Sangre - Parte I

Desde que recuerdo mi madre trabajaba puertas adentro con la familia Awada, durante muchos años para Abdel, el patriarca de la familia y en los últimos años para León su hijo mayor.


Varios de mis primeros años los pasé viviendo con mi tía y mis primos. Mi mamá iba y venía, trabajaba mucho, pero ganaba bastante también, así que era un esfuerzo que en un principio no entendía, me era incomprensible que no quisiera pasar tiempo conmigo.


De todos modos no duró mucho este arreglo.


Lamentablemente mi tía tuvo que irse a vivir al norte con su esposo y mis primos por un asunto de pega y para estar más cerca de su suegra, que había enfermado gravemente. Yo en cambio no quería ir con ellos, nunca me sentí muy bienvenido, era un estorbo. Así que le supliqué a mi mamá que me quedará con ella. 





Así fue como llegamos a la casa de León, el hijo del patrón. Mi madre lo adoraba, siempre hablaba bien de él, había heredado la misma belleza, simpatía y habilidad para los negocios que su padre, era el mayor y más ordenado de todos los hermanos. 



Como es habitual en las familias más conservadoras, León se había casado joven, a los 23 con Sandra, una joven hermosa de 21 años, ambos lucían tan bien juntos, así que fue cosa de tiempo para que llegaran los hijos, tuvieron dos pequeños, tal como dicta la norma, la heteronorma.


Abdel les regaló su primera casa, aunque llamar casa a ese edificio era minimizarlo completamente, para mi siempre fue como un palacio arabe, ¿por qué necesitaban tantas habitaciones pensaba mi yo con mis recién 15 años? El patio parecía eterno, había una piscina gigante al lado de la casa y prácticamente un bosque detrás que culmina con una cancha de tenis que nadie nunca usaba.


Ahí es donde entrábamos en la ecuación. Mi mamá dejó de trabajar para el señor Abdel y se fue con León, donde me podían recibir a mi, en mi propia habitación. ¡Qué entusiasmo! recuerdo con tanto cariño esos días previos antes de partir, cambiaría de colegio, de casa, podría estar con mi mamá, desbordaba de felicidad.


Llegué muy tímido y me recibió León y Sandra, este caballero medía como dos metros, pelo corto cómo quedando calvo joven, camisa blanca como la nieve y unos pelos se le salían del pecho, reloj dorado ponente y pantalones apretados, nariz protagonista y unos ojos verdes que derriten a cualquiera. Se acercó a mí, me dio un abrazo y un beso en la mejilla y dijo algo como “‘¡Por fin conocemos al gran Esteban!”, yo así con mis manos entrecruzadas mirando el piso con timidez.


Me hicieron pasar y me llevaron hasta mi pieza, estaba junto a la de mi mama, ambas eran las de servicio, pero estaba tan bien decorada, tan linda se veía la mía. Ahí fue cuando la señora Sandra me contó “La decoré especialmente para ti, espero que te guste”. La miré con ojos casi llorosos y asentí con la cabeza, ella sonrió de forma tan linda.


Fueron años muy buenos, los recuerdo con mucho cariño. Ayudaba a mi mamá de vez en cuando, pero más que eso estudiaba y estudiaba harto, me pusieron en un colegio muy cerca de la casa, todos mis compañeros eran mega cuicos, pero la mayoría me hizo sentir muy a gusto.


Los problemas para todos y casi como de coincidencia, comenzaron con mi entrada rampante hacia la pubertad, el camino para volverse un hombre está lleno de inconvenientes; tenía todas estas sensaciones que no podía entender. Había comenzado a mastubarme, ver porno y todas esas cosas, aunque había algo que todavía no había descubierto muy bien. 


Hasta el momento era hetero, me sentía hetero, pero creo que era por falta de opciones, jugaba a la pelota, porque era lo que había que hacer, no porque me gustará, me gustaban las chicas, porque no sabía que tenía más opciones.


