Pelotas de Tenis
Cuando entre a la U en el 2014 tenía caleta de tiempo, bueno, al menos el primer año. Así que con un amigo nos inscribimos en clases de tenis cerca de nuestras casas. Eran clases de una vez a la semana, los sábados en la mañana en un complejo en San Joaquín. Era una forma piola de pasar los fines de semana, además me había descuidado un poco, así que era una buena forma de hacer ejercicio al aire libre.
Mi amigo, el Pancho realmente lo necesitaba, era pésimo jugando, pero filo, lo pasábamos bien y después nos íbamos a comer a un McDonald’s para recuperar todas las calorías perdidas. No lo tomábamos muy en serio, solo queríamos jugar y aprender algo extra. En las clases conocimos a varios giles, algunos simpáticos, otros demasiado engreídos.
El profe, un cuarentón de bronceado anaranjado era bien simpático y de cierto modo: iguals. Tenía ricas piernas, usaba shorts cortitos y poleras ceñidas, el radar me sonaba con tanta fuerza. Era bueno con la raqueta, se deslizaba en la arcilla como un profesional, según él, abandonó el camino profesional porque se lesionó la rodilla, ¿no dicen eso todos? en fin, nos ayudó harto, pero cada clase, se iba de los primeros, decepción porque quería verlo en el camerino de vez en cuando.
Con el Pancho nos cambiamos de ropa no más, cuando nos ibamos, veíamos al Julián que todavía jugaba, era un cabro como de 18 que cuando terminaban las clases, seguía jugando con otros cabros, se esforzaba caleta, pero era más pesado que la chucha, además engreído, siempre me ganaba, no me dejaba ni hacerle un punto, era una bestia. Me cargaba cuando me tocaba jugar con él, porque no entendía la idea de “jugar”, para el, era ganar y ganar. Tampoco hablaba mucho fuera de las canchas, un hola y chao bastaba, no perdía el tiempo, necesitaba jugar, jugar, jugar.
Un fin de semana, el Pancho no me pudo acompañar porque estaba en el sur con su familia, igual fui, agarre mi raqueta y partí, la clase igual fue más corta ese día, fueron pocos y el clima estaba demasiado húmedo, en fin. Me quedé un rato afuera, viendo jugar al Julián, era bacán el cabro, tenía futuro, se notaba, era súper dedicado, tenía unos brazos súper marcados, un rostro serio que jamás se reía, unos labios grueso, bigote descuidado y pelo chascón, tan tosco, tan masculino, entre más lo miraba, más mino me parecía. Con cada top spin me pasaban cosas.
Cache que se quedo solo, sus compañero también se tenían que ir, así que me quedo mirando, como si fuera su última opción para seguir jugando.
- Oye, ¿un match?
- Claro, pero me dejaí ganar una si po – intenté bromear, sin mucho éxito parece…
- No – me respondió en seco.
- Bueno, ok, demosle un rato, si tengo tiempo…
- Ok.
La hueá que pasó después era exactamente como pensé que sería, me sacó la chucha. Ni un puto punto. Ninguno me dejo ganar. No soy para nada competitivo o frustrado, pero me tenía chato el hueón, está bien que sea bueno, pero ¡tengo que conseguirme rivales de mi nivel! pensé.
Al segundo partido, ya le dije “OK. ME TENGO QUE IR, LO LAMENTO”, así súper molesto, jadeando cansado, apenas me podía el aliento. Esa fue la primera vez que lo vi reír, con malicia eso sí. Nos miramos y nos reímos más. Le dije que me iría al camerino, me siguió, también se tenía que ir. Ese día, tenía un evento justo después de almuerzo y no alcanzaba a llegar a mi casa a cambiarme, así que lleve mi ropita, toalla y todo. Me daba algo de vergüenza ese proceso de la ducha, porque además, no tenían ni separaciones ni nada, eran bien precarias. Mi plan era esperar a que todos se fueran, pero este otro seguía aquí. Filo, total era uno no más.
Llegamos al camarín, vacío y hediondo a orina. Me hablaba de sus planes a futuro, que quería conseguir auspiciadores y que no le sería difícil porque era “muy bueno” y blah blah blah, no le presté mucha atención porque parecía un ególatra culiao. El hueón se desnudó de una, agarró su toalla y shampoo y se fue a las duchas. No lo pude ver bien, porque no quería que me descubriera mirándole le pico po, pero ganas no me faltaban. Al poco tiempo, ya había mucho vapor, así que pensé: “genial, una cortina”, me desvestí y fui para allá, me puse igual con prudente distancia mirando en otra dirección. Él me seguía hablando de más hueas, mientras yo intentaba hacerla corta.
