Aporte: El Escolar que me cambió la vida

Aporte de Anonimo.



Primero que todo, me costó bastante enviar esta historia. Me costó porque todavía me persigue un poco, me duele, me incomoda.

Digamos que me llamo Mario, soy una persona que ahora tiene 36 años, pero comencé a vivir realmente a los 30. 


Toda mi juventud la vivi atado a una religión algo extremista, imagino que no soy el único. Muchos escapan a los 18 y parten hacia una vida más relajada, pero otros, como yo, siguen prisioneros durante mucho tiempo más, convenciéndome que era el mejor camino.


Imagínate crecer cola así, cada pensamiento enfocado en algún hombre desnudo me acercaba cada vez más al infierno, así que no me lo permitía, nada. No me sentía a salvo ni en mis propios pensamientos. A mis 18, jamás había visto una porno, nada.


Traté de buscar escapatorias que ayudarán a olvidarme de mi lado más real. Por ejemplo, conocí a una chica, María José. Era de la iglesia, así que congeniamos rápido. No quedábamos muchos jóvenes en la iglesia, y mis opciones se limitaban solo a sus miembros, así que me conforme, y creo que ella también.


A los 24, recién salí del Instituto Profesional, ya estaba casado, una ceremonia austera, sin mucho festejo. Mi abuelo nos heredó una casa en La Florida, era vieja, pero tenía un patio bien grande, lleno de vegetación y hasta una pileta que parecía piscina. Nos costó años ordenarla y dejarla como queríamos.


Trabajábamos turnos pesados, pero nos iba bien. Así pasamos 8 años, 8 años en los que nos veían como una pareja modelo, salíamos a predicar todos los fines de semana, éramos los primeros en llegar a las reuniones, nos señalaban como un ejemplo. Nadie sabía lo que pasaba dentro de nuestra relación.


No es que haya sido terrible todo, pero el contacto físico, el cariño y hasta el sexo era muy limitado, no era que estuviera prohibido, pero yo no quería la mayor parte del tiempo, y sentía que ella tampoco. Nadie se cuestionaba nada. Nos remitimos a conversaciones sobre lo mundano, actualidad, las reuniones bíblicas, formas mejores de predicar, etc. Nos iba bien así, como personas jugando un rol, jugando a vivir, pero sin vivir. 


Se nos preguntaba constantemente “¿Cuándo el bebé?”, supongo que era el siguiente paso, pero ninguno de los dos estaba seguro. Con el tiempo, María José me confesó entre lagrimas que no podía ser mamá, ella creía que me decepcionaba, no podía estar más equivocada, solo la abrace, no me importaba la verdad, en realidad estaba aliviado, completamente aliviado.


Y la vida seguía, dentro de su normalidad aburrida y cristiana. 


A veces, cuando era tarde y la María dormía, me escapaba al baño para ver fotos de porno gay en Google. Sentía que ver fotos no era tan terrible como ver videos. Dentro de mi distorsión, era lo único que me podía permitir.  Cuando nos acostábamos, imaginaba que estaba con chiquillos, pero más tarde me sentía culpable.


Pero nadie puede aguantar tanto sin mostrar su verdadera naturaleza. A mis 32 años, sentía que comenzaba a colapsar lentamente. Todo partió cuando me despidieron de mi trabajo, por suerte mi esposa había conseguido un ascenso importante hace poco, y con eso podíamos vivir bien. Me enfoqué en el trabajo desde la casa, tomando clientes freelance lo que me daba mucho tiempo en el hogar, a solas. 


Y claro, uno podría pensar, “tengo la casa sola, podría hacer… cosas”, pero no, lo primero que se me ocurrió fue postularnos para que las reuniones de mitad de semana fueran en nuestra casa. La María José estuvo de acuerdo, eran reuniones pequeñas y según la cercanía de los vecinos hermanos, principalmente para dueñas de casa, ya que eran en días de la semana y a las 4 de la tarde. Se congregaban aquí, y yo dictaba la clase, siempre un hombre.  