¿Recuerdan esa escena de la película de Los Simpson cuando Rafa ve desnudo a Bart y exclama: “ya me gustan los hombres”? Pues, creo que todos tenemos un momento parecido, en el que un hombre nos vuela la cabeza, nos confunde, nos hace cuestionar todo, a mi ese momento me pasó con León.


El momento en que las cosas cambiaron.


Fue un sábado muy caluroso, en que Sandra había salido con los chicos  a la casa de su abuela materna.


Mi mamá me pidió que le avisará a “Don” León que el almuerzo estaba listo, fui corriendo y como tenía solo 17 años no había aprendido mucho sobre tocar puertas. Entré a su pieza y lo primero que me topé fue un culo redondo y peludo. Había salido recién de la ducha y se estaba secando, todavía le salía un poco vapor de todos lados, lejos de sorprenderse o molestarte se dio vuelta y me dejo ver su pene, su enorme y hermoso, velludo pene. Me quedé un rato pegado mientras recordaba lo que tenía que decir. Era el primer pico que veía en mi vida, el primero tan desarrollado, tan de hombre, tan poco avergonzado, tan solemne, seguía sin palabras.


-El Almue....

-¿El almuerzo está listo?

-Sí… eso


Y me fui corriendo de vuelta, mi corazón latía con fuerza, me encerré en el baño un rato para calmarme, para intentar cachar lo que pasaba conmigo, porque me sentía así, porque tenía una erección que no podía bajar con nada.


Había visto otros cuerpos desnudos de chiquillos, en especial en el colegio, pero ninguno me había provocado nada, quizás porque este era un hombre, un HOMBRE, peludo, de pico grande, bolas gordas y pecho firme.


Esa noche me masturbé unas 5 veces creo, no podía quitarme de la conciencia, y no podía evitar sentirme mal por ello. Trataba de hacerlo piola en las mañanas, ya que mi vieja no entendía mucho de la privacidad, le encantaba entrar sin preguntar.


De ahí que las cosas cambiaron, no podía ver a “Don” León de la misma forma, a veces lo espiaba mientras se tiraba en la piscina, me pasaba los medios rollos cuando lo veía salir del agua, con su melena mojada, su traje de baño pegado, recordaba lo que había debajo y debía correr a pajearme para tranquilizarme.  

 

Fueron años locos. El tiempo pasó muy rápido. Caché de mejor forma lo que me pasaba, le pude poner un nombre: era gay y aunque hoy es mucho más fácil poder reconocerlo, en aquellos años me costó mucho, obvio que era un secreto que me avergonzaba tremendamente, por lo que no me atrevía a que nada pasará con nadie y eso que habían chicos que se me insinuaban, creo que igual se me notaba un poco.


Me había desarrollado distinto, no crecí mucho en altura, solo mi culo se había agrandado, como preparándome para el futuro, no sé, me sentía muy incómodo con mi cuerpo.León creo que lo notó y me dio una charla sobre lo que me podía estar pasando, quizás porque notó que no tenía un papá que me pudiera guiar.


Las cosas para León tampoco iban muy fáciles, sus negocios iban viento en popa, trabajaba desde la casa, siempre me daba tips sobre dinero, me recomendaba estudiar y yo aprendía todo lo que me pudiera dar, pero su vida privada se desmoronaba. 


Por las noches era frecuente escuchar gritos de Sandra, peleas interminables. Estábamos lejos, pero aún así podíamos distinguirlos en el living. Uno de esos días de verano, cachamos que Sandra se había ido con los niños, León no nos quiso explicar con detalles, tampoco se los pedimos, pero entendimos que su matrimonio se había terminado y para nada bien. No quería dejarle ver a los hijos y se notaba que le dolía, muchas veces me lo pillaba en la terraza, viendo el horizonte sin hacer nada.


Se dejó de cuidar un poco, le creció la barba y siempre se le veía deambulando por la casa, con una sonrisa falsa, medio agotado. A los meses después se fue arreglando de a poco, ya salía de la casa, se juntaba con sus amigos y las cosas comenzaron a volver a la normalidad.


Pero mis ansias seguían al alza.