Cuando se echaba shampoo en el pelo, lo observaba, poco se veía igual, pero se notaba que le nacía un pedazo de pico desde su base bien peluda, El agua enjabonada era el mejor filtro que podía tener este hueón en su cuerpo de tenista. Se veía tan rico y tantos rollos me pasé que se me comenzó a parar. Plancha, pero mientras me quedara mirando de frente, no podía notarlo, solo le mostraba el poto.
Pasaron unos 5 minutos y el hueón se fue a vestir, pensé: “bien, me calmó y salgo”, pero no, la calentura fue más fuerte, me empecé a pajear, sabiendo que el hueón estaba al lado, conchetumadre que me latía fuerte el corazón, pero ni así pare de jalarme el ganzo, solo cuando escuche la puerta del camarín cerrarse con fuerza, ahí el miedo ganó y se me bajo de una. Pensé que se había ido, pero cuando regresé para vestirme, lo encontré sentado en una banca, con la toalla abajo, pilucho, con el pico casi llegándole al suelo, leyendo una revista. ¿por qué me estaba haciendo esto?
Me instale a un costado, me vestí rápido, noté que él también. Después nos fuimos caminando hasta el metro, hablamos de más cosas y notamos que teníamos varios intereses en común, intercambiamos facebook. Nos despedimos y no pude dejar de pensar en él en todo el día. Llegue a mi casa, me pegue la media paja recordando lo que había pasado: nada, pero puta, ese pico me tenía como enfermo y eso que soy más activo que otra cosa, pero por este cabro, feliz le prestaba la raja.
La hueá es que hablamos toda esa semana por Facebook, casi todos los días en las noches, sobre cualquier hueá. Lo revisé completo, todas sus fotos, a ver si tenía polola o algo, y no, la mayoría de las fotos eran de él jugando tenis, a veces sin polera, esas eran las fotos que tenían más comentarios de sus seguidoras.
Espere toda la semana para ir de nuevo a clase para ver si podía repetir el evento y esta vez con más confianza para mirarle el pico de una o no sé. El sábado siguiente fui de nuevo, esta vez con el Pancho, una vez que terminó la clase, le dije que no me esperará, que me quedaría jugando un rato más con el Julián, me puso una cara como de confundido, pero nada más.
Y así estuvimos varias horas, ya cuando todos se habían partido, nosotros seguíamos. Me dejó ganar, se notó, puntos, no partidos, ni siquiera set, pero aún así feliz. Cuando terminamos, fuimos a las duchas nuevamente y ya estaba más en confianza, nos desnudamos como al mismo tiempo, conversando, como si no importara, obvio, machos heteros desnudos muy natural, muy natural. Como gozaba esos momentos.
Ese día olvidé mi shampoo a propósito, así le pedí del suyo, me echó directamente desde la botella a mi pelo, sentía que era lo más cercano a un champañazo que tendría de él. Nos decoramos con espuma todo los cuerpos, por dentro quería asaltarlo encima. En una escena de lo más cliché del mundo, se le cayó el jabón y nos reímos como “uuuuuy, cuidadito”. Nunca entendí esos chistes, es como si te agachas, ¿tu amigo hetero te puede violar? qué chucha era eso?, pero filo, lo estaba usando ahora en mi ventaja, así que mientras se agachó me fije en algo que había pasado desapercibido por el manso pico, su mansa raja, y no era que fuera muy grande, sino redondita, formada y paradita, algo peluda, pero lo justo y necesario.
Y ese fue todo, por esa vez. Terminamos, nos vestimos y nos fuimos. De nuevo llegué a mi casa a pajearme, conversábamos en la semana, nos veíamos los sábados. Para serte franco, me sentía cómodo con esa rutina. Pasaron varias semanas, meses incluso y seguiamos en las mismas. A veces coincidimos con otros compañeros de las clases, una vez con el Pancho… imagen mental que todavía quiero borrar, pero filo.
Fue un sábado como cualquier otro cuando las cosas comenzaron a cambiar para bien. Ese día jugamos menos de lo de costumbre porque había un sol de mierda. Como siempre nos fuimos a los camerinos, sudados, pero esta vez note algo diferente. Caché que tenía el poto sin ningún pelo, ¿recuerdan que les conté que igual era peludito? sí, pero ahora no tenía nada, y se notaba que se había rebajado el púbico también. ¿qué hetero se depila el hoyo?
