Hermano
Con Guillermo nos conocimos en 4º básico y desde la primera vez que nos obligaron a hacer un trabajo en pareja, nos volvimos inseparables, en el colegio y fuera de él. Me quedaba en su casa los fines de semana y él en la mía, por suerte vivíamos relativamente cerca.
Nuestras familias se terminaron haciendo amigas por nosotros, tanto así que algunos veranos, vacacionamos juntos. Sus papás eran muy simpáticos, de seguro me consideraban un hijo más por todo el tiempo que pasaba con ellos. Guillermo solo tenía una hermana chica y muy divertida, era súper chistosa, gritona y escandalosa, la Coni.
Cruzamos la adolescencia juntos. Él era más tímido, le costaba hablar con otras personas y no le gustaba salir mucho, yo lo animaba y prácticamente lo obligaba a salir, sabía que necesitaba ese empujón inicial, luego terminaba pasándola genial. Incluso le presenté a su primera polola.
Con Guillermo salí del closet por primera vez y solo me tapó en cariño y comprensión, ese día lloré un poquito, no sé porque, si sabía que podría contar con su apoyo incondicional.
Era un hermano más, incluso me caía mejor que mis propios hermanos, por lo que cuando llegamos a cuarto medio, fue súper difícil separarnos, al menos para mí.
Lentamente me fue reemplazando por su polola, y lo entendía perfectamente, suponía que estos cambios eran inevitables, no es que estuviera enamorado de él, jamás lo vi con esos ojos, solo que sentía celos de lo que él tenía y como me reemplazaba.
Además, mi familia no era muy mente abierta que digamos, desde que les conté que era gay, mis padres nunca más me hablaron del mismo modo, es más, me pidieron explícitamente que no les contará nada a mis hermanos más chicos porque no querían que “los perturbara”. Me dolió tanto escucharlos. Después de ese momento, siempre sentí que me miraban en menos, como un tipo enfermo, no sé. Por lo que estudiar fuera de Santiago parecía lo más sensato, alejarme de mi familia para poder crecer. Me daba pena dejar a mi amigo, pero era obvio que ya no me necesitaba, así que partí a Concepción.
Con Guillermo hablamos los primeros meses, me sentía tan abandonado, solo con él podía sentir esa conexión familiar que creo que todos necesitamos, pero también me fue dejando de lado. Me costó tanto conectar con mis compañeros de universidad, siento que los roles con Guillermo se dieron vuelta, ahora él era el popular y canchero y yo era el tímido que no quería salir de mi habitación. Tuve un par de relaciones esporádicas, nada serio, nadie quería nada serio, así que pico. Pase por una depresión terrible, casi me echó varios ramos, pero logré sobrevivir, no sé cómo todavía.
Volví a Santiago luego de 3 años, solo para el funeral de mi abuelo, un tipo sin mucha presencia, del que creíamos le pegaba a mi abuela mientras estuvo viva, no tenía muchas ganas de ir, pero me entusiasmaba ver a Guillermo y su familia, más que a la mía.
Cumplí, fui al funeral, mis viejos me recibieron con una sonrisa falsa, tenían que fingir con los otros miembros de la familia, les deje montar su show, filo. Una vez que terminó todo, partí a la casa del Guillermo. Toque el timbre muy ansioso, salió un chiquillo, al que no conocía, pero me saludo efusivamente.
-¡Holaaaaaaa! ¡Tanto tiempo po! ¿cómo estás?
– Holaaa ¿bien y tu?- le respondí sin tener idea quién era.
Me hizo pasar, me abrazó y te juro que hacía un esfuerzo tremendo por recordar quién era ¿un primo?. Entré en la casa y me encontré con la mamá, se alegró tanto de verme que tuve que contener las lágrimas para no hacer el ridículo. Me contó que Guillermo llegaría en un rato y si quería esperarlo, le dije que no tenía ningún problema. Nos pusimos al día, me contó varios cahuines del vecindario, fue muy divertido. Al rato llegó este chico con bebidas frías en una bandeja.
