Feriante
Dicen que cuando dios cierra una puerta, te abre una ventana. En mi caso, solo me abrieron la raja.
Era difícil mantenerse positivo en esos años, en especial porque mi pareja me había pateado, desde mi pega me habían despedido y mantenerme en el depa solo ya me era imposible financieramente, así que regrese a vivir con mis viejos. No fue fácil, es más, sentí que era algo humillante.
Mi mamá estaba feliz de tenerme en la casa de nuevo. Mi viejo no era muy expresivo, aunque sentía que no le agradaba mucho la idea, primero le había salido fleto, y ¿ahora fracasado? era demasiado para el supongo, pero de nuevo: no hablaba mucho.
Yo era de esos que creía que tenía todo resuelto, una pareja bacán, un depa en Providencia, un empleo en ascenso, me cuidaba bastante, pasaba en el gym pero de golpe lo perdí todo. Me aislé de mis amigos, no contestaba llamadas ni mensajes, cerré mi Insta, fue un periodo bastante penca, ni de masturbarme tenía ganas.
Me deje crecer la barba, me descuide un poco. Los primeros meses ni salía de mi habitación. Mi vieja me recomendó ir a terapia, lo pensé seriamente, pero sin pega, viviendo donde mis viejos, sin ahorros, ¿con qué lo iba a pagar?
Mi única rutina semanal que disfrutaba era ir a la feria. Ibamos a una que estaba a dos cuadras de mi casa y que siempre se ponía en el mismo lugar, de chico acompañaba a mi vieja y ahora hacia lo mismo, a cargar el carro, elegir las verduras, pasar por el puesto de las especias y claro, ver a mis caseros.
Cuando chico no entendía mucho porque me gustaba ir, pero de más viejo me cayó la teja. Ver a unos chicos al sol, con sus brazos marcados, con poleras cortitas dejándome ver su camino de la felicidad, algunos boxer bien abajo, machando los choclos, llamándome “papito”, no sé, me pasaban cosas.
Mi lugar favorito dentro de la feria era uno de los primeros puestos y el último al que pasaba cuando daba la vuelta. Allí atendía una familia completa, sus hijos siempre ayudaban y prácticamente crecimos juntos, siempre los veía, yo era su “caserito”, ellos ya tenían a sus parejas ahí que también ayudaban y creo que hasta hijos chicos.
Obviamente los miraba de reojo, me hacia el hueón, pero jamás se me hubiera ocurrido pensar que podría pasar algo, al menos en este estado depresivo en el que no me sentía deseado por nadie.
Pero las cosas comenzaron a mejorar lentamente.
Mis viejos tenían que salir a Rancagua por una semana, iban de paseo a visitar a un familiar lejano, mi mamá quería que fuera con ellos, pero la verdad no tenía ganas de nada. Finalmente la convencí que me dejará solo, que no me iba a matar, que estaría bien, así que se fueron no más po, me dejaron algunas instrucciones y dinero.
Los primeros días la verdad es que ni me bañé. Espere al jueves pa’ ducharme ya que tenía que ir a la feria y no quería ir hediondo ni nada. Así que agarre el carrito oxidado de mi vieja, me puse un short corto, que era lo único limpio que tenía y partí.
Hice la rutina de siempre, llene el carro y luego pase a mi puesto favorito. Me gustaba que me tratarán como un amigo, cercano, era la única interacción humana que disfrutaba, ¿quieres saber por qué? por esos hermanos.
Uno de ellos se llamaba Abel, sí, como el de la biblia, era un hueón de dos metros casi, de brazos gruesos, moreno, peladito, como un DJ Méndez joven, pero rico y risueño. Su hermano, por suerte no se llamaba Cain, se llamaba Daniel, le decían Dani. Eran muy diferentes, onda, el Dani era medio blanquito, medio pelirrojo, más bonito, pero con más cara de hueón y de verdad se reflejaba, era más pavo, siempre lo hueviaban, ni parecían hermanos.
Cuando llegue a su puesto, me recibió el Abel con su carita me dijo “¿cómo está caserito? lo mismo de siempre?” y en mi mente le respondí “mmmm un kilo de pico porfa”. Lastima que era demasiado tímido para responderle algo así.
Era tan atento, siempre me llenaba el carro. Me lo dejo listo, le pague y me fui, pero no pasaron ni dos pasos, cuando la rueda del carrito saltó a la chucha, desapareció y se me dio vuelta todas las bolsas que llevaba dentro, lo que faltaba, quedar en ridículo en frente del Abel, pero este cabro atento salió volando para ayudarme, dejamos todas las cosas juntas y me pasó una bolsa grandota para meter todo allí, pero era imposible llevármela a solas.
-¿Vive cerca caserito?
-Sí, a unas dos cuadras… ¿por?
-Lo ayudo a llevar las cosas po
-No se preocupe
-No, si no es molestia…
No me dejo negarme. Le susurró algo al Dani, así como avisarle que saldría. Tome las cosas por una de las mangas de la bolsa y el tomo la otra y nos fuimos caminando.
Estuvimos conversando cosas banales todo el camino, se me hizo re corto el trayecto, hacia un calor de mierda. Me dejó a la entrada de mi casa y algo de mi salió que jamás pensé que saldría, le dije:
-¿Querís tomarte una chela?
- Mmm ya po
- ¿No te están esperando no?
- Sí, pero el hueón de mi hermano me debe una, así que qué ordene él no más jaja
Y así lo hice pasar a la casa, le dije que tomará asiento y le pase una chela, yo también me tome una.
