La segunda primera vez

Toda mi vida he vivido en un pasaje de avenida México, en La Florida. Full clase media, casa pareada, ladrillos marcados, negocios local, la MB74, los vecinos de siempre, una vida  tranquila, sin lujos, pero tampoco con tantos conflictos.

Durante los últimos años,  hemos notamos como muchos extranjeros llegaron a vivir cerca, 0 rollo, pero no todos los vecinos pensaban igual. Las fricciones se atenuaban y los cahuines de villa comenzaron a esparcir: qué una chica venezolana le había quitado al marido a una vecina, que otra chiquilla del pasaje se había escapado con un colombiana dejando a todos sus hijos abandonados… se escuchaba cada cosa, cada historia ridícula para infundir miedos.

Mi vieja en cambio estaba fascinada, se hizo muy amiga de una señora venezolana, la Johana, una vieja chora, muy graciosa y gritona. Vivía sola con su sobrino Michael. Cocinaban juntas, salían al mall juntas y se escribían todo el tiempo por WhatsApp, se enviaban memes y sticker subidos de tono.

El sobrino era el típico venezolano alegre, unos 25 años, moreno, muy moreno, varios tatuajes, expansiones, se le veía con frecuencia con su buzo pitillo de futbolista y el jockey con los colores de su bandera. Era un amor de persona, llevaba a mi vieja al súper, a veces cuando llegaba a la casa me lo encontraba tomando once con las señoras. Te juro que odio las visitas, pero cuando el venía, con gusto me quedaba en la mesa.

Por otro lado, mi familia no sabía que era fleto, no me importaba que supieran la verdad. Me daba paja tener esa conversación. Además no lo pasaba muy bien en el colegio, me hacian mucho bullying y aunque ya había salido hace un par de meses de cuarto medio, aún me pesaba. Baje mucho de peso y la persona de la que estaba enamoradísimo, un compañero hetero del colegio, se había ido a vivir al norte, así que me sentí tan estúpido, solo y perdido. Algo exagerado ahora que lo veo para atrás.

Y a diferencia de todos los demás chicos gay, yo era un virgen, un virgen que se pasaba pajeando cada vez que podía. Es que era difícil, no te voy a mentir, estaba en las apps, pero cada vez que había que concretar, me espantaba, borraba, eliminaba, desparecía y luego volvía para continuar haciendo el ridículo.

Pero este cabrito, uff, me tenía mega caliente. Lo veía pasar por el pasaje, con su paquete marcado y me pasaba los medios rollos. Sabía que se había conseguido un auto y lo trabajaba con Uber. A veces en las noches me pajeaba pensando en que me sacaba a pasear en su auto y bueno, para que te cuento el detalle.

Mi vieja, para ayudar a Michael, viajaba mucho con él, lo tomaba como “Uber”, pero con tarifa especial. Así que cada vez que quería ir al mall o algún lado, me obligaba a ir con el, no me quejaba, ella le pagaba.

Entre tanto viaje, tanta conversa arriba de su auto, nos hicimos bien amigos, era imposible no serlo con este cabrito risueño, era tan simpático. Nos seguimos por Instagram y hueón, le gustaba subir fotos sin polera y guachito rico, pero aún así no cachaba si era gay o no, porque a pesar de que tenía muchos colas besándole las patas, también otras minas le escribían y por sus fotos, no le podía cachar la onda.

Le revise todas las publicaciones para tratar de sacarle el rollo, llegue hasta bien atrás en su historial, cuando de pronto la tragedia ocurrió: se me deslizó un “me gusta” a una publicación súper vieja, como de tres años atrás,  ¡Qué plancha! obvio que lo quite al tiro, pero no tenía cómo saber si lo había visto o no, más encima era una de esas fotos sin polera, DIOS, tiré el teléfono lejos.

No quise decir nada, no hice nada, solo deje que las cosas siguieran. Si lo vio, trágame tierra y si no, mejor para todos. A pesar de que hablamos en Instagram, no era tan seguido, aunque me moría de ganas por escribirle, me contenía para no lucir desesperado. Además, todavía no cachaba si era cola o no.

Las cosas comenzaron a cambiar un miercoles. Ese día salí con unos amigos al Vespucio, tomamos en las terrazas y se me pasó la hora, debía volver antes de las 11. Mi vieja me llamó terrible enojada, diciendo que el Michael iba en camino a buscarme. Estaba tan arriba de la pelota, que me pareció una excelente idea. Pasaron como 7 minutos y me llamó, se estaba estacionando, me comentó dónde iba a estar y partí, me hizo un juego de luces para ubicarlo, al fondo, bien lejos, oscuro y sin muchos autos la verdad.