-¿Lo reconociste? – me preguntó la tía, apuntando al chico
– Claro… sí, como no… – intente chamullar
– ¡Mentiroso! jaja supongo que no te contó este menso del Guille po –
– ¿Qué?
El chico respondió: “quizás no me reconoces porque cuando me conociste me llamaba Coni, bueno… ahora soy Benja”. Allí me cayó la teja ¡La coni! la hermana del Guillermo, pero ya no era la coni, era Benjamín o Benja. Me quedé estupefacto por unos segundos.
– ¡No te creo! ¡wow! literalmente puedo decir: “qué estás cambiado”
– Sí… ha sido una aventura, pero al fin puedo decir que soy yo.
– ¡y además te ves muy bien oye! ¿cuántos años tienes? – le pregunté
– 19 ya, próximo año voy a entrar a la U
– ¡Cómo pasa el tiempo!
La tía se fue a la cocina a preparar la once y me quede con el Benjamín conversando, me contó sobre su historia, se notaba que le hacía muy feliz, se veía muy contento y de nuevo sentí una envidia tremenda, sus padres lo amaban tal como era, sin importar nada y yo muriéndome por dentro porque no recibí lo mismo, a pesar de eso, me sentía tan feliz por él.
Noté que seguía igual de loco, pero loco simpático, loco carismático y lindo, por eso no me impresionó para nada cuando me confesó que estudiaría teatro el próximo año. También me contó que había comenzando a pololear con un chico hace unos meses, pero que terminó porque era muy complicado el sujeto.
Se veía hambriento de poder hablar de su transición que lo escuché con atención y maravillado. Benja era un chico guapo, mucho más que su hermano mayor, de pelo clarito, una barba ligera y ojos verdes chiquitos, tenía esas margaritas en las mejillas tan tiernas que evidenciaban una vida de risa y 0 amargura.
Hablamos de tantas cosas que ni del Guillermo me acordé, de música, de series, de su vida trans, de mi vida en Conce y de cine, de mucho cine, tanto que me invitó a un ciclo en el Centro Arte Alameda, dude un poco, ¿pero cómo podía decirle que no a esa carita? Quedamos en ir el viernes.
El Guillermo llegó a los minutos después, fue muy emotivo el reencuentro, nos abrazamos y noté que estaba más gordito, pero igual de tierno, llegó con la polola y lamentablemente no lo dejo conversar mucho rato porque tenían algo que hacer, dios, no lo veía hace años y no podía esperar unos minutos.
Nos despedimos y quedamos en juntarnos en la semana, aunque sentí que era más bien un “Yo te aviso”, de esos que no se concretan nunca. Filo, a estas alturas de la vida ya estaba completamente acostumbrado a las decepciones.
Llegó el viernes y se me había olvidado la “cita” que tenía con Benjamín en el cine, quería cancelar, pero me llamó justo para que nos juntaramos en el metro Bellavista, filo, necesitaba animarme un rato, así que partí, nos juntamos en boletería, apenas lo vi, no pude apartar más la vista, aunque me sentía algo mal, porque era el hermanito del Guille, aunque ya de adulto, filo, no pensé más. Nos saludamos, y caminamos hacia el andén, no tenía idea de qué hablar, era tan absurdo, antes era el tipo que iniciaba las conversaciones, ahora embobado de nerviosismo ni me atrevía, por suerte este cabro era bueno para conversar, así que el trayecto se nos hizo re corto.
Llegamos tan tarde que no pudimos entrar a la función. Filo, fue mejor, caminamos por el Forestal y seguimos conversando, contándonos todo, su vida como hombre trans gay, la mía como un ermitaño santiaguino en Conce, de como Guillermo había cambiado caleta desde que comenzó a pololear. Nos dio harto material como para pensar en hacer una película, nos sentamos en el pasto para planificarla, nos cagamos de la risa representando a nuestros personajes.