Eran solo hermanas mayores, hasta que llegó un chico, Javier.


Este cabro llegó hace unas semanas a la congregación, sus padres, que eran ambos “hermanos” (entiéndase hermano como miembros de la iglesia) se habían mudado de Chillán a Santiago, así que fueron bien recibidos. 


Javier iba en cuarto medio, pero ya había repetido en dos ocaciones. No era un chico malo, pero se notaba que tenía problemas. Cuando lo vi por primera vez me llamó la atención, fue a reunión en su uniforme, medio destartalado, cuando aquí los jóvenes van de terno o bien arreglados. Intenté meterle conversa, el chico era bien agradable en realidad, pero pasaba por esa época de rebeldía que todos los jóvenes pasan. Le sugerí que me ayudará con labores de la Iglesia para que se soltará, aceptó. 


A la siguiente reunión fue vestido ordenado, con un chaleco, se veía incomodo, pensé que sería un asunto de costumbre no más. Le di tareas, como manejar la biblioteca y a veces los micrófonos.


Javier tenía que continuar con sus estudios bíblicos y se sugirió que yo fuera su “padre espiritual”, perfecto, ya teníamos confianza suficiente para ello. Iba una vez por semana a su casa, me recibía su mamá, todo bien. Nos hicimos bien cercanos, me contaba sus problemas en la casa y cómo combatía con sus demonios internos.


Estoy seguro que varios de esos demonios, eran mis demonios, de alguna forma me intentaba comentarme que no estaba interesado en las chicas, pero yo no escuchaba bien, de cierto modo me veía reflejado en el, y del mismo modo, no estaba listo para tener esa conversación, así que lo esquivaba cada vez que quería confesarse. 


Recuerdo que una vez hicimos un gran paseo en la iglesia, arrendamos una pisicina por el día. Llegamos con María José y al tiro se me pegó el Javier. Me ayudó a hacer el asado, al que me dejaron a cargo, fuimos a la piscina, hasta jugamos a la pelota, fue un gran día, la Cote se quedaba con las otras hermanas, imagino que conversando cosas de la vida. 


Al final los hermanos partimos a las duchas, me era súper incomodo, así que espere hasta el final, no quería tener un “percance” frente a ellos, pero el Javier me espero, me sentí tan incomodo que no me baño, solo nos cambiamos de ropa. Me desvestí medio avergonzado ya que era muy tarde, el también lo hizo, intente no ver, pero no pude evitar notar que Javier tenía una leve erección, no le tomé mucha importancia, pero lo tomé como otro precedente. 


Ya de vuelta en las reuniones semanales, el chiquillo era el primero en llegar, me ayudaba a ordenar las sillas para recibir a las hermanas y se quedaba hasta el final para ordenarlas nuevamente, a veces tomábamos once hasta que llegaba la María José. Era una costumbre verlo llegar en su bici.


Una de esas reuniones cayó en un día muy lluvioso, era prácticamente una tormenta. Así que avise a las hermana que la reunión se suspendería por razones obvias, no quería que nadie tuviera ningún accidente. Además la luz se había cortado y por ende ni tenía calefacción en el living, solo una estufa pequeña en mi pieza. 


Termine de llamar a todas las señoras, cuando siento que tocan en la reja, bastante fuerte. Salí corriendo, y como el camino es bastante largo hasta la puerta, quede empapado de una. Era Javier, ahí estaba bajo la lluvia, con su ropa de escolar, empapado completamente y claro, recordé que como eran nuevos, no tenía su número, así que no pude avisarle a tiempo, lo hice pasar rápido. Dejamos su bici afuera y protegida, y entramos, estaba todo oscuro.