Me esperaba fuera del auto, me dijo que lo sentía, pero que mi madre era cosa seria, le dije que no importaba, creo que me cacho medio mareado porque se comenzó a reír y me dijo que esperáramos un poco en al auto para que se me pasará. Le dije que exageraba, que me sentía estupendo.  Creo que fue por el alcohol que me salió la perso, así que nos quedamos conversando un rato, le pregunté sobre su vida allá, sus planes aquí, hasta que llegamos a sus parejas. Me hablaba de la “persona” que dejó en Venezuela, pero no hablaba de genero, así que me entraba toda la duda. Quizás como dando el primer paso, le conté que había tenido una relación traumática (ficticia, obvio) con un chico del pasaje. Ahí fue cuando me quedo mirando con una cara de coqueto y me soltó un: “no te imaginaba así” y yo así como “bitch, ¿acaso no luzco bien puto?”.

Quedamos en un silencio algo incomodo, el puso sus manos sobre el volante y yo ahí cómo, “¿qué está pasando?”, se volvió hacia mí y con una voz distinta, me dijo “creo que lo sabía marica, si noté que revisabas todas mis publicaciones en Instagram”. Ok, creo que ahora quede en pánico. Nos quedamos mirando y no sabía interpretar su mirada ¿me iba a sacar de su auto? ¿me iba a dar un beso?, no sabía cómo proceder, esto era nuevo para mí.

Fue la segunda opción, me tomó la cara con delicadeza, mordió sus labios y los juntó con los míos. Fue un beso tan caliente, tan húmedo, pensé que no podría responderle a la altura, pero no pasó, me deje llevar, me deje tanto llevar que mi culo se llegó a soltar. Cada movida era algo nuevo, me tocaba el pecho, intentaba hacerse paso a mi pico virgen, mientras con una mano me obligaba a que lo tocará, no había mucha resistencia que digamos, pude sentir su pedazo veneco por encima de su buzo, por encima de esa telita.

Nos frotamos los genitales por un buen rato, pero yo fui por más y le comencé a sobar por debajo del boxer, sentí sus pelitos recortados, su verga gruesa y  dura, y hasta jugué con sus bolas. Fue tanto la huea que la terminé sacando, lo pajeaba mientras lo besaba, ahora ya con más protagonismo, más intensidad, menos miedo, olvidando que otros autos pasaban por detrás. nada importaba. Nos separamos y me guío hasta su pico, quería que se la chupará y lo hice, no era un experto, pero hice mi mejor esfuerzo, no me la podía comer entera, era enorme, tenía una cabezota, olor a pico, su sabor se sentía como un elixir al que estaba privado durante tanto tiempo. Era delicioso, sentir su mano empujando mi cabeza encima, siendo su herramienta de placer, todo era toxicamente delicioso. Hay algo en la deshumanización en el sexo que siempre me llamó la atención, es en ese momento en el que quería ser solo un repositorio de su pico, solo ahí.

Se la chupe por harto rato, medio incomodo desde mi asiento, todo doblado, ajustando posición para tragármela toda, él intentaba alcanzarme el culo. Todo bien hasta que llegaron unos chicos de otro auto unos cuantos más allá, paramos unos minutos, nos reímos por lo que estábamos haciendo y volvimos. Ahora me tocó a mi, el tipo al menos le gustaba dar y recibir. Me desabrocho el pantalón y con el alma en un hilo,  me chupo el pico. era la primera vez que alguien lo hacia y no sabía como sentirme, me dolía la guata, de nervio, de placer, me retorcía, no quería irme tan luego, pero su lengua era una obra maestra, me masajeaba los pezones con fuerza, mientras me la comía  y ya no aguantaba más, le dije que me iba, pero no freno, no freno. Siguió con su mania y no pude evitar acabarle en toda la boca, pegue un pequeño grito, no aguantaba, pero Michael ni con eso paraba, me tapo la boca y siguió chupándola “¿Qué mas quieres? ya no tengo nada para ti”, me dejó completamente seco. Solo podía imaginar mi semen desplazandose por dentro de su boca, todo fue abortado cuando llamó mi vieja de nuevo, nos asustamos, le dije que habíamos tenido un problema con el auto, pero ya íbamos en camino, ahí se calmó.

Partió el auto y nos fuimos. Todo cambio luego de eso, ahora nos reíamos, nos fuimos escuchando música a todo chancho, conversando, tirando tallas.  Llegamos a mi casa y me preguntó cuándo podríamos continuar esto. Me puse muy nervioso, le dije que cuando quisiera, pero debía saber algo: era virgen. Pensé que me mandaría a la cresta, pero me quedo mirando con una cara de travieso y me respondió “vamos”.