Ya era de noche y las personas comenzaban a escasear, fue la oportunidad perfecta para que Benja me robará un beso, no supe cómo reaccionar, solo lo aparté.
-Sorry, pero eres el hermano chico del Guille y te conozco desde chico…
– pero ya no soy esa persona que conociste po.
– Cierto, pero esto se siente raro…
– Sí, raro… pero bien
– Sí…
Y nos dimos el segundo beso, esta vez sin pensar tanto en lo que nos ocurría o nuestras limitaciones. Nos quedamos mirando en silencio, continuamos con un abrazo caluroso, apretado, necesario, sentía que podía envolver completamente al Benja en mis brazos. Nos detuvimos, caminamos por el parque y seguimos tomados de la mano, sin importar nada.
Ya se hacía tarde, así que lo acompañé hasta su casa de vuelta. Entramos por el patio y antes de entrar nos besamos nuevamente, esta vez con más pasión, con menos miedo, más liberados, con más manos torpes, lengua caliente. Nuestras bocas se quedaron cerquita, labio contra labio, bien mojados. Entre tanto, escuchamos a la tía abrir una puerta, así que nos separamos de inmediato, por miedo a que nos pillaran, no es que estuviéramos haciendo algo malo, solo que siento que nos dio vergüenza que nos verían. Nos reímos y despedimos.
De camino a mi casa solo pensaba en lo incorrecto que era todo y lo bueno que era para mi tener que volver a Conce en unos días y olvidarme de todo esto. Esa noche me costó tanto conciliar el sueño, ese beso en el parque, esas manos, su carita hermosa, ese beso fuera de su casa no me dejaban dormir, ni descansar, mis boxer se tensaban y mi pulso aumentaba.
Noté que tenía unos mensajes de texto del Benja, no los respondí, con harto dolor la verdad. Lo seguí ignorando un par de días más, hasta que justo el día que me devolvía a Conce, apareció en mi casa. Salimos a dar una vuelta. Me preguntó qué porque no le respondía, que se preocupaba, que pensó que nos estábamos llevando bien. Fui sincero: no creía que esto pudiera llegar a buen puerto.
-Ok, yo sé que salimos una vez no más y todo, pero me parece algo injusto que quieras frenarlo solo porque es confuso – me lanzó esto y como que me quede sin argumento.
-O sea, si… pero tu no entiendes.
-Entonces ayúdame a entender po ¿es por qué soy trans o qué…?
-No, cómo dices eso, no, para nada… tengo la embarrada en mi vida y no sé cómo lidiar con nada.
-Ok, eso lo puedo entender, es estúpido, pero bueno…
-Perdóname…
-No, no hay nada que perdonar, no te preocupes, solo sentí que teníamos algo, sentí muchas cosas contigo ese día- me miro tiernamente y siguió- no me importaría esperarte.
-No sería justo po, no para ti.
-Cierto, pero esperar no significa que no me pueda divertir ¿o no?
-jaja, bueno sí.
Regresamos y nos despedimos de un solo apretón de manos. Me deseo suerte. Partí al terminal para emprender el viaje de vuelta, le dije adiós a mi fría familia, ni se ofrecieron a llevarme al terminal.
Al subirme al bus, no podía estar más angustiado. Lo recordaba, lo pensaba y mientras ya iba a la mitad se me vino a bajo todo ¿Qué hacía? Era la primera vez que algo de felicidad experimentaba y ¿lo arrojaba todo por la borda? no, no lo voy a permitir nuevamente. Le escribí un mensaje ahí en el bus, súper patético, pero sincero. Le escribí que quería intentarlo, que me disculpará y que me visitara cuando quisiera.
El hueón sabía cómo jugar, no me respondió en dos días, tenía el alma en un hilo revisando ese teléfono de mierda. Hasta que al final me escribió: “ok”. Oh conchetumadre, mejor me olvido de todo, ¿qué era ese ok? ¿qué chucha? no me escribió hasta el siguiente día. Me preguntó cuándo podía venir a verme. Se me aceleró el corazón. Le respondí que cuando quisiera y quedamos en el siguiente fin de semana.