Ya con 18 años y con el colegio acabando, sabía que no pasaría tanto tiempo en casa, por lo que tenía que aprovechar el tiempo que me quedaba. No pasaba ningún día sin que me masturbará pensando en él, recordando ese pequeño momento en que me dejó ver toda su humanidad expuesta, había pasado tiempo, pero no podía sacarlo de la cabeza. 


Sabía que algunas noches le gustaba estar en la terraza del segundo piso, tomando algo, la que daba justo arriba de la piscina, así que pensé que quizás era hora de darme un chapuzón de noche y desnudo, como si no supiera que estaba ahí. No sé porqué, pero ese día decidí raparme los genitales ¿por qué? no sé, creía que así era mejor.


Mi vieja se fue a acostar temprano ese día, esperé un par de minutos hasta que notará que mi mamá se quedará dormida y salí hasta la piscina. 


Me tiré primero con el traje de baño y luego me lo quité y comencé a dar vueltas, haciendo un poquito de ruido para que me notará, noté que asomó su cabeza y luego se paró frente a la baranda, para verme mejor creo, no dijo nada y yo me hice el gil, como que no lo había visto, podía pasar piola porque estaba muy oscuro. Luego de un rato, caché que no estaba, se había entrado, qué decepción pensé, me escabullo por debajo del agua y me quedé un rato allí pensando en todo, salí como desesperado del agua buscando aire y lo primero que veo es el, justo al lado de la piscina.


-¿Te tiraste sin traje de baño hueón? - así me hablaba, pero lo hacía de simpático.

-Sí, se me salió y no lo encuentro 

-¿Te ayudo a pillarlo?

-No, no se preocupé - le dije


León se quitó la ropa, quedó en slip y se tiró a la piscina, se paseaba alrededor de mí, buscando mi traje de baños, nadaba por debajo y me sentía expuesto bajo la noche, como un tiburón acechando a su presa.  Hasta que lo encontró, lo dejó a un costado y se sentó en la orilla de la piscina, como esperando que saliera desnudo, salí medio tímido e intente ponerme el traje de baño mientras él solo me miraba. 


Me di cuenta que no podía seguir perdiendo oportunidades y justo cuando estaba dispuesto a hacer algo, suena su teléfono, se devuelve a buscarlo y ya no volvió más por esa noche. 


Pero… no me iba a rendir tan fácilmente.


Al día siguiente traté de emular la misma situación de hace unos años, iba a ir hasta su pieza para pedirle algo justo cuando notará que se estaba duchando, así lo hice, llegué con el corazón en la mano y simplemente abrí la puerta, pero ya estaba en slip, un slip muy tenso, obvio, sí tenían que soportar tremendo paquete. Esta vez fui más directo, me quedé mirando esa amenaza, él lo notó y se sintió algo incómodo.


-¿Qué pasó Esteban?

-Perdón, es que necesitaba un consejo.

-¿Y no podía esperar?

-Sí, perdón… es que estaba algo ansioso


El se rió no más y se siguió vistiendo, conversamos un rato y me invitó a almorzar. Nos montamos en su convertible y partimos a un restaurante arabe, me dijo que podía pedir lo que quisiera, la felicidad.


-¿Qué vas a tomar?

-Una coca

-¿Cómo?

- Sí, ¿tiene algo de malo?

-Ya eres un nombre Esteban y es bueno que te comportes como tal


Lo dijo en broma, pero igual nos pidió unas cervezas, yo jamás había tomado en mi vida, se lo comenté y solo en un tono distinto y más grave dijo: “bueno, para todo hay una primera vez”. Mis piernas temblaron al escucharlo.


Pasó una cerveza, otra y otra, ya me sentía demasiado ebrio, no recuerdo qué hora era, pero todavía había sol. El pagó, nos subimos al auto y llegamos hasta la casa, entramos en la cochera y antes de que nos bajáramos me pidió algo.


