De Haití con Amor
Justo en la esquina de donde trabajo existe un kiosko que vende frutas, verduras y hasta colaciones. Cada día y a la hora de almuerzo se llena de secretarias, recepcionistas, trabajadores y yo, el cliente más habitual que tenían, era muy barato y bueno. Este pequeño local era solo atendido por un caballero y una señora de avanzada edad, no daban abasto considerando toda la gente que les compraba, así que consiguieron ayuda: Moise.
No recuerdo qué día en especifico llegó, pero sí recuerdo la primera vez que lo vi, un chico negro, de tez hermosa, ojos tranquilos, manos gruesas y que siempre, siempre, siempre andaba en buzo, unas cadenas metálicas en el cuello y una sonrisa estampada.
Al principio no compartimos mucho, como demasiada gente compraba al mismo tiempo, era pedir lo que necesitaba y me atendían rápido, pero luego caché que si almorzaba más tarde, podía quedarme un minuto extra hablando con el cabro, táctica que dio frutos, ya a las semanas tirabamos la talla, sabía lo que quería y todo, incluso me pidió el WhatsApp para que le consultara que iba quedando para que me lo reservará, y yo por dentro “reservamelo todo” o dame al “cabeza de haba”.
Además, Moise, se maneja súper bien con el español, según me contaba había llegado hace dos años y con la ayuda de una tía, comenzó a hacer su vida en la capital, no tenía a nadie más, sus padres habían muertos y sus hermanos desaparecido. A pesar de que no tenía una vida fácil, su sonrisa eterna me inspiraba o simplemente me obligaba a no sentirme mal por mis estupideces.
Cada vez conversábamos más, le miraba como se le marcaba el paquete y me sentía culpable verlo como un pedazo de carne, pero es que si estuvieran en mi lugar sabrían lo que es estar frente a semejante hombre en buzo ajustado, con un culazo hermoso. Pero era más que eso, era esa sonrisa, era esa palabra, esos ojos, era mucho más.
Como a sus jefes se notaba que lo molestaban si se distraía mucho, hablamos por WhatsApp, me contaba sus problemas, lo aconsejaba, el también, me enviaba fotos de él trabajando, y yo también, muy inocente al principio. En mi mente era cola, obvio, pero claro, no lo había confirmado, hasta que nos seguimos en Instagram, ahí caché que definitivamente lo era y además noté otra cosa, verlo sin polera, dios.
Ahora hablábamos en Instagram, nos enviábamos fotos en la casa, y te juro que el comenzó, me mando una foto en su cama, sin polera, desde arriba, se le asomaban algunos pendejos y baboso, me asuste y le tomé una captura, luego recordé que Instagram te avisa de esto y la media plancha, me preguntó “te gustó lo que vio?” y luego me mando una con el pico afuera, mierda, segundos después me envió otra de guata, haciendo el mickey mouse, conchetumadre, así que estuvimos casi toda la noche enviándonos nudes. Le dije que porqué no venía a mi depa. Me dijo que no podía, pero mañana después de la pega.
Ese día con suerte me concentré en la pega, esperaba con ansias a que termina el día. Baje a comprar mi lechuga del día y me saludó muy efusivamente, no le quise recordar nada, solo cuando me despedí, me dijo: “nos vemos má rato po”. Se me paro de una.
Llegó la hora, bajé rápidamente, me lo encontré apoyado en el kioko, el que ya estaba cerrando, esperándome, viendo algo en su celular, nos saludamos, todo bien y caminamos hasta mi depa.
Llegamos mi departamento, tenía todo desordenado, me disculpé, a él no le importó. Se puso cómodo y le serví una piscola. Mi nerviosismo hizo que titubear, pero él no, se veía muy feliz ahí, observando con sus ojos negros, yo mientras trataba de ordenar algo, incluso no me di cuenta que de pronto lo tenía atrás mío, tomando mis caderas con sus manos. Sonreí sin moverme, como paralizado, sentía su respiración, su paquete, su aroma tan delicioso, me di vuelta y lo vi, no dijimos nada y nos besamos, perdí la noción del tiempo, no sé cuánto rato estuvimos así, toqueteandonos por fuera, todo muy inocente al comienzo, nos soltamos y tomamos un poco más pisco.
Para no seguir dilatando todo esto, tomó la iniciativa. Me tiró al sofa. Moise se quedó de pie, justo en frente mío, con sus manos me alcanzaba el rostro y me acariciaba el cuello, sacó su teléfono y puso una música calentona ¿qué hacía este gil? sencillo, se sacaba la rota al ritmo de la música, primero la polera, lentamente mientras movía esas caderas que me tenía enfermo de caliente. Hasta ese minuto, me estaba preparando para recibir pico, pero cuando se comenzó a sacar el buzo y me dio a conocer una tanga amarilla, caché que nope, pasiva de mis sueños pensé, no me importó para nada, hay que saber dar y recibir y pa’ eso soy re bueno. El hueón se movía tan rico, se notaba que tenía todo el pico parado, grueso, hasta venas se podía apreciar detrás de la tela.