Se me paró el pico de una, y el corazón también. Lo quede mirando y me dijo como confudnindo
-¿Qué pasa? – me preguntó
– Nada… nada, sorry – le respondí cambiando de tema
¿Por qué me miraí así hueón? jaja
– Por nada…
– Ya po, no me dejís así po…
Y allí no dije más, solo lo quede mirando, por mucho rato, onda el pico descaradamente y esas bolas tan grandes por el calor. Tome mi cel y le saqué una foto así cara de raja, quedo como en shock. Me agarró el teléfono de una, pensé que para borrar la foto, pero se tomó una selfie, apuntando a su pico.
-¿Eso querías?
– Sí – le dije – solo eso quería
– Ah que erís fome hueón
– ¿Por qué?
– Te hacis el hueón no más
Como que ninguno de los dos entendía qué estaba pasando, pero creo que los dos lo disfrutamos. Me quite la ropa y me fui a las duchas, como invitándolo, ya tenía el pico más duro que la chucha. Y aunque con 35º allá afuera, adentro teníamos agua caliente, el vapor ocultaba lo que estaba a punto de pasar. Caímos bajo el chorro de una de las duchas, frente a frente, sentía el pequeño roce de picos parados, era tenue, nos concentramos en respirar. Estaba listo para agacharme, pero este hueón me ganó. Se puso en posición y me chupo el pico de una, creo que no era muy experto, pero intentaba tragárselo todo, lo que agradecía caleta. Sentía la ansiedad y el miedo, pero más las ganas de chupar pico, bolas, todo. Lo rodeaba con sus labios hasta llegar al prepucio, con su lengua masajeaba la base y con su mano me pajeaba, ocultando algo de pico para que pareciera que se la podía comer toda.
Creo que le molestaba cuando ponía una mano sobre su cabeza, así que no insistí, me empujo hasta el borde de las duchas, donde las baldosas aún estaban frías, salté un poquito, pero no quería detener este show, me limpie la cara, mire para abajo y el panorama era hermoso, era la mejor recompensa de meses de paciencia. El cabro sabía jugar con la anticipación, la mamaba rápido y bruto, pero tenía esas pausas que aplicaba justo cuando estaba por acabar. Se detuvo y me hizo una seña qué era mi turno, tenía miedo, porque aunque yo tenía el pico bien promedio, este cabro parecía ser la fusión de un caballo y un humano.
Quería besarlo, pero me fue esquivo el compadre, tampoco insistí. Baje no más y acepté mi destino. Con dos manos agarraba su pico y aún así me quedaba harto espacio, más me impactó fueron sus bolas, que al calor se habían expandido en su máxima capacidad. Las pasaba por mi cara y se notaba que lo amaba, tiritaba despacito de placer supongo.
No quería parar de chuparle el pico, era delicioso bajo el agua, con un leve sabor a hombre. Pero las rodillas me dolía en el piso duro. Me paré y nos abrazamos un rato, frotando nuestros picos bajo el agua. Hasta en eso me ganaba.
Luego, con una cara de timidez máxima, como de cordero al matadero, se dio vuelta, solo me hizo falta ver esa mirada para darme cuenta lo que quería. Baje de nuevo hueón, filo, me compró rodillas nuevas pensé y le comí todo el hoyo. Soy algo pudoroso para comer poto, pero bajo la ducha, no tengo problemas, menos con uno tan rico. Con las dos manos le separaba los cachetes para hacer más espacio a mi lengua, como epiléptico entre su poto me movía. Él se sujetaba de dónde podía y evitaba gemir demasiado.
Mientras le comía el poto, pensaba, pucha que desperdicio de pico, pero quizás es versátil, ¿quién es uno para juzgar no?. La escena era maravillosa, mi lengua en su intimidad, yo pajeandome, el pajeandose, era todo tan equilibrado. El hueón acabó así, ni me avisó, al parecer estaba tan caliente como yo. Cuando le sentí la leche brotar, lo di vuelta y trate de comerme lo que quedaba, luego me paré y le intenté meter un dedo en el hoyo, hueón, quería puro ponerla ahí mismo, pero no me dejó, no insistí, pero para “compensar”, me pidió que le acabará en su boca, lo que hice como una bestia, tanta leche para ese joven, yo creo que lo ayudé a crecer unos centimetros.
Terminamos de ducharnos, cerramos las llaves, nos vestimos, nos reímos y luego seguimos en silencio, como ese silencio de culpa, de incomodidad por lo que había pasado. Esa vuelta al metro fue tan incómoda, nos despedimos en el metro solo con un apretón de manos. Aunque había logrado lo que quería, no sentía que lo había logrado, me sentí mal, ¿lo habré presionando a hacer algo que no quería? no, no no, él quería, él bajó, no lo obligue. No sabía qué pensar y para colmo, no asistió a la clase de la semana siguiente y dejó de contestar los mensajes. Solo después caché que el Julián era el pololo del profe de tenis.
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