-No le digas a tu mamá que tomamos o nos matará a los dos

-No, obvio que no… aunque yo creo que se enojaría más si…


No termine la oración. Me dirigí hacia él con una personalidad que no sé de donde saque y le di un beso, él me echó para atrás medio confundido y molesto, me asusté mucho. Me volvió a mirar y solo me dijo: “No, ahora no”. Se volvió a reír como si nada y nos fuimos, él a su cuarto yo al mío, rápido, tratando de pensar qué significaba ese “ahora no”


Me tiré a mi cama, por suerte pude esquivar bien a mi mamá y me dormí. Hasta el siguiente día, que desperté pensando en ese “ahora no”, más que en ese beso que duró 2 segundos.

Al día siguiente traté de evitarlo, me daba vergüenza lo que había pasado. Quise tratar de olvidar todo, pero era complicado.


Llegó la noche y sentí como un logro haberlo evitado todo el día, aunque sabía que no podía seguir así. Eran las 2AM y no podía dormir, seguía caliente, pero ya como incómodo, como que no quería seguir así, esa noche decidí cambiar, pensé: “no voy a molestar más”, no haré nada más, me fui a dar un chapuzón solo para enfriarme, sabía que él estaba durmiendo porque las luces estaban apagadas. 


Filo el frío que hacía esa noche, me tiré con mucho cuidado para no hacer ruidos, con el pijama y todo, no me importaba nada esa noche.


El agua me congelaba, pero lo sentía justo. No más calentura, ahora abrazaba el frío, no más imaginar a León en escenarios que no corresponden. No más. 


Me quedé mucho rato debajo del agua, tratando de contener al máximo la respiración, en tranquilidad, hasta que pegue un salto muy brusco cuando algo entró en el agua sin previo aviso, me tomó por el torso y me sacó del agua... era León.


Creyó que me estaba ahogando y se lanzó con todo y ropa para sacarme. Le dije que estaba bien y nos quedamos mirándonos bajo la noche, nuestros alientos eran pequeñas nubes que brotaban de nuestras bocas, como dando señales de humo para que se unieran.


Salimos del agua y fuimos hasta su oficina, la que daba justo al lado de la pisicina. 


-Medio susto que me diste menso - me reclamó

-Perdón, estaba tratando de ver cuando podía aguantar

-¿A las 2AM?¿Con este frío? ¿Con ropa?

-Bueno sí, suena como idiota, perdón.


Él tiró una leve risa, era imposible hacerlo enojar a León. 


Entramos mojados hasta llegar a su cuarto. Se comenzó a sacar la ropa mojada en el baño, quedó en slip, yo seguía medio paralizado, cuando regreso me retó.


-¡Te vas a resfriar si te quedas con esa ropa!


Y me comenzó a desvestir, me quitó la polera mojada, luego los pantalones del pijama, quedé completamente desnudo frente a él, tiritando de frío, jamás me había sentido tan vulnerable frente a alguien, desnudo, completamente desnudo, con una toalla me comenzó a secar muy tiernamente. Yo lo miraba como un perrito mojado, como si fuera mi héroe máximo y el lo notó, cambio algo allí, estoy seguro, porque ahora empezó a secarme en partes, digamos muy íntimas, bajó, me miró hacía arriba y me preguntó


-Entonces, así ¿sí? ¿no?

-Le dije que sí...


Se acercó mucho, muy lento, puso su toalla frente a mi cabeza, jugando, cegandome la vista, para cuando me la quito, ya lo tenía muy cerca, tan cerca que ahí mismo, nos besamos, fue como una explosión, una de aquellas que se mantenía cautiva hace bastante tiempo. Sentí que rompimos una tensión milenaria, por primera vez sentía su paquete tan cerca de mi.


Después de unos cuantos besos, nos tiramos a la cama y con su mano comenzó a guiarme, empezó a tocarme partes del cuerpo que no conocía, pero le encantaba concentrarse en mis cachetes, yo mientras lo masturbaba y en mi menté no podía comprender como un pene no podía caber en mi mano, era tan grande. 


-Hace tiempo que quería esto - me dijo al oído

-Yo también le respondí, no sabe cuánto.