  • Oye Javi, no tenía tu numero, no tenía como avisarte que se cancelaba la reunión de hoy ¡lo lamento!
  • Chuu, no se preocupe tío…- me dijo titiritando
  • No te podís quedar así, te vas a resfriar, ven, te paso ropa para que cuando pase la lluvia y llegó la Cote, te voy a dejar en su auto ¿ya? avísale a tu mamá


Me salió todo el instinto paternal. Lo hice pasar a la pieza y justo al baño, le dije que me pasará su ropa y tomará una ducha caliente, para calentar el cuerpo. Me hizo caso en silencio, se comenzó a sacar la camisa, los pantalones y se quedo en boxer.


-¿Te vas a duchar con boxer? - le dije en talla


Se rió y me los pasó, y ahí lo pude ver. Todo chascón, todo pilucho, con su bigote incipiente de pendejo y cara alegre. Javier era medio flaquito, pero se notaba que hacia ejercicios, su torso tonificado lo delataba y sus oblicuos marcados, de pelo negro y algo blanquito, alto, más alto que yo incluso, y… no pude dejar de verle su pene, ya lo había visto antes, pero estaba vez con mayor detalle, no era muy peludo, pero si se veía grueso y largo, como nada que ver para su edad, o como yo lo veía. Si finalmente el hueón tenía 19 años. Se tapaba medio avergonzado, se puso rojo. 





Le ordené que se metiera rápido a la tina, antes que se congelara, mientras yo trataba de secar toda la inundación que habíamos dejado, me tuve que desvestir también porque con el agua en mis ropas, no tenía sentido lo que hacia, seguía mojando. Me quede en boxer trapeando.


Sentía que el Javier me observaba, abrió la cortina y dejo verse en todo su esplendor, el vapor del agua caliente se le pegaba en el cuerpo, se veía como medio aceitoso bajó el agua. Algo en mi quería tomarlo. Pero me controlé, le pase una toalla y se comenzó a secar, le pase una ropa mía para que se vistiera.


Yo en cambio ya comenzaba a sentir el frio, así que le dije que se pusiera cómodo, que tomaría una ducha mientras, qué habían papas fritas en la cocina, pero que se quedará en la pieza porque no había calefacción en el living, y como buena casa vieja, era un refrigerador.


Me comencé a bañar con una agua tan caliente que podía sacarme la piel. A ver si así se me pasaba esta locura que pasaba por mi cabeza. Salí al rato y me lo encontré encima de la cama viendo una serie desde su teléfono con mi buzo. 


-¿Qué estás viendo?

  • Una serie de Netflix 
  • ¿Cuál?
  • Mejor no te digo…
  • Ah mira, ¿por qué no? 
  • No creo que te guste…
  • ¿Por qué po?
  • Es muy explicita… 
  • Jaja ojo con esas cosas, tu sabes…
  • Lo sé, las tengo prohibida en la casa ya, pero filo…


Me senté a su lado para ver de qué se trataba, no teníamos mucho que hacer con la luz cortada, la puso del principio y era muy interesante. Hasta que uno de los protagonistas hombre comenzó a besarse con otro hombre. Me sentí algo incomodo, le dije que lo detuviera.


  • Perdón, usted ¿nunca ha besado a otro hombre
  • No… Cómo me pregun….
  • ¿No le han dado ganas? - me interrumpió
  • No Javier, eso va en contra de nuestros principios - lo dije sin nada de convencimiento en mi cuerpo.
  • Pero, ¿jamás ha sentido ganas? yo siento que usted es capaz de entenderme.
  • No… yo no… sé de lo que hablas- dije mirando al piso, algo impactado, algo confuso, jamás había verbalizado esto

Supongo que Javier vio mi incomodidad y algo de dolor, ya que me tomó la cara y me dio un beso, ahí en la oscuridad y mientras el sonido de lluvia nos acompañaba. No puse evitarlo, no pude alejarlo. Sus labios se sentían tan calientes, tan suaves, tan sabrosos, su saliva, todo. Nos echamos en la cama y nos seguimos besando, acostados, tocándonos con miedo. Me sacó la polera y yo saqué la suya. Eran besos como tontos, nos golpeábamos las bocas, no sabíamos mucho que hacíamos, nos ganaban las ansias. 