Hablamos todos los días, a cada hora, hacíamos videollamadas y nos comentábamos todo, mis días se volvieron mucho más interesantes sabiendo que había una persona, al menos una, que se interesaba en mi.
Llegó el fin de semana. Lo fui a buscar al terminal, llegue 1 hora antes de puro ansioso. Cuando se bajó del bus lo reconocí de inmediato, le grite, me vio y nos dimos un abrazo tan apretado, no me importó que las viejas de al lado se escandalizaran, le tomé su cara y lo bese en sus labios, filo el mundo.
Pasamos al supermercado, compramos algunas cositas para la noche, no había fuerza en el mundo que me obligará a dejar de mirarlo, tan feliz, tan libre. Llegamos a mi casa, tomamos oncecita viendo unos backstage del Amigas y Rivales. Su sonrisa era capaz de iluminar todo ese departamento pequeño, quitando de algún modo la amargura que alojó durante tanto tiempo.
Pasaron las horas, nos hicimos una piscolas y nos desgastamos conversando y hablando y hablando en el sofá del living, al rato nos bajó el sueño finalmente y nos fuimos a mi pieza.
Yo me quite la ropa, quede en calzoncillos, un polerón, y me tiré a la cama. Él, en cambio se duchó un buen rato y salió del baño solo con una polera y un boxer. Se notaba nervioso. le dije que no se preocupara, que para mi era lo más hermoso que había visto, solo me sonrió, se sacó la polera lentamente, y vi sus cicatrices bajo sus pezones, intentó taparse, le pedí que no lo hiciera, bajo sus manos y le beso justo allí, hasta que se sintiera tranquilo.
Se quedó en boxers, y ahora me tocaba a mi. Yo estaba algo gordito y también me daba un poco de vergüenza sacarme la polera, pero lo hice igual. El me agarró la guatita y me abrazo. Hace tiempo que no sentía la piel ajena tan cerca y desnuda, menos con una conexión tan especial, duró poco ese abrazo, pero en mi mente quedó grabado.
Tomó confianza súper rápido: me agarró el paquete y notó mi erección, no quiso esperar mucho y la sacó de su refugio, quede expuesto completamente, me comenzó a masturbar, mientras con mis manos le agarraba el poto. Me adelanté por un momento y puse mi mano por la parte delantera de su boxer, me detuvo, cerramos los ojos, y con su mano guía me dirigió a sus genitales, estaba completamente mojado, jamás había tocado una vagina, todo esto era nuevo para mi, comencé a frotar y ante mi ignorancia siguió dándome instrucciones de forma cariñosamente sobre cómo tocarlo, era su alumno y quería aprender todo. Nos masturbamos mutuamente harto rato, nos tiramos a la cama y seguimos, hasta que el Benja se tiró a mi pico y comenzó a mamarlo fuertemente, se notaba su pasión, lo escupía y lo escondía en su boca, los sacaba solo para respirar y seguía chupando, era un seco.
Al cabo de unos minutos me dijo: “te toca”. Me calentó tanto, lo acomode al borde de la cama, me puse de rodillas en el suelo, levanté sus piernas gorditas y le comí toda su vagina y su hoyo, no era muy conocedor de su anatomía, pero quería consumirlo todo, sentí que lo hacía bien por cómo se estremecía sus piernas mientras mi lengua juguetona bailaba en toda su sexualidad, tenía un abdomen peludo. Me quedé harto rato así, no quería salir de allí. El solo me pedía más y más, con mis dedos separé sus pliegues, mientras jugaba con su atrevida cereza.