Yo era virgen y él lo sabía, así que fue muy cuidadoso. Me puso de guatita en la cama, me levantó las caderas y me pidió permiso, al que accedí de una sin saber lo que haría y debo decir que me chocó un poco al principio, tenía a este medio hombre con toda su lengua en mi ano, se lanzó con todo en mi poto, le pasaba la lengua como si fuera un helado de vainilla y yo lo sentía hasta en el alma, no sabía que podía hacer eso y manejarme como marioneta, el placer recorría mi cuerpo como pequeñas descargas electronicas, era una tortura tan maravillosa. 


Entre más hundía su cara en mis culo, más presionaba sus manos en mis cachetes y eso me encantaba, me los separaba, me escupía y volvía ahí, su barba me daba todas las cosquillas que necesitaba. 


Siempre he pensado que lo primero que tuve dentro de mí, fue su lengua. 


Luego se sentó sobre la cam  y me hizo un gesto piola hasta su pico, no había cachado, pero el León tenía todavía puesta una bata, se veía tan rico, ahí con su pico ahora erecto, no circuncidado, tenía una aroma fuerte, jamás había olido un pico, pero me embriago de inmediato, cedí y lo llevé a mi boca sin saber que hacer mucho con el. 


León era tierno y paciente, me guiaba, me daba instrucciones, solo hasta donde yo podía, quería sorprenderlo, quería mostrarle que era digno, así que me ahogaba en su pico, él me decía que no era necesario y me daba un tierno beso de recompensa.


Sabía que esto era solo el principio, no estaba seguro si podía llegar hasta “el final”.


De pronto me pidió que me acostará y levantará las piernas, se puso al lado mío, con una mano tomó mi cabeza hacia su pico y con la otra me metía un dedito, uff que me dolió ese dedo, incluso cuando saco el lubricante, no quería decir nada, a pesar de que me preguntaba constantemente si estaba bien, solo asentía. 


Con el segundo dedo ya quería llorar, pero fui valiente, resistí y al cabo de unos minutos comencé a sacar placer de ello, sus dos dedos dentro de mí, moviéndolos para llegar a mi punto g, su pico en mi boca, con eso ya era el chico más feliz del país. 


Jugó harto con mi ano, entendía que lo estaba preparando, y cómo no, para recibir semejante pico tenía que pasar por un entrenamiento especial, pero no había mucho tiempo, sus dedos mágicos me dejaron dilatado en minutos


-¿Lo quieres dentro? - me dijo mirándome desde arriba

-Sí…


Primero me estiró las piernas, lo más que podía, luego se concentró en seguir comiendo el culo, era tan rica la sensación, que te abran el culo de a poco con la lengua, era desconocido, pero delicioso. Aunque esto recién estaba comenzando.


Se levantó en sus piernas y quedó erguido frente a mí, sabía que pasaría ahora, estaba listo. Su pecho medio peludo se veía hermoso, su cara de placer, ni te la encargo. Tomó su pico poderoso, le echó abundante lubricante y lo ubicó con su mano listo en posición. Justo en las puertas de mi ano.

 

Su cabeza entró con lentitud mientras aplicaba presión, de a poquito, tanteando terreno, abriendo por primera vez, era rara la sensación, quería que se tuviera, pero por otro lado, solo quería tenerlo adentro. Su lubricante hacía que se sintiera mojado. Estiraba todo el cuerpo, para hacerle frente a esto, era brutal, pero su rostro, su rostro de felicidad era todo lo que necesitaba para continuar. Se agachó para alcanzar mis labios, me besó mientras me penetraba, y entre más jadeaba, entre más le hacía sentir que lo disfrutaba, más fuerte me daba.


Bastaron un par de minutos para que mi cuerpo se acostumbrara a su pico, ya entraba y salía con una felicidad que me sorprendía, el dolor desapareció en la costumbre y mientras el sujeto me comenzó a pajear. Mucho contacto visual, pensé que me incomodaría, pero no, no mientras su mano gruesa y pesada me rodeaba el rostro, me ponía su pulgar en la boca.