El hueón se sentó en el sofá, con las piernas completamente abiertas, tenía un short de esos de basquetbolista, de esos anchos y no podía evitar notar que podía ver por dentro, y al parecer el hueón no tenía ropa interior, me empece a calentar. Nos tomamos la primera chela súper rápido, la sed, así que le ofrecí otra.
Me contaba sus anécdotas trabajando en la feria, nos reímos harto, hace meses que no la pasaba bien, el hueón tenía un carisma que te hacia sentir cercano, así como un amigo de toda la vida.
Gracias a dios había comprado chelas antes, no sabía que me servirían tanto. Entre más cervezas pasaban, más se aflojaba, más abría las piernas y podía ver, aunque era re poco, una silueta, yo creo que lo vi mucho, porque el hueón como que se enojo.
-¿Qué me veís tanto el paquete hueón? ¿me la queris chupar acaso? jaja
Y ahí me bajó el miedo, le dije que nada que ver, que no se pasará rollos, pero insitió en la huea.
-Ya po, si se ve que querís po
-¿Y que querís? - se lo dije ya coquetón
-Chupámela un rato po, así piola
Y no te miento, me tiritaban las piernas, me dolía la guata de puro nervio, caleta de tiempo que no me pasaba esto, pero no iba a desperdiciar la oportunidad, menos de un “hetero” curioso.
Así que camine unos pasos hacia el, así como decidido y me paró en seco. “Conchetumadre, estaba hueviando”, pero no, me pidió una chela antes, se la pasé, la abrió y solo me dijo “Dale po” riendo.
Agarré un cojín, lo puse en mis pies y me arrodille, él ni me veía, solo empinaba la lata. Sacó un teléfono y comenzó a ver porno, no me molestó para nada. Se lo comencé a rozar como pude, sentí que estaba semi-erecto y oloroso, ufff potente. Se la saqué, levantó el culo para terminar de quitarle el short y me quedo su pico todo para mi, cabezón, peludo, oloroso y delicioso.
Me lo serví como pude no más, era complicado por lo grande, con la mano que tenía libre me presionaba la nuca contra su pico, me atragantaba, pero me calentaba más, quería que me lo comiera todo, recuerdo la cantidad de baba que botaba.
En una de esas dejó el teléfono de lado, y con sus dos manos me presionaba la cabeza para que la chupara más rápido, intenté mantenerme al ritmo, pero me atoraba, el se reía.
-Pensé que erai más pro po jajajja
-Puta, es que tenís la media tula po
-Jaja demás po….
-Pero si me preguntai, mi talento lo tengo en otro lado - Se lo dije con masturbándolo desde abajito, y mirándolo desde su pico, así con cara de caliente.
-Ahhhhhhhhhhh la dura? A ver
Y puta, menos mal que tenía esos short cortos, me resaltaba todo el poto.
El hueón se puso unos reggeaton en la tele, mientras yo me acomoda en el sofa, así en cuatro, todavía con el short, quería que el me los sacará y creo que logré impresionarlo. El Abel como que me lo saco despacito, así tocándome bien el poto, me lo dejó hasta la rodilla y esa pausa antes de lo que iba a pasar me mataba.
Sentí como con su mano me abría las nalgas y de pronto un liquido caliento chocó justo mi culo, un escupo y pa dentro. Salvaje este hueón, pero yo creo que estaba tan caliente y suelto por la chela que me entró rápido, aunque con un poco de dolor. Me tomó por los hombros y me lo encajo de una.
- Eso queraí caserito, mis huevos hasta el fondo? ah?
-Sí papito, hasta el fondo - no tenía vergüenza ya en ese minuto
Me tenía empalado completamente a su disposición, imagíname en el sofá, en cuatro, short abajo, siendo bombeado por este macho sin consideración, el hueón me decía hueas sucias de vez en cuando, me nalgueaba fuerte hasta dejarme los cachetes rojos.
Este nivel de humanidad, de salvajismo no lo vivía hace tiempo, me tenía completamente absorto, su pico era el mejor antidepresivo de la vida. Paramos por un momento cuando ya me comenzó a doler, el hueón se reía, me pidió ir al baño, y fue a poto pelado, se veía tan rico así, con su polera pero con el pico al aire.
Yo me fui a mi pieza a buscar lubricante, me lo metí por la raja, y cuando salió le dije que estaba acá. Llegó a mi pieza, se quitó la polera y se me lanzó de nuevo, me sacó la polera que llevaba y quedamos los dos completamente en pelota.
Quería hacerlo a lo misionero, pero no me dejó, quizás pedía mucho, pero al menos seguimos igual, me chanto el pate de nuevo en cuatro, esta vez se me tiro el cuerpo encima, completamente, me daba como caja.
Hueón, te juro que entre el roce de mi pico sobre mi cama, su pico hasta el fondo mío, me hizo venir, me fui, pero el hueón seguía y seguía hasta que explotó, pero no dentro mío, me dejo toda la espalda su semen, y yo así como ¿Crees que me dejarás embarazado ridículo? y yo que quería su leche dentro, me tuve que conformar con las sobras, porque me la metió de nuevo unas tres veces, antes de irse al baño a limpiar, vestirse y salir corriendo porque lo llamaban de la feria. Onda, corriendo.
-Hueón, tengo que salir corriendo, gracias por las chelaas!
Y yo así, tirado en la cama, usado completamente, con semen en la espalda, semen en el colchón, con la raja adolorida, el pico rojo, los cachetes rojos de tanta nalgada y roce, y aún así, no me sentía tan bien desde hace meses. Me quede así un rato para aprovechar el momento.
Lo mejor, es que se repitió a los días después.
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