Como enfermo me levante, lo tomé de la cintura y lo atraje a mi cuerpo, nos quedamos sentado con el encima mio, le tomé los cachetes y lo bese tan rico, le pedí que se moviera, que frotara su culo negro encima de mi paquete, y lo hizo, lo sentí todo. Le di un par de nalgadas y creo que ya estaba listo. Le saque el pico de la tanga, y me la trague en lo posible. Era el medio manguaco, pero me esforcé, me daba lo mismo que se me quebrará la quijada, necesitaba que supiera que en ese momento, su pico, era el centro del universo. Se lo deje todo mojado, le comí hasta los cocos, todo, su cabeza, la mastubré, que no lo hice a ese pico, me tenía como desesperado, no sabía qué más hacerle, y creo que valoró mi esfuerzo.
Para seguir con la calentura, nos fuimos a la cama, saqué las sabanas y todo, para culear a colchón pelado. Lo apoyé al borde de la cama, y sin quitarle la tanga, la corri a un lado y le comence a comer el culo. Me perdí en ese hoyo negro, poto lampiño, hermoso, sabroso. La lengua cumplía un rol fundamental, muy pronto mi amigo tendría que aguantarse mi pico. Dicho y hecho, saqué un preservativo de mi velador, aplique lubricante a su hoyo, eché un poco a mi miembro y le comencé a empujar, todo esto corriendo su pequeña tanga pal lado.
Se quejo un rato, pero ya al minuto estaba completamente echado sobre la cama, con la cadera arqueada, dándome toda su humanidad para disfrutar. Entre más fuerte le daba, más palabras en croelé recordaba y me calentaba más. Sus pequeños gemidos agudos me daban a entender que quería más y más le iba a dar. Le quite la tanga finalmente lo di vuelta, y de patitas al hombro y dale dale dale. Me encantaba que tuviera el manso pico, lo tenía erecto, pajeandose con fuerza, de fondo sonaba una música extraña que marcaba cada beat con mis embestidas, era genial para sincronizar el acto. Éramos unas bestias y lo estábamos pasando tan bien.
Pero la falta de entrenamiento me pasó la cuenta brigido, me dio un calambre brigido en la pierna, así que paramos un rato. “Ya, me toca” le escuché y no entendí lo que pasaba. Solo que sus manos me rodeaban los brazo y me dieron vuelta con una facilidad gigantesca, mish, este pequeño gigante se las traía, me dejo con el culo expuesto, tirado en la cama y se fue de lleno allí, salté de puro placer ¿negro versátil? hueón, por favor ¡mis plegarias han sido contestadas! Moise era un master, me comío el culo tan rico que creo que ni necesité lubricamente después, aunque igual le aplicamos por si las moscas.
Me penetro en cuatro mientras todavía no lo creía, ahora su verga la sentía hasta la próstata, me hacía cosquillas, me estaba matando por dentro y no quería que parara. Era salvaje, pero a la vez tierno, sus nalgadas era la mejor demostración de cariño, sus mordidas en la oreja, sus palabras sucias en un idioma que no entendía para nada.
“Mwen pral kite manman ou louvri epi plen”
Ni idea qué significa, pero me prendia a mil. Al rato me pidió que lo montará y yo “Sí por favor”. Se acostó este cabro, me acomode y partí moviendome como condenada arriba de ese chorizo negro, lo sentía todo, sentía que me partía, que después de esto no me podría sentar nunca más ¿pero tu crees que me importó? no, yo quería más, lo sacudí de de arriba hacia abajo, moviendo mis piernas para ello y cuando me cansé, de adelante para atrás, el cabro acabó terrible fuerte, sentí que se le fue el alma en mi. Pero a mi me faltaba, así que no me detuve, seguí sacudiendo el culo sobre su pico ya flácido, pero no importaba, igual estaba grandota como para gozarla. Acabé en todo su pecho, le llegó hasta la cara, tomo una gota que le llegó al lado de la boca y se la pasó por los labios, saboreando y mirándome con una cara calentona.
Me paré rápido, caché que tenía el condón lleno de semen, misión cumplida, me paré al baño (soy algo neurótico con esto) y me duche al tiro. Volví y el muchacho estaba solo con la polera, con el pico afuera, flácido, el condón lo había desechado por ahí. Filo. Nos quedamos en la cama un rato, hablando de cualquier cosa.
Estuvimos toda la tarde dándole, nos hicimos mierda mutuamente. Pero ya era hora de partir. Le ofrecí quedarse, pero tenía que volver con su tía a ayudarla. Filo, al otro día en la pega me dolía el culo, y me reía con los buenos recuerdos, pero quería más po, así que le escribí un WhatsApp care raja “Te tinca venir después de la pega?” no se demoró ni 30 segundos en responderme que sí, pero me hizo una pregunta que me dejó muy metido: “¿puedo llevar a un amigo?”.
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