Me dijo que intentará lo siguiente, que me sentará arriba de su pico, que sería menos doloroso, no lo pensé dos veces, me pare en frente de él y comencé a bajar, el guió a su pico hasta la puerta de mi cuerpo (se lubrico mejor) y comencé a bajar de a poco, el dolor volvía, pero ya lo podía controlar mejor, seguí hasta tener sus 20 centímetros completamente dentro mío, ahí solo me dio una instrucción: “Muévete” y dios qué lo hizo, entre más me movía más gozo experimentaba, entre más sacudía su pico, más líquido pre seminal brotaba del mío. 


Me tiré un poco para atrás, apoyándome con las manos y lo sentí más profundo, no pensé que sería posible, pero sí. Él me acompañó, se levantó para darme unos besos, me tomaba de donde podía, cruzaba sus brazos en mi pecho, jadeaba frente a mi, lo disfrutaba, sonreía, amaba usarme y era claro, trataba de moverme lo que podía, pero el espacio entre los dos era mínimo, aún así era más rico que cualquier otra cosa: su sudor, sus manos en mi cuello, y sobre todo su pico dentro mio.


Cuando ya pasamos esa etapa, la de cariño o como le llames. Uff, te explico: me puse yo en cuatro, onda por puro instinto animal.


-Este poto se vería tan lindo con un jockstrap

-¿Qué es eso?

- Uff ya te dire…


 De caliente que estaba le pedí que no se contuviera, se saboreó los labios, intenté mirar hacia atrás, pero ya era muy tarde. 


Me tomó de la cadera y encajó su bestia frente a mi poto, me penetró de una y me sentía tan aliviado de no sentir dolor. Me veía como en una de esas películas porno, donde el protagonista pasivo era bombeado sin piedad, yo sabía que podía resistir y así lo hacía, de vez en cuando me decía cosas como “estai apretado”, “así, sigue así”. 


Aguantar es parte del trabajo, pero yo no estaba aguantando, estaba disfrutando a concho, sin saber que gatilló todo esto. El sonido de su pelvis chocando contra mi culo, el sudor que goteaba de su cuerpo, todo era una maravillosa poesía. 





Estábamos en otra etapa claramente, sus golpes ya eran furiosos, me apoyaba su mano y me hundía la cabeza frente a la almohada, “¿Te gusta?”, me jalaba el pelo con delicadeza, me tomaba por las caderas y me daba más duro, todo mientras no paraba y no paraba.

Debo decir que me mal acostumbró para ser mi primera vez, la vara quedó demasiado alta.

Justo cuando nos acercábamos al clímax, me dio con más rudeza 


-Estoy llegando… - Jadeaba - ¿Lo quieres?

-Sí - le decía tímidamente, me costaba concentrarme.

-Ruega… 

-Por favor

-Di que lo querís

-Por faaaa, lo quiero.

-Toma entonces, toma…


Ufff esos últimos segundos fueron de ensueño, León seguía dándome tan duro mientras acababa en su cama. León me dejó el hoyo tan abierto, que sentía como su leche me brotaba de todos lados. Escuché como se acomodaba y salía al baño, no sin antes darme unas buenas nalgadas, duras, tenía el culo rojo.


Me quedé tirado en la cama, con su semen en mi poto y el mío en mi estomago. Seguía confundido, agotado, adolorido, pero tan feliz. León llegó al rato, salió del baño rápidamente, como que me silbó y como un perro reaccioné, me llamaba a la ducha. Me metió a la ducha, no hablamos, solo nos reímos, nos seguimos dando besos, me paso el jabón por todos lados mientras nos abrazamos.


Al salir, nos vestimos y aunque quería dormir a su lado esa noche, no era la mejor idea. Solo nos despedimos callados en la puerta de su habitación.


-Mañana te voy a dejar un regalito 

-¡Ok!


Me dio un beso, de eso que te dejan pensando y me dejó ir. Esa noche dormí como nunca. 