Llegue a mi casa súper ansioso. Me acosté todavía mareado, no sabía si por el copete o un ardor en el pico. Me pajie esa noche como tres veces recordando lo que paso. Creo que llegue hasta soñar, en fin.

Al otro día desperté con dos mensajes de texto de él, decían: “Hola” y el otro “¿cuándo?” y un emoji travieso. Le respondí apresuradamente que cuando quisiera, desesperado, ya no podía aguantar más. Quedamos de hacerlo al otro día, porque su tía no estaría en todo el día en la casa y se podía tomar un break largo. La espera me tenía mal, pase todo ese día sin tocarme, esperando la gran ocasión.

Como no cachaba nada, nada, nada, esa noche me pase buscando tutoriales sobre qué hacer y que no hacer durante tu primera vez, sobre dilatación, lubricación y limpieza, heavy no cachar nada, asumí que el tendría todo y dispuesto, yo llevaría “la carne”.

Esa mañana me duche tres veces, no quería estar sucio para la ocasión, tampoco comí nada, la ansiedad me tenía con el pico parado todo el tiempo.

Llegó la hora, el Michael me escribió que ya estaba solo y que podía ir cuando quisiera. Salí rápido. Llegue a su casa, me hizo pasar, entré y me dio un beso tan rico, como el del auto, me hizo sentir en casa de una. Me ofreció algo de beber, acepte. Si iba a hacer esto, necesitaría coraje. Conversamos un rato, me preguntó si estaba seguro de querer hacerlo. Fue muy amable, consiente y para nada bruto. Le respondí que estaba listo, y si iba a hacerlo con alguien, que fuera con él.

Nos seguimos besando y ahí fue cuando me hizo pasar a su pieza. Caminé y cuando abrí la puerta, me topé con una cama llena de pétalos de rosa y velas, LA HUEÁ CURSI, casi me cagó de la risa de lo chulo que era todo, pero filo, entendí que para él, era un gesto tierno, así que respondí con un “Awww, qué lindo…”. Nos comenzamos a desvestir, nos quitamos las poleras, los calcetines, los pantalones, con cada toqueteo, una prenda volaba. Quede en boxer encima de su cama, y no espero más, me los quito lentamente y él se sacó los suyos,  y aunque había visto su pico parado antes, verlo flácido me calentó más.

Nos recostamos desnudos ya, y no nos separamos, nos seguimos besando, me agarraba el poto, yo el pico, el con toda su experiencia se me presentaba como un lienzo, como un conejillo de indias para que yo tocará, probará, experimentará y así le respondí, con manoseos intensos, con apretones en sus bolas, en sus pezones y hasta en su redondo culo moreno, me dejo manosearlo profundamente.

Nos quedamos piluchos, mirándonos fijamente, me acariciaba la cara y me hacia sentir tan cómodo compartiendo su cama. Me dio vuelta cuidadosamente y me recomendó levantar un poco la cola, yo pensé que me la iba a meter de una, pero me equivoqué, primero escuché un “relajase” y luego sentí su lengua entre mis nalgas. Me tensé de inmediato, me dio mucha vergüenza lo que hacia, pero no le pedí que se detuviera, el continuó hasta que me relajé lo suficiente para disfrutarlo, me tumbe ya sin resistencia, me daba unas cachetadas por cada cachete y seguía jugando con su lengua. Me pareció tan intimo, tan rico, no podía ni tocarme ya que tenía el pico chocando con la cama, pero no importaba. Su destreza con mi hoyo me dejo pal hoyo, literalmente.

Me dio nuevamente vuelta y me la chupo entera, desde el hoyo hasta la punta del pico. No me podía controlar, sentía que me iría de nuevo, así que le dije que parará, é l pensó que lo estaba haciendo mal, le respondí de inmediato que no, que me tocaba a mí ahora, sonrió y se acostó, dejándome ese tremendo miembro a mi merced. Puta y yo tengo una debilidad tremenda con las bolas, así que fue lo primero que le comí y al parecer las tenía sensibles, se quejo un par de veces, pero luego gimió rico, me gustaba pasarle la lengua, eran tremendos cocos semi-peludos.

Como era todo parte de una iniciación, me dio claras directrices sobre como comerle el pene y como buen alumno lo seguí, con una mano presionaba sobre mi cabeza para que me la tragará toda, lo hacia con muy buena intención, pero no me la podía, me la sacaba solo para respirar, mientras el me miraba feliz de la vida, era muy visual, le gustaba hacer contacto ojo a ojo, amaba eso, me sentía acompañado.

