Pico a Domicilio
Era uno de esos típicos días de invierno en Santiago: frío, lluvioso y con algo de viento helado, ideales para quedarse acostado, arropado hasta el cuello, mirando televisión y creerse un rico rollito de canela, lamentablemente tan solo con pensar en esa referencia simpsoniana, me bajó un hambre terrible, pero no así las ganas de cocinar.
Filo, un Uber Eats y estoy listo. Ni siquiera tuve que salir de la cama. El tiempo del delivery estaba más alto que de costumbre, imaginé que por la lluvia, así que para matar el tiempo comencé a pajearme, total, no había nada más que hacer.
Además, llevaba como 6 meses soltero y en cuarentena autoimpuesta, por ende más que caliente que la chucha, pero no perdía la esperanza, en especial al escuchar las historias de mis amigos, quienes se agarraban hueones como por deporte cada semana, algunos incluso comentaban que se comían a sus choferes de Uber, pero nunca les creí.
En fin, un dato random de mi es que soy de esos que para poder pajearse necesita estar de verdad conectado con la escena, si no, no puedo ni acabar, ni comenzar (quizás por eso estoy soltero, ni idea). Todo este proceso ridículo hace que una paja mía dure mucho rato, y ya llevaba harto tiempo, por lo que salté.
¿Donde chucha está mi comida? pare la porno, me fui a la app y cache que decía que había salido del local hace 30 minutos, el trayecto habitual no toma más de 10 así que me preocupé. Iba a preguntarles a los de soporte, cuando sonó el citófono. Maravilloso.
Me paré rápidamente, ni me puse pantalones, solo con el boxer, total, siempre eran guachos, así que filo. Abrí la puerta y no me equivoqué, era un venezolano completamente empapado, con la bolsa de la tienda mojada y con una sonrisa marcada como “ups”.
Le pregunté “¿qué te pasó amigo?” me comentó que se había caído de la moto, a un charco, por eso el retraso y el desastre. Noté que el pedido venía para la cagá, pero no podía enojarme, no con él. Tenía el caso puesto todavía, pero pude notar sus ojos medios verdosos, su barba de días descuidada, un bigote frondoso y labios finos, rosados y mojados. Era moreno, no muy alto, pero demasiado simpático, bueno para hablar y hacerse el lindo.
Le dije que no se preocupara, le pague y todo. El seguía disculpándose por lo que pasó. Hace unas semanas había leído un reportaje sobre la vida de estos repartidos y de verdad que era imposible enojarse con ellos, menos si había tenido un accidente. Nos despedimos. Se dio la vuelta y antes de que se diera el primer paso, le dije algo que me salió del alma, sin ninguna maldad en el principio, lo juro.
Le comenté si quería pasar a secarse. Me quedo mirando como dudando, imagine que por sus horarios tan cerrados no podía perder tiempo. Así que insistí que tenía una máquina secadora, etc “¿de qué te sirve salir así de mojado si te puede dar una neumonía después?” Dudo un poco, me pidió un minuto, sacó su teléfono y habló con alguien por 20 segundos. Aceptó feliz, pasó como tímido, agradeciendo una y otra vez, y yo así como “no te preocupes”, también como para creerme un buen samaritano.
Dejó su mochila y casco en la cocina. Le dije que volvería en un minuto, fui a poner la máquina y a buscar una toalla, cuando regresó al living, lo encontré sin polera, solo con sus pantalones gruesos, hasta los oblicuos marcados. Conchetumadre, era bien marcado, poco peludo y moreno, hasta con los pezoncitos duritos, quise hacerme el gil. Me pasó su ropa polera y chaqueta, le dije que me pasará todo y que pasará al baño mejor.
No me hizo caso, se sacó el pantalón y quedo en slip ahí mismo, jugó un poco con él y se lo sacó care’ raja en frente mío, me dijo algo así como “estamos en confianza”. Se notaba que tenía un pico más grande que lo normal, se veía bastante grande y el pobre estaba casi tiritando. Me encantó que no tenía vergüenza alguna, onda, se quedó de pie con las hueás al aire, se tomó su tiempo para ponerse el buzo. Tome sus cosas y las lleve a la secadora. Le dije que mientras pasara a mi pieza a buscar la parte de arriba, la había dejado encima de la cama.
