Kevin, el repartidor del gas
Fue en verano, uno más o menos penca. Mi papá se había ido de la casa solo hace unos meses y yo no pasaba por mi mejor momento. Menos mi mamá, aún así, intentábamos salir adelante, éramos los dos contra el mundo. Sentí en esos años que me había convertido en el hombre de la casa de golpe. Con 19 años, había terminado el colegio y tuve que comenzar a trabajar para ayudar en la casa, estudiar era un sueño que solo pude realizar años más tarde.
Y no solo eso, tuve que lidiar además con una salida de closet forzada. Por suerte mi madre se lo tomó muy bien, aunque siempre pensé que tuvo que aceptarlo o quedarse sola, tan triste como para seguir ahondando la pena. Al final mi madre era tradicional, la muerte de su matrimonio la transformó, a veces para bien, otras para mal.
A pesar de todo, trataba de mantenerme feliz, salía a carretear los fines de semana, me hacia mierda, me agarraba tipos, pololié solo una vez y fue un fiasco. Así que me dediqué a culiar de lo lindo, conocí muchos hueones y agarré harta experiencia, al menos me distraía de toda la mierda.
Vivíamos en un pasaje con gente muy buena onda, todos los vecinos se llevaban bien, organizaban eventos, cerraban las calles y todo. La vida en comunidad era buena allí, le sirvió mucho a mi vieja, una vecina, la Soa María Julia la ayudó muchísimo, se le pegó, le hablaba por WhatsApp y la invitaba a salir, una vez hasta la llevó a un martes femenino, era su “mala influencia” necesaria.
La Soa María Julia era seca, grandota, de esas que abrazan y sientes que te van a devorar, de esas que te hacen sentir su cariño, amorosas, de esas que cuando ríen, toda la comuna la escuchaba. La Soa vivía con su marido, un pelotas cero a la izquierda, su hija, la Margarita y el Kevin, el menor de la familia.
Con el Kevin fuimos amigos de chicos, iba para su casa, él iba para la mía y jugábamos a cualquier hueá. Hasta que a las 15 años se tuvo que ir a vivir con su abuela al norte, nunca supe porque, venía de vacaciones de vez en cuando, aunque ya no era lo mismo, solo un saludo a los lejos, habíamos cambiado supongo, teníamos otros intereses: yo descubrí a los chiquillos, él supongo que a las chiquillas.
Ese verano fue distinto, caché que había hecho el servicio militar y cuando terminó, regreso para quedarse, tenía 19 años también. Kevin volvió cambiado, más callado de lo que recordaba. Todavía mantenía ese corte de milico, afeitado hasta la medula. era un flaco que desarrolló algo de músculos en el servicio. Moreno, de nariz pequeña, ojos cafe-verdosos y labios gruesos. Otro de los cambios que noté del Kevin es que le había aparecido el poto o comenzó a usar buzos pitillos muy ajustados.
Lamentablemente nuestros últimos encuentros después de su regreso, eran un “Hola, cómo estáis” y sería. A veces me lo encontraba en la feria y alcanzamos a conversar un rato, simpático, pero esquivo.
Mi mamá (vieja sapa) me contó que el papá el Kevin lo obligo a trabajar o tendría que irse de la casa. Así que le encontraron una pega como ayudante de repartidor de gas. Creo que el muchacho tuvo que aceptar a regañadientes esa pega, no tenía muchas opciones.
Lo imaginaba todo sudado, arriba de ese camión chico, haciendo sonar los balones, como sus bolas, culiandose a todas las vecinas, porque si algo tenía este gil, era ese carisma de latín-lover culiao, medio pesado, medio coquetón con las chiquillas.
Uno de esos días, la Soa María habló con mi vieja, le comentó preocupada que desde que su hijo regresó, actuaba muy extraño, distante, solitario, le hacia falta salir con amigos. Por lo que a mi vieja no se le ocurrió nada mejor que buscar que hablará con él y fuéramos de nuevo los “mejores amigos”. Parte de mi quería decirle: “ok, pero me lo voy a culiar”.
La cosa es que un jueves, mi vieja se fue a ver a una tía media enferma. Me dejó plata porque justo había pedido un balón de gas para la estufa y yo como ¿para qué quieres eso si hay como 35º grados hasta la noche? Filo, pensé que en una de esas llegaría él Kevin con sus brazos gruesos a llenarme el estanque.
Y era po, este hueón llegó súper tarde y tocando la bocina del camión chico ese, terrible ordinario. Salí rápido y me di cuenta que estaba solo.
- ¿Y tu compañero hueón?
- Hueón, se arrancó, le dijo al jefe que tenía una emergencia y me dejó solo el culiao, por suerte fuiste el último pedido.
Vestía uno esos mamelucos, pero solo hasta la mitad, arriba llevaba a una de esas poleras sin mangas, muy de película porno, además sudado completo y sin guantes. Se subió al camión y yo esperando ahí, con mis shorts cortitos de pijama, mirándolo. Justo en ese momento, uno de los vecinos había llegado y quería pasar por ahí mismo.