Se levantó de la cama y se la seguí chupando, me ordenó que me pusiera en cuatro y lo hice sin chistar. Sacó del velador un lubricante y me lo esparció por el poto, con sus dedos intentó entrar en mí, lo logró con un dedo y continuó con el otro. Me dolía, pero sabía que no sería para siempre, así que me relajé, con tanta tranquilidad me dilató, con besos en la parte de arriba de mi poto, rico.

Luego de unos minutos ya estaba listo. Me preguntó cómo quería que fuera, le dije que quería mirarlo, así que me acosté, me acomodé, él se puso por delante, sobajeando su pico con mi hoyo. Me preguntó de nuevo si estaba seguro de quería esto, si quería ese pico, mientras me lo decía lo hacia rebotar en mis bolas, provocándome, le dije “metela porfa”.

Se alistó, lo puso en posición, como un torpedo apresurado por salir del submarino. Tomé aire y sentí como este venezolano me arrebataba la inocencia, sus centímetro entraban en mi  y no podía estar más feliz, el dolor era increíble, pero me aguanté, lo mejor es que no duró mucho, esa molestia era más bien ansiedad, miedo, incomodidad, cosas que alejaba con cada movimiento, cada caricia, cada mirada de tranquilidad. No tengo idea de cómo me veía, pero estoy seguro que lucia como un putita sedienta, gimoteando, acalorado y satisfecho.

Luego de un rato de un mete y saca piola y romántico ya me aburría, quería brutalidad y no hubo necesidad de suplicarla, mi compadre agarro vuelo una vez que cacho que su pico no me hacia daño. Mi próstata resistió todo sus duros embates, jamás lo había sentido así y creo que luego de eso cache que de pasivo no iba a salir.

Amaba esa sensación, trataba de encorvarme en la cama para recibir mejor su pico. En una se tumbo completamente sobre mí, tuve que estirar las patas para lograr darle espacio. No se salió, solo continuó dándome, pero ahora sintiendo su pecho sobre mi pecho, sus labios, sobre mis labios, su pico tan dentro de mi poto. Tan cerquita que podía escuchar sus latidos bombeando.

Nos detuvimos un rato para descansar, nos echamos en la cama, conversamos, tomamos bebida. No solo era la primera vez que lo hacia, sino era la primera vez que compartía algo tan intimo con otra persona, onda desnudo en una cama.

Volvimos. Le dije que quería intentar algo que había visto en una video. Quería montarlo. Así que lo acosté y me senté en su pico, ahora tenía el control y era extraño, me entraba todo, de una, sin dolor, puro placer, y para conseguir más de eso me movía más fuerte, de arriba hacia abajo, me hincaba para que me abriera más profundamente, fue desquiciado lo rico. El me pajeaba y me acariciaba el torso, mi cuello y mis labios. Lo recuerdo con tanto detalle, el calor de ese día, como se colaban los rayos del sol por las cortinas, el sudor, los gemidos.

Para rematarme me puso en cuatro al borde de la cama y simplemente se aprovechó. De píe comenzó a penetrarme, tan rico, tan bruto que sentía que podía irme solito. Me agarraba los cachetes, me tomaba de los hombres para meter más presión, y con una pasión latina me destrozó, su movimiento de caderas era insuperable.

Nos pusimos en cucharita, según el para “que la sintiera mejor” y así fue, con el respaldo de la cama, agarró impulso y me dejó acabando en un par de minutos, mi leche saltó a la mierda. me deje todo empapado. El hizo lo mismo, pero en mi poto, soltó el medio gemido y me dejo llenó por dentro. Apenas terminamos, nos abrazamos sucios y nos reímos, hablamos de lo que había pasado, de que me había portado súper bien y que su pico era increíble.

Quedamos raja, cansados, así que nos dormimos una siesta, tan rica, tan juntitos, apretados, sudados. Sentía su pico flácido en mi poto y sentía que podía dormir protegido, no sé. Fue maravilloso, ademas sus brazos me rodeaban completamente.

Nos despertó la puerta de la casa, era su tía. Nos vestimos súper apurados, salimos de la pieza para saludar y obvio que nos cacho igual, si estábamos hediondos a pico. Pero fue chistoso, después de eso, cada vez que teníamos un tiempo, nos arrancábamos para culiar, varias veces pasó en su auto, en un mirador por La Florida, el cabro no se agotaba.

Pero todo lo bueno tiene su fin y este llegó cuando se fue de la casa de su tía a vivir a La Serena, encontró una pega por allá. Dijimos que conversaríamos, que no perderíamos el contacto, pero no paso. Supongo que se encontró un mejor culito allá en el norte, no sé, hace poco lo volví a ver, pero no fue lo mismo. La lección, supongo, es aprovechar las cosas mientras dure, porque pucha que lo pase bien.

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