paré de una, pero recordé que tenía la mansa erección por tanta imaginación, me volví a sentar de una, pero los gritos de mi vieja seguían incrementando, le grite que se me había dormido un pie y que me esperará un poco, “ufff, safé” pensé.

Mi vieja me avisaba que se tendría que ir ahora con mi hermana porque algo le cayó mal y se sentía mal, igual eran recién las 3 de la tarde. Me preguntó si me quería ir con ella, le dije que no y menos mal que lo hice, fue por instinto.

Pasó el tiempo, aproveche de meterme a la piscina un buen rato, ya cuando todos se habían ido prácticamente. Mejor, así no choco con nadie, ni me topó con nadie, mi viejo seguía conversando con algunos de sus compañeros, aunque la mayoría ya emprendían el regreso. Yo no me preocupaba, seguía flotando en el agua. Rubén al parecer se había ido hace un rato, sin despedirse, muy raro de él.

Filo, escuché a mi viejo que me gritaba desde lo lejos que me saliera para que nos fuéramos a la casa. Agarré mi toalla y me fui a las duchas, ya no quedaba nadie. Habían dos tipos de duchas, unas abiertas y otras con unas cortinas para más privacidad, me fui por ellas porque vergonzoso po.

Terminando de ducharme, corté el agua cuando caché que llegó otra persona. Me puse nervioso, porque qué plancha. Mire por entremedio de las cortinas y era el Rubén po. No se había ido. Se estaba duchando en una de las hueás abiertas y dios mío. Le veía toda la raja, gigante, redonda, como un planeta, peluda y hermosa. No salí. Me quede allí pero por inercia, quería ver si podía ver más. Él no notó que lo observaba como un voyerista cualquiera.

Se arrojó jabón en todo su cuerpo, y se dío una vuelta que me dejó verle el pico y conchetumadre, era el medio pedazo de carne, on chorizo solo visto en pornos como Tim Tales, sin exagerar era lo más grandote que había visto hasta ese momento. Allí aparecía, todo enjabonado, con los cocos sueltos, y harto pelo.

Obvio que a esa altura tenía el pico más parado que un milico un 18 de septiembre. Me pegaba para que bajará, pero no había caso, para aliviar algo, aplique paja, pero cagado de miedo.

En eso, entró otro de los colegas de mi viejo y se comenzó a duchar al lado del Rubén, conversaban de cualquier cosa. Parte de mi pensaba: “hueón, mi viejo me está esperando, me va a matar”, pero la otra parte gritaba: “sal de ahí y chúpale el pico a todos”.

Pasó harto rato, ya no podía salir de la nada y decir “hola amigos, estaba encerrado allí mientras los veía ducharse, saludos”.

No sabía mucho que hacer hasta que el papito se agacho a chuparle el pico al Rubén. Quede pal pico. ¿qué pasaba? cómo tan care raja. Qué rabia. ¿Por qué no era yo?. Los hueones se agarraban los picos, se pajeaban, se la chupaban rápido y se separaban si escuchaban a alguien y volvían a lo mismo, así como un cruising.

No estuvieron mucho tiempo así. Rubén finalmente le tomó la cabeza a este otro compadre y le acabo en la boca. Acabé como al mismo tiempo casi insanamente, intentando no hacer ruido. El otro tipo se lavó la cara y se fue rápido, también lo esperaban… ¿quizás su esposa? quién sabe, viejos pervertidos.

Rubén cortó el agua y se movía hacia las bancas para secarse. Yo seguía escondido con temor a salir, pero ya no podía seguir esperando en verdad. Salí como haciéndome el hueón, despacio para que no me viera y por un momento pensé que lo lograría, pilucho caminando hacia mi toalla cuando escuché mi nombre.

Me di vuelta y le dije “Ahh Rubén, ¡hola!” así, desnudo, en frente de este otro hueón desnudo. El tipo no me dijo nada, solo me miró como sorprendido ¿Qué me iba a decir? “Oye, ¿viste el show que me pegue con el otro hombre casado?” no lo creo.

Agarré la toalla para cubrirme porque se me paraba de nuevo. Me tapé. Este otro hueá se me acercó, todavía pilucho y con el pico semi erecto, se puso muy cerca, me quito la toalla de las manos, quede con la pichula expuesta y se acercó más aún, hasta que ambas chocaron. Se dirigió a mi oido y me dijo: “Tu papá te está buscando”.

Agarré la toalla de nuevo y me fui a vestir, el se alejó al otro extremo y se vistió, se despidió y se fue. Yo llegue a dónde mi viejo, el que estaba enojado ya por mi demora. Nos fuimos en el auto. Intentaba procesar lo que había pasado sin llegar a ninguna conclusión que me dejará satisfecho. Hasta que me viejo volvió a hablar.

-Ahh, el Rubén me pidió tu whatsapp y se lo di, me dijo que te iba a enviar unos libros que le pediste – y ciertamente recibí cosas de su parte, pero no fueron libros.

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