No tengo palabras para describir la sensación que me provocó eso, sentir su cuerpo pegado al mío entre el frio, sentir ese calor. Todo transcurría arriba, quizás teníamos miedo de “bajar”, hasta que Javier tomó la iniciativa, fue bajando de a poco, me comenzó a frotar el miembro por encima, era demasiado, lo iba a detener, pero me la sacó del buzo, no andaba con ropa interior y rápidamente la alojó en su boca, solo eché la mirada para atrás, no quería ver lo que estaba a punto de pasar.


Mi mente sí que daba vueltas,  si esto era lo que quería que pasará hace rato, ¿por qué no lo disfrutaba? trate de olvidarme de todo y lo miré, y allí estaba, mirándome atento, viéndome disfrutar, viéndome gozar, con mi pico en su boquita. Se esforzaba en tragársela, era complejo, lo sé, era grande, pero lo hacia con diligencia. Con sus manos trataba de alcanzar el pecho, estrujando mis pezones, mientras con la otra me masturbaba con fuerza. jugaba con mis testículos como si dieran jugos, mientras su lengua se ponía más traviesa.



 


De a poco me fue dando vuelta con una mano, no entendía mucho, pero le dije que parará. 


-Confíe en mi tío, confíe… - Me dijo y me convenció.


Me di vuelta sin saber que haría, Javier bajó mi buzo hasta más abajo de mis rodillas, dejando en vitrina mi culo.


-Media raja que se gasta tío, la embarró - y allí, por primera vez en mi vida, caché que tenía el culo gordo.


La verdad es que jamás me había visto como un una persona sexual, hacia ejercicios en la semana, me mantenía bien a pesar de que tenía como un cuerpo de papá por los años. Me sentí muy horado y emocionado por esos piropos, me vi en un momento validado. 


Le escuchaba como se sorbeteaba los labios y de pronto, no entendía mucho lo que pasaba, hasta que puaf, con sus manos me separó los cachetes y sin esperar nada, metió su lengua justo al medio. Intenté levantarme de inmediato por la sorpresa, pero el me lo negó con una mano por encima de mi poto. No sé, quizás mi ano era el botón que hacía que mi cuerpo se detuviera, que dejará de pensar, y se concentrará en el placer que hasta ese momento se me había denegado. 





Como un loco lo tenía allí, devorando mi humanidad, le pasaba la lengua, escupía y trataba de penetrarme con su lengua, era una delicia, me eché y no pensé en nada. Solo lo escuchaba diciendo “Qué rico conchetumadre”, mientras me tenía gimiendo despacito. 


Sin previo aviso, sentí como sus dedos me rozaban allí, jugueteando, partió con un dedo, me controlaba como marioneta. Incomodaba, pero no dolía, sentía más curiosidad, se quedo con un dedo jugando, entrando en mi, ¿por qué me era tan placentero todo esto?


En un momento, sentí que su dedo se agrandaba, aunque no era nada su dedo. Era su pico el que me rozaba ahora el ano. sentía su cuerpo encima, y como me hacia presión, y ahí ya comenzó a doler, tenía un pico grueso el cabro, y ni con su saliva me lograba calmar, pero me aguanté. El dolor era necesario bajo mi mente enfermiza, el dolor era señal de castigo, así que te podrás imaginar mi confusión cuando todo ese dolor se transformó en placer, cuando logro metérmela toda, hasta llegar a mi mas sentido fondo. 




Se quedo rato rato echado sobre mi, dentro de mi, hasta que me pidió que me levantará. Me puso en cuatro, tiré la cabeza para en la almohada y la mordí. El me acomodo y me guió, me hizo pararle la raja, para que entrará toda. Acepté, aquí ya no era yo el maestro. 