Se levantó, fue a buscar algo de su bolso, me tiró un condón. Me lo puse en un dos por tres y le pregunté “¿cómo?” y me respondió “así, en cuatro”, me dejó todo su poto levantado, su rostro se asomaba por un costado, muy satisfecho, se mordía los labios impaciente. Le comí el hoyo un rato así, no lo pude evitar, pero no por mucho rato, quería hacerlo mío, así que lo penetre lentamente, se sentía tan bien, tan distinto, tan correcto, tan lubricado, apretado, maravillado.
Debo reconocer que partí muy débil, temía hacerle daño por alguna extraña razón, pero Benja no se iba a conformar, me pedía que le diera más fuerte, más fuerte y pucha, me gusta complacer, así que me arriba encima, me levanté levemente por arriba de su poto y como un martillo le di, terminó quedando de guata a la cama y ni eso me detuvo de seguir dando, se escuchaba hermoso el sonido de nuestros genitales mojados chocando.
Mi amigo no era nada piola, le gustaba gemir fuerte, así me demostraba que lo pasaba bien. Paramos un segundo, él se comenzó a masturbar alejado de mi. Me obligo a acostarme y sin rechinar lo hice, se acomodó encima mío y se sentó en mi pico, no se sabía mover muy bien, pero no importaba, el contacto de nuestros ojos era más placentero, el aprovechó el momento de ponerme uno de sus dedos en mi boca, el que me trague sin decencia.
Nos dimos una vuelta y seguimos culeando a lo misionero. Con sus manos largas, me agarraba el poto y empujaba para que lo penetrara más profundo, me desparrame en su cuerpo, y más que un mete, saca, era un roce brutal que lo hizo acabar, no me hice de esperar y me levanté, me saqué el forro en un segundo y acabé en toda su guatita, como hace tiempo no me saltaba tanta leche.
Benjita se quedó tirado sobre la cama, tratando de recuperar el aliento, lo acompañé, nos besamos en silencio y nos quedamos dormidos.
Desperté tarde y por culpa de él, cache que estaba doblado, encima de mis bolas, jugando con ellas.
-¿qué estás haciendo ahí?
-Nada, solo me gusta jugar con tus bolas
-¿ah sí?
-Si po, te quiero hacer un regalito antes de que te levantes
Y de ahí me la empezó a chupar, jugando con mis bolas, le encantaban y me ponía a 100 que las chupara con tanta dedicación. No quería ser egoísta, así que para ayudarlo, lo agarré con todas mis fuerzas y lo chanté encima, me quedo toda su raja encima y se la comí como anoche, así como una especie de 69, mis labios jugaban con sus labios menores y podía sentir, ver y oler como se humedecía, tan rico, el en cambio seguía bien garganta profunda, tragandosela toda. Con una mano me pajeaba y con su boca la hacía desaparecer. Solo se la sacó cuando llegó al orgasmo y luego continuó chupando hasta hacerme acabar, se lo advertí, pero no me hizo caso, explote en su boca. Fue divertido y tan rico.
Nos duchamos juntos, nos lavamos, nos frotamos, nos seguimos tocando. El Benja amaba eso, conmigo se podía sentir cómodo haciendo lo que quisiera. Intentó comerme el poto bajo la ducha, no me quejé para nada, solo que por el agua llegando a sus ojos, no pudo completar la tarea, nos reímos y seguimos culeando, no salimos mucho del departamento.
El fin de semana se hizo re corto. Ese domingo por mañana nos quedamos varias horas acostados desnudos en la cama, abrazados, sin despegarnos, sabíamos que recién nos podríamos ver en unas semanas más, así que aprovechamos hasta el último momento.
Fuimos al terminal, nos abrazamos por un largo minuto y lo vi desaparecer mientras ingresaba al bus. Sabía que íbamos a seguir hablando por whatsapp, pero no era lo mismo.
Regrese a mi casa, prendí las luces, me acostó sobre mi cama y noté que al Benja se le quedo una polera, la tome, tenía su olor, la puse cerca de mi nariz y me quede dormido, pensando en él.
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