Mi compadre se complicó caleta, como hacia la pega de dos, se le veía muy ofuscado, le dije que no se preocupará, le abrí el portón para que pasará, total tenía un patio delantero bien espacioso. Aceptó a regañadientes, no sabía manejar bien ese camioncito, así que estaba jodido.
Una vez dentro, sacó el balón de gas como si nada, con una de sus manos. Ahí quede, humillado, porque ni con mis dos manos me podía uno vacío. Se río de mi debilidad.
- No te recordaba tan pajero oye – Me dijo hueaviando
- Shooo, no seái así po…
Ya eran como las 20 hrs, pero seguía con luz y un calor más o menos. Le ofrecí bebida, me aceptó y entramos a la casa. Se sentó, se puso cómodo y conversamos un rato. Como era su último pedido, no tenía mucha prisa en volver.
Para serles sinceros, no me pasaba tanto rollo con el hueón. Estaba rico y me pajeaba pensando en él y su potito redondito, pero el tipo no me daba ninguna vibra gay, era bruto, era medio hueón, con servicio militar incluido, o sea cuadrado, rico y todo, pero nope, muy hetero.
Conversamos un buen rato y luego recordé que no tenía idea cómo poner el balón en la estufa, así que le pedí ayuda y que me enseñará, me ayudó.
Al parecer la estufa estaba media mala, porque no lograba hacerla cuadrar, no entendía y ya se estaba enojando. Le tome por el hombro y le dije “no importa, si igual mi vieja sabrá”, y como que se picó más, lo vio como un desafío y continuó hasta que la metió. Sentí su felicidad luego de esa pequeña victoria. Además estaba como medio agachado, así que aproveche de deleitar la vista. Me pidió que me acercará para mostrarme el problema de la estufa y sin querer, cuando me levanté pasé a llevar su paquete un poco con fuerza, 0 mala intención, te juro que fue un accidente y uno bien estúpido.
Pensé que lo tomaría mal, pero no, se paró y me dijo: “a ver, hazlo de nuevo”, y yo así como “shaaaa, ¿es una broma?”.
-No hueón, no es broma…. dale po- me susurró como entre coqueto y mandón.
Ok. Me acerque sin temor, sabía que él lo quería, yo lo quería, así que sin esperar mucho, le agarré el paquete y al sentir una pequeña erección, me sentí aliviado, pero no iba a parar ahora, luego de manosear su pichula un rato, le baje el cierre y empece a frotar más fuerte, solo una telita de su bóxer me separaba de ese miembro. El solo me miraba fijamente mientras se mojaba los labios.
Se quitó la polera y me agarró de la cabeza, mi primer instinto después de eso fue besarle las tetillas, me concentré en una con fuerza, tenía los pectorales firmes, le gustaba, se notaba que le gustaba. Con mi boca le chupaba sus pezones, con mi otra mano le rozaba el pico por encima.
No quería seguir así, se la saque a la fuerza por ese cierre, quedando todo el pico afuera, pero las bolas adentro. No importó, me agache como para rezar y me lo metí a la boca. De forma instantánea me tomó de la cabeza y comenzó a empujarme más adentro, no me molestó para nada porque sabía dónde parar. Me pedía que se la escupiera, lo hacia encantado.
Busque más, le bajé completamente los pantalones, le tomé por los muslo y me adelanté para mirarle el poto, ese hermoso patito. Oh hueón, se lo agarré tan fuerte y me metí el pico hasta el fondo de la garganta. La baba me corría por toda la pera, me quite la polera y seguí chupándosela, toda mi baba con sus jugos de pico terminaban en mi torso.
Su pico era grandote y hediondo rico, hipnotizante y cómo no, estuvo trabajando todo el día, obvio que iba a oler fuerte, a macho, a salado, a bestia, a hombre culiao. Sus bolas eran la guinda de la torta, grandotas, peludas y caídas. Se las chupe tanto que temí dejarlas secas, Se la agarré con una mano para mejorar la mamada, pero fue un error, el hueón se terminó yendo cortado. Exclamó un pequeño grito y me acabó en toda la boca, su leche tibia me recorrió por toda la garganta, por fuera por dentro. Agarré de nuevo su poto para que me dejará hasta la última gota de su elixir adentró. El hueón tiritaba, se tapaba la boca y solo gozaba. Mis manos seguían en su poto empujando, como si estuviera ordeñando una vaca. Sensación más rica.
A pesar de que ya había acabado y su pichula estaba volviéndose lacía nuevamente, filo, se la seguía chupaba igual, con sus restitos de semen incluido. Parece que lo volvía más loco, se terminó riendo, se puso levantó los pantalones. Y me pidió más bebida, quedo seco..
El hueón ya se veía como lo recordaba: feliz, alegre ¿y cómo no? si doy buenos petes. Le pregunté sobre “esto que había pasado” y me comentó que se dio cuenta en el servicio, luego de haber tenido una relación con uno de sus compañeros, pero que terminó abruptamente cuando lo trasladaron al norte, por eso andaba con algo de pena, además todavía no le contaba a su familia, no podía.
Quedamos con que podíamos confiar el uno al otro y que nos íbamos a apoyar, como buenos amigos que éramos.