Error, había olvidado que dejé el porno abierto en el compu, me fui corriendo para ver qué onda. Caché que había visto la hueá, me dio vergüenza. Me dijo que no me preocupara y que me descubrió cuando no paraba de mirarle el paquete “¿qué mierda?” había sido cauteloso.
Me contó que en Venezuela había filmado unas películas así con unos amigos. Me dejó algo concertado, así que le pregunté: “¿qué tipo de pelis?”, me explicó de la siguiente forma: Me tomó su mano y la dirigió a su pico, por encima del buzo, sentía como pulsaba ese miembro. Me miraba con esa cara coquetona, mojando sus labios. “De esas películas” continuó.
Ah, claro, “esas películas…”. Creo que me veía rojo como un tomate. Me habré quedado con su mano encima de su pico. Como idiota lo apretaba despacito y le decía: “sí, está bien grande oye, felicidades”. No me juzguen, estoy completamente oxidado en esto.
Se río. “¿Ya te ha cogido un compatriota?”, no le respondí, me quedo mirando y me beso muy rico, muy mojado, con un beso me tenía lubricando, oh ese beso. Sentí mucha pena por el mercado nacional, ni con una conferencia me habían dejado así de loco.
Seguía jugando con sus genitales, el que comenzó a crecer a medida que seguíamos pegados. Nos fuimos a la cama. Me sacó la polera y el boxer, mientras el hizo lo mismo con su poleron y buzo, nos quedamos desnudos sobre el cubrecama, besándonos acaloradamente. Me agarraba el poto cada vez que podía, separando las nalgas, jugando con mi hoyo. Con eso me dio a entender todo lo que necesitaba saber sobre lo que pasaría en los siguientes minutos.
Me encantó lo poco apurado y bruto de mi compañero este. Se tomaba su tiempo, entre cada beso baboso, cada manoseada, las ganas se multiplicaban. Me dio vuelta, y me tumbó de guata a la cama. Le deje el culo levantado para que hiciera lo que quisiera de él. Me lo comió de la misma forma que me comió la boca: lentamente, con diligencia y talento.
Loco, mi Uber eEats me estaba comiendo el hoyo.
Ese sí es un servicio que vale la pena. Onda, dedo para arriba, recomendación y propina del 60%.
Me preguntó si tenía algún juguete, dildo o algo. Le dije que no, pero había un pepino en el refri. Salió corriendo. Ingenuamente me pregunté ¿Qué querrá hacer? ¿una ensalada?
Cache que pasó el pepino por agua caliente, le puso uno de los condones que tenía en el velador. Se tumbó en la cama y comenzó a introducirlo por mi poto, no era un pepino muy grande, pero permanecía tan caliente y dilatado por el trabajo previo que entró de una, el hueón me lo metía y lo sacaba a su antojo. Me relajé un rato, estiré mis manos hasta el tope de la cama, gimiendo despacito, preparándome para su pico grueso, necesitaba esto para poder aguantarlo después. Me nalgueaban despacio de vez en cuando. “Qué rico papi”.
Se puso un condón y sentí como ahora era su turno. Suerte tenía mucho lubricante, ¡Bendito Bently!. Este veneco le gustaba gemir y explicarme el paso a paso a de todos sus actos sucio. El hueón le gustaba jugar con la anticipación y mi ansiedad. Me dejaba la cabeza de su pico en las puertas de mi hoyo, lo rozaba, frotaba, empujaba despacio y luego sacaba, repetía hasta llegar al fondo, sacaba y repetía lentamente. Me tenía enfermo de caliente. “Ya po’ hueón, metélo”.
Error, el tipo lo tomó como un desafío y cambió el ritmo. Me la metió de una pa’ adentro, fuerte y rápido. Para poder recibirla mejor, me tire completamente en la cama, me puse una almohada bajo del estómago. Mi amigo hinco sus rodillas y me culió como un perro. Que tenía aguante, impresionante. Solo pensaba que este hueón me iba a dejar mal, no me importó.