Comenzó a penetrarme. Ya entraba fácilmente. Partió tiernamente hasta volverse loco, su pubis chocaba contra mi poto con violencia y su pico era un tronco exorcizándome de todos los males de mi vida. 


Eran como pequeños electrochoques, cada metida y sacada me daban más vida. Hasta que agarré más confianza, me empece a masturbar por debajo y le decía cosas como “más fuerte” y el hueón me daba, hasta que creo que le pedí mucho y terminó acabando en mi poto, sin aviso previo. Me pidió disculpas medio avergonzado y terminó echado al lado mío, quede como decepcionado, quería más, y el se percató, así que no perdió más tiempo y siguió pa una segunda vuelta. Esta vez a lo misionero.


Me acosté encima, me levantó las patas, y con su pico empujo el semen que salía de mi poto y lo volvió a entrar, lo uso como lubricante y me encantó. El en control de todo. Ahora era más fácil pajearme y ver todo su cuerpo en acción, ver su carita de goce extremo, su torso, era tan rico ese contacto visual, el que otro ser humano estuviera gozando con tu cuerpo, jamás lo había sentido, ni con la Cote. 





Esta vez se sintió más tierno, más rico incluso, el cabro se acercaba para darme besos mientras emprendía su marcha encima mío. Yo estaba listo, quería y estaba a punto de acabar, justo en eso, el Javier me grita: “lo siento, no puedo aguantarlo”, le pedí que se viniera, y aproveche de irme con el, acabó de nuevo adentro mío, mientras yo exploté en un orgasmo que jamás había sentido en la puta vida. Fue como llegar al cielo y volver. No te lo puedo explicar. Quede tan embarrado, mi semen quedo repartido por todos lados. 


Javier, tiernamente se me acercó y comenzó a pasar la lengua para cada una de las gotas, para luego darme un beso terrible caliente. 


Una vez pasado el orgasmo, te vienen todos los achaques, las dudas, los miedos, ¡recordé que tenía esposa po! me comencé a hiperventilar, Javier lo notó y me tomó la mano, me guío a la ducha y nos bañamos juntos, el me calmó bajó el agua caliente, me pasó el jabón por todos lados y nos quedamos harto rato allí, pegados, abrazados, yo hasta lloré un poco y el también. Fue catarsis, nos ayudamos mutuamente. 





Nos salimos, secamos y justo llegó la luz. Ya era bien tarde, así que la Cote estaría por llegar, ordenamos todo, lance mucho Lysol pa quitar el olor a pico de la pieza. Y mientras dejábamos todo en orden, llegó mi señora esposa. La salude como si nada, le conté lo que había pasado y me pasó sus llaves.


La lluvia seguía igual de fuerte. 


Tomo sus cosas, incluida su ropa mojada, nos subimos al auto, echó su bici atrás y partimos. Ahora hablamos de otras cosas, tirando la talla, escuchando música, como si lo que pasó no hubiera tenido mucho peso, a pesar de que todavía tenía su semen dentro de mi cuerpo. Llegamos a su casa, y antes de bajarse, me dejó un beso para el camino, me sentí tan feliz. Se bajó corriendo para no mojarse de nuevo mientras se despedía moviendo su mano.


El camino de vuelta fue raro, la lluvia se sentía como música, al llegar hasta la Cote se veía más linda, todo volvía a tener colores de nuevo, pedimos una pizza y cenamos en la completa felicidad, sin saber de nada. 


Me fui a acostar en la misma cama donde había sido penetrado por primera vez, al lado yacía mi esposa, y pensaba que a pesar de que había sido rico, no volvería a pasar, me equivoqué.


Quizás si quieren enviaré una segunda parte.

Comentarios

Marc ha dicho que…
Qué buen relato!!!
Nico ha dicho que…
Obvio que queremos jajajaja

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