Conversamos un rato y me comentó que se tenía que ir. Lo acompañé afuera para abrirle el portón.
Llegamos al camión, yo seguía decepcionado, a pesar de que se la había chupado en el living de mi casa, quería más, así que cuando nos despedimos me dijo que nos juntáramos en la semana y que quizás podíamos terminar lo que empezamos.
Ahí como que me pique y le dije que “estaría bueno, me dejaste mas caliente y tirado”. No me respondió, como que también se pico o calentó, porque cuento corto, me dijo “ahh el hueón, cagaste entonces”. Se me acercó, me bajó súper rápido los shorts, dejándome a poto pelado en el patio de mi casa hueón, quede como helado, me dio miedo que nos vieran, pero ya estaba algo oscuro.
Se tiró en frente del camión, le paré el poto para ver qué onda. De pronto, sentí que me frotaba su pico semi-erecto en las puertas de mi hoyo, lo hizo bastante tiempo, frotándolo, yo solo me corría la paja, hermoso panorama se veía. Me tiró un escupo y continuó metiendo, me dolía mucho, así que lo tuve que parar, no insistió, pero no quería dejarme así, bajó y me chupo el pico un rato. El hueón bacán, tenía su técnica, movía la cabeza justo cuando la sacaba de su boca y con su mano te masturbaba. Oh, terminé al minuto, pero en su cara, quedo terrible sucio, pero le gustaba. Le pase la polera que tenía para que se limpiará (trampa, después me pajié con esa polera llena de semen seco)
Le dije que podíamos terminar esto como corresponde jueves, ya que tenía libre y mi vieja no iba a estar, “te pasaí a la hora de colación po’, te espero con sorpresa”. Quedamos en eso, no sin antes pasarnos los whatsapp.
Comenzamos a hablar todos los días a cada rato. Nos enviamos nudes, el con su traje de repartidor con el pico afuera y yo bien pasivo, mostrándole el potito en el baño de la pega. Mucho tiempo sin sentirme así: bien con alguien.
Llegó el jueves y le envíe un mensaje para que se viniera: lo esperé encima del sofá con un jockstrap puesto, me había lubricado y dilatado bien el hoyo para hacer de su entrada fuera algo rápido, sin dolor y problemas: “para que el nene no trabaje”.
El hueón llegó súper rápido, casi le da un infarto al verme así, soltó un “ohh el culiao”. No perdió el tiempo por suerte, me metió toda la cara en el poto, no me queje, no era muy bueno, pero filo tampoco estuvo tanto tiempo allí, era más bueno dominando el arte del meteysaca.
Se puso un condón y me la metió ahí. Yo en cuatro, expectante, motivado, ansioso. No partió suave, me la puso bien fuerte encima del sofa, por suerte mi dilatación previa hizo que entrará de una, sin problemas. Sentía su olor culiao fuerte rebotando en mi nariz. Me prendía más. Me tomó por los hombros y me levantó para besarme por el cuello mientras seguía metiéndome el pico. No me quería ni pajear, este jueves se lo regalé completamente, podía hacerme lo que quisiera.
Le gustaba tenerme en cuatro. Adoraba sentirme así y sentirlo a él directamente desde atrás, bombeando toda su verga sobre mi cuerpo. Me tomaba de las caderas, me cacheteaba dulcemente los cachetes. Jugaba con el jock y de vez en cuando intentaba agarrarme los coquitos.
Todo era muy caliente, hasta que le dije que se sentará en el sofa, lo hizo sin cuestionarme y me puse arriba de él, montándolo. Su pico me llegaba hasta el fondo, nos abrazamos y fue allí en que noté que este no era un simple culión. Este hueón me importaba y al parecer yo le importaba también. Nos miramos, nos besamos al ritmo de cada estocada, sudados, gimiendo, gozando, saciando un vacío que ambos poseíamos. Fue un cambió brigido. Nos intercambiamos el aliento de tan junto y pegados que estábamos, asquerosos, sudados, pegotes. Allí fue cuando le escuché un suspiro súper rico, un “me voy” que no era de califa, era tierno. Le dije que se fuera no más y se ahogó, puso su cabeza al lado de la mía y se quedo allí un buen rato.
Nos besamos un rato. Yo ni había acabado, pero me sentía completamente satisfecho.
Me paré despacito y caché todo el semen que había en el condón, se lo sacó y se fue al bañó. Yo mientras me fui a tirar a mi cama un rato. Tenía un ventilador ruidoso, así que lo prendí. El Kevin me siguió se acostó pilucho al lado mío, de guata y con una mano encima mío. Aproveche de hacerle cariño en el pelo. Fue tan rico como la cachita, sus abrazos desnudos, sus cariños en la guatita, su conversación loquita sin intención de nada más, los roces de los genitales, las agarradas de poto, el jugueteo posterior, el tuto, todo, pero sobre todo el cariño.
Quizás debimos estar más pendientes de la hora o del ruido. Cuando cache que estaban abriendo la puerta de mi pieza ya era muy tarde, mi mamá nos pilló en pelota tirados en la cama, pegó el medio grito.
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