Paramos un rato. Se sentó en la cama y me preguntó “¿cómo vamos eh?”. No le dije nada, mi cara le decía todo lo que necesitaba saber. Se rió de forma picaron y se acostó, me dijo “ven”. Lo seguí, me acosté delante de él. Él acomodó su pico y me la metió así, cucharita. Pasó su mano por debajo, me abrazó, besándome por debajo de las orejas. Me separé un poco de el solo para recibir ese pico más adentro. El hueón lo entendiendo y fue la hueá más brigida del universo. Me estaba asesinando por dentro, pero lo amaba. Cada vez gemía más fuerte, lo que me dejaba más caliente. Disfrutaba que lo disfrutará como yo.
Hasta fue caballero para avisar que se iba. “Voy a acabar, voy a acabar”. Le dije que acabará dentro y continuó como un bruto dándome, yo aprovechando nada de tonto pajeandome. Creo que terminamos al mismo tiempo, el hueón pegó la media gemida final, como que me dio hasta miedo que me cacharan los vecinos, pero pico. Estuvo tan rico que mi semen llegó hasta el velador, deje todo sucio. No me la sacó de una, se quedo tirado, como muerto, pero tomándome de las manos cariñosamente.
Han notado como en los diarios, las putas se promocionan con “trato de polola”, bueno, así me sentí al cabro.
Le sacó lentamente de mi poto y se rió. “Lo llenamos”, el condón salió lleno de su leche. Nos reímos, le hizo un nudo y lo dejó en el piso. Se volvió a mi y me dijo que se tenía que ir a trabajar. Ok. Entendible, pero me cortó de una el ambiente.
Me preguntó si se podía duchar, le dije que obvio. Le pase una toalla y antes de que se fuera al baño, se paró al lado de la puerta, con el pico todavía semi erecto y con restos de semen en la punta y me preguntó: “¿y si me acompaña?”. Me paré de una y nos fuimos a duchar.
Qué hueá más rica. Agua caliente, su cuerpo desnudo, mojado, bajo el vapor, un pico extranjero: No podía pedir más. Jugamos un rato allí, nos manoseamos los cuerpos completamente enjabonados, al parecer queríamos más de cada uno.
Sé que se tenía que ir, pero para alargar un poco el asunto, baje y se la chupe, como antes no tuve la oportunidad, quería probarlo. Rica su hueá por la chucha. Al hueón no le costó para nada pararla de nuevo, en menos de 15 segundos la tenía dura. Noté que la tenía venosa, rica, me costaba llegar hasta el fondo, pero por el, hacia mi máximo esfuerzo. Chuparla bajó el agua igual es medio complicado, así que en un momento hice una pausa y sin darme cuenta se había dado vuelta, dejándome el culo en la cara.
Sorpresa. Como su pico había robado todo el protagonismo, ni me di cuenta en que se gastaba un poto más que decente. No me aguante y le hundí la lengua entre esas montañas exquisitas (igual soy vers). Le agarre el pico por detrás, jugué con su bolas y mientras se lo comía, lo masturbaba rico. El hueón acabó como a los 4 minutos. Me paré, el hueón no paraba de sonreír, me encantaba, nos besamos un rato más.
Salimos de la ducha, el hueón se vistió, ordenó sus cosas. Lo acompañé hasta la puerta y nos despedimos. No quería dejarlo ir sin antes conseguir, no sé, su número o algo. Incluso le pregunté así tímidamente por su WhatsApp, me dijo que mejor que no y no me dio explicaciones, nos dimos la manos, me dijo gracias por ultima vez y se fue.
Quede igual así como: puta la hueá. Filo, todavía no creía lo que había pasado. Le comenté a un amigo, no me creyó para nada, ni tenía pruebas Que rabia. Me fui a la cama y seguí pajeandome, seguía muy caliente por todo lo que pasó.
Pasó el rato, eran como las 11am y sentí el citofono. Era un pedido. Qué raro, no había hecho ningún pedido, pero le dije al conserje que pasará igual para ver qué onda. Suena el timbre y era el hueón, Me cambió al tiro la cara, Nos saludamos efusivamente, me explicó que no tenía mucho tiempo ahora, me pasó un chocolate Trencito, me dio un abrazó y se fue.
En serio ya estaba muy confundido y hasta molesto por todo. Di vuelta el chocolate y encontré su número de teléfono. Ese fue el comienzo de una larga, larga, larga temporada de pico a domicilio.
Comentarios
Publicar un comentario