Lee la primera parte aquí Lee la segunda parte aquí Tomé el vaso medio nervioso, le agradecí con una voz temblorosa, y ¿cómo no? Su voz era grave, ronca, tosca… era la de un hombre de nombre Roberto, en frente de un pendejo en permanente estado de calentura. - ¿No eres muy joven para estar en el curso de la Ana? - Ehh, tengo 19, repetí el año pasado por lo qué pasó… - Ahh cierto, lamento mucho lo de tu mamá, Ana me contó, debió haber sido difícil. - Sí, la verdad es que sí… -Quizás no es lo mismo, pero nosotros pasamos por algo parecido, Ana, Anita… -Sí, me contó… -Fue muy difícil para ella perder a su madre de ese modo, así que bueno… cualquier cosa que necesites, nuestra casa es tu casa ¿bueno? y no lo digo solo por decir, lo digo en serio- Lo dijo mientras tocaba me el hombro, con una sonrisa de papá que te curaba hasta el alma Gracias - repliqué, sin poder pensar en otra frase o algo, me sentí tonto todo el día, pero el caballero tenía ese poder, de hacerme sentir pequeño, men...