Al día siguiente no lo pille en su pieza, había salido temprano, volvió como a la hora de almuerzo, mi mamá lo estaba esperando, no me pescó mucho, pero no le quise dar importancia. Debía salir de nuevo a la pega, así que le dijo a mi mamá que llegaría tarde, me pidió que lo acompañará al auto. Al llegar sacó algo del auto, una bolsa, me la pasó y solo me dijo:


-Voy a llegar tarde, pero te pasaré a ver ¿te parece? y quiero que te pongas esto.

-¡Claro!

-No dejes que tu mamá lo vea eso sí.

-Sí…


Me asusté, así que entré rápido, ansioso y abrí la bolsa. Era una cajita linda, con un jockstrap y unas calcetas como deportivas, super gruesas, con dos franjas de colores: azúl y rojo. Ahí entendí lo que era un jock, por suerte me quedó bien, ajustado. Me tomé varias fotos, pero me dio cosa enviarselas a León. 


Conté las horas para su regreso, ya no estaba adolorido, ahora ya quería más.


Tomamos once con mi vieja, hablamos de la vida, pero no la pesqué mucho, mi mente estaba en otra, en cómo me iban a dar hoy, si iba a darme en mi pieza, uff. Así que me despedí rápido, ayudé a lavar los platos y me encerré en mi pieza a contar las horas.


Me puse el jock de nuevo, las calcetas y me quité la polera y todo, quede listo. Se hizo bien tarde, estaba ansioso, pero escuché el auto entrar y ayayai, la sangre me brotaba de una manera hacia el pico.


Me puse en posición, me puse en cuatro, mientras esperaba que llegará, pasaron unos minutos, hasta que la perilla de la puerta se movió despacio, sentí sus pasos lentos, como se saboreaba los labios, ni me saludo, solo escuché como se desabrochaba el pantalón y se sacaba ese pico, un escupo no más está vez, ya estaba listo, no se desvistió para nada, solo sacó los 20cm y para adentro, resistí bien, se aferró de los elásticos del jock y me siguió dando, con su mano me apretó el cuello, para callarme, mientras me daba, daba, daba… creo que la situación lo calentó caleta porque acabó en 5 minutos. No me molestó, porque 5 minutos después… seguimos dándole, despacito para que no nos pillara mi mamá.





Se sacó los pantalones y entre el calor del momento, lo obligué a acostarse, la abrí la camisa y lo monté tan rico, fue tan delicioso, hasta hicimos el misionero, casi de todo, bien sudados y bien agotados, parábamos de vez en cuando, hasta pude saborear su semen por primera vez cuando acabo en mi boca. Delicioso néctar.


Le dimos hasta que nos quedamos dormidos, onda raja, yo con el culo más abierto.


Me despertaron los pajaritos, sus manos rodeando mi cuerpo, esto es todo lo que quería, no quise despertarlo, se veía tan lindo, ahí, pilucho, peludo y paz, con su pene flácido… hasta así se veía imponente, todo era tan maravilloso hasta que un grito nos despertó.


Mi vieja nos acababa de sorprender y mientras se horrorizaba, se desplomaba.Nos vestimos rápidamente y fuimos a verla. No reaccionaba. Intentamos hacerla despertar. No reaccionaba. La arrastramos hasta el auto para llevarla de urgencias, mi corazón latía muy fuerte, mis pensamientos estaban en otro lado. 


Llegamos a urgencias y la atendieron de una, al parecer fue un pre-infarto o algo así, a los 10 minutos despertó y quería verme. León me intentaba calmar diciéndome que era muy probable que no recordaría nada, pero no fue así, al entrar a su habitación, lo primero que me dijo fue: “No puedes”, me largué a llorar.


-Lo lamento, lo siento… yo nací así, no puedo evitar ser quién soy.

-No hablo de eso- me interrumpió - me da igual a quién quieras amar, pero no a León.

-Lo sé, es el patrón… no quise hacerlo.

-Es más que tu patrón, es tu hermano.









Comentarios

GaboO ha dicho que…
Ctm Que buena La Historia La Ame!...
Nico ha dicho que…
anonadado me hayo jajajaja increible como siempre
Antu ha dicho que…
Digno de verdades ocultas jajaj😧🤭

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