Tío del Taxi I
Soy un fatalista, siempre lo he sido y me carga, porque casi siempre adivino, cuando abrace al Rodrigo por última vez en la puerta de lata de ese edificio en construcción supe que no lo volvería a ver.
Los años siguientes no fueron tan malos, entre a la U, tuve un par de pololos y la vida algo resulta. De vez en cuando lo recordaba, cuando no podía quedarme dormido, intentaba no hacerlo mucho, porque en parte sabía que me dolía.
Era una sensación rara, jamás se me pasó por la mente que podía tener algo con él, era solo tirar ocasionalmente, nada más. Supongo que una pequeña parte de mí se atrevía a fantasear con lo imposible, que de pronto llegaría a mi casa, botaría la puerta y me sacaría en brazos. El problema era el después ¿qué haríamos después? mi mente llevaba esto tan lejos que era enfermizo, razón por la que no me permitía recordarlo tan seguido.
Y de momentos era algo brutal, cada vez que tiraba con una de mis parejas, era imposible no compararlo. Ninguno de ellos me pudo hacer sentir tan bien, tan lleno, tan completo, tan satisfecho como este otro huea.
Inevitablemente con cada mes, con cada año, lo recordaba menos y se transformó en un recuerdo caliente no más. Sí, uno sufre, es verdad, pero hasta cierto punto no más.
Cuando cumplí 25, me fui de la casa, arrendé un pequeño departamento en el centro y comencé a trabajar. No tenía problemas, más que haber terminado hace poco con un chiquillo, no fue para nada en mala. Aun así, tenía algo de pena, así que salimos a carretear con unos amigos a una disco de por ahí. La pasamos bien, pero caché que mi ahora ex estaba allí y se estaba comiendo un hueón X, muy mino hay que decir y puta, me bajo toda la hueá. Así que hastiado, algo borracho, me largue sin decirle a ninguno de mis amigos.
Tenía rabia y dignidad como para ir a decirle algo. Era muy tarde. Tomé el primer taxi que encontré, me subí, le di la dirección al taxista y me puteo porque era muy cerca, me gritó que me bajara una cuadra más allá. Lo hice por miedo y quedé tirado en la Alameda buscando otro.
Por suerte no demoró en pasar otro, me subí y le agradecí, le di la dirección y por suerte no le dio color. Le conté lo que me había pasado y me comentó que habían taxistas así y que no deberían estar trabajando. Concorde.
Me fui un rato mirando por la ventana, luego noté que el taxista me estaba mirando por el espejo retrovisor, estaba con una sonrisa muy intensa, se pasaba una mano por la cara y me seguía mirando. Mientras mi mente iba a mil intentando recordarlo, sabía que era él, solo que no entendía cómo podía ser posible, ¿cómo? en una ciudad de 6 millones de hueones.
Fue extraño, pero lindo, nos reímos. Solo nos reímos.
En un momento, me dijo: “pasate para adelante po”. Paró el taxi y me pase para adelante. Nos dimos un abrazo algo incómodo dentro del auto y nos fuimos. Hablamos, me contó que había dejado de trabajar en construcción, que se había comprado un taxi y que desde hace año estaba trabajando así. Estaba con una polera, un jockey para atrás y short de buzo, noté que se había tatuado los brazos y estaba más grandecito, como musculoso, pero con algo de guatita. Se veía más viejo, claro, había pasado tiempo, se veía más maduro, más como papi rico. Tenía la misma sonrisa hermosa y la buena onda, pero también las respuestas cortas y sin tanto contexto. No cambió mucho.
– Cachai que en todo estos años, no he podido…
– ¿Olvidarme? –me interrumpió coquetamente
– No… bueno, en parte, pero nadie lo ha hecho… así, como tu. – Silencio incómodo.
– Ah sí, eso lo creo… – se río, y lo acompañé, pero algo avergonzado.
Cada vez que pasabamos por una luz, intentaba mirarle el paquete, no me atrevía a asaltarlo de una, pero quería ver si tenía alguna reacción. No podía ser, que me topo a este hueón luego de mil años y no hago nada. En una de esas, noté que ese bulto había crecido. Así que filo, le puse la mano encima. El hueón ni se inmuto.
Tuve que quitar la mano porque teníamos que doblar, se metió por un callejón oscuro, ando unos minutos y se detuvo justo dónde las luces no estaban funcionando. Puso el mano de freno y me dijo: “ahora sí po”.
Iba directo a su pico cuando me paró en seco, me tomó de la cara, me dio un beso en los labios y otro en la frente y me dejó seguir. Quede pa’ la cagá, pero debía seguir. Llegué a su bulto y hasta por fuera le sentía ese aroma, me sentía como en casa. Algunos se emocionan con el olor a galletas recién horneadas, yo con el olor a pico a punto de ser chupado. Le pase los labios por encima del short y sin esperar mucho la saque. Este hueón iba a lo comando.
Estaba como la recordaba, pero se había afeitado hasta el último pelo, ni en sus cocos encontré un vello. Filo, creo que la había subestimado, la recordaba menos grande. Se la escupí como le gustaba y me la comí de una, le llegue hasta el fondo. El solo se echó para atrás y con una mano intentaba alcanzarme el poto, pero estaba muy lejos y la pose era algo incomoda, a mi no me molestaba, yo era feliz con ese pico en la boca, con esas bolas húmedas y con sus gemidos de machito curioso.
Es que no te cuento la felicidad que sentí en ese momento, la guata me dolía de puro nervio. No lo podía creer. Creo que ha sido mi mamada más profesional, jugué con todos sus elementos, le chupe esos cocos tan duro que pensé que se los arrancaría de un mordisco, pero le gustaba. Le subí hasta la polerita para pasarle la lengua por su caminito hasta sus pezones, algunas cosas que le molestaban años atrás, ahora al parecer le gustaban ahora. Se retorcía, pero pedía más. Lo tenía muy mojado, le brotaba harto de su precum. Me levanté, lo quede mirando, gozando, era difícil ver bien ya que estaba oscuro, lo escuchaba gemir fuerte mientras lo seguía pajeando en el auto. Nos besamos y nos besamos y yo sin soltar su pico.
–¿Qué querís? – le pregunté sabiendo la respuesta
– Te la quiero puro meter – me respondió
– Ya po, vamos para mi casa – le sugerí
– No, no puedo aguantar más – y salió del auto.
Nada de hueón, hice lo mismo. Yo tampoco podía aguantar más. Estaba oscuro y no había nadie aparentemente, igual me ponía a full hacerlo en la calle. Se me puso detrás, besándome el cuello, pasando sus manos por mi pecho, mis caderas y mi culo, hacia presión con su pico parado, lo sentía tan grande.
Recuerdos, puros recuerdos. Me desabrocho el pantalón, me quito el boxer, me agarró con fuerza los genitales. Me pasó la mano por todo el poto, un escupo para lubricar su pico, otro directo en el hoyo. Y de ahí empujando lentito para acomodarme. Jadeaba tan fuerte que me daba miedo que nos pillaran. La sensación era rica, el miedo. “Te eché de menos putito”, me decía al oído, yo ya estaba más atrevido, así que le respondí un “cállate y culeame hueón”. Le gustó que le respondiera.
Hueón, pasaron como 4 minutos y me fui cortado brígido. Le deje toda la puerta llena de semen. Estaba súper caliente, pero el hueón no había terminado, así que me tiré en el capó para que me terminará. El hueón no se demoró ni 1 minuto. Como extrañaba esas embestidas cortitas y rápidas, esas que te golpean gentilmente la prostata y te hacen mierda.
El hueón me acabo dentro, se tiró encima con todo su cuerpo y se quedó allí intentando recuperar el aliento. Noté que su semen me recorría todo el poto hasta la pierna. Apenas acabamos, me entró el miedo, nos levantamos los pantalones y nos subimos al taxi.
Llegamos a mi departamento y como seguíamos calientes, le dije que subiera, aceptó de una. Hasta en el ascensor nos fuimos tocando. Abrimos la puerta y partimos a la pieza, desnudándose completamente. Era lo que nos faltaba.
Nos tiramos a la cama ardientes. Me pidió que me subiera cómo esa vez en la casa de mis viejos. Oh hueón, por suerte tenía lubricante en la casa, así que aplique y salté arriba de esa pichula, ya tenía más experiencia y creo que lo notó. Qué sensación más rica, me tomaba de las caderas y me movía con fuerza. No era como la primera vez, ahora se notaba mucho más suelto. Esos “conchetumadre” que soltaba de repente me hacía sentir que iba por el buen camino, que la gozaba tanto como yo.
Era mi estado natural, arriba de un pico. Volví a sentirme bien. El hueón me pajió mientras rebotaba mis cachetes en su tula, y me fui cortado de nuevo, mi leche le llegó hasta la cara, tenía una gota que le bajaba por los labios, se veía lindo lindo. Me moví más fuerte para que acabara conmigo y lo logré, el hueón se llegó a poner una almohada en la cabeza para no gritar tanto. Nos abrazamos un rato y se fue al baño, sentí la ducha correr, pero duró poquito. Llegó todo mojado, y humeando, rico se veía parado con ese pico semi erecto y depilado. Sabroso. Quería comerlo